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El Demonio Neón no es lo que parece

El demonio neón, es una maravilla visual que se queda un poco corta en términos de propuesta narrativa, pero que no dejará a nadie indiferente
26 de Diciembre 2016
Demonio
Demonio

Guillermo Verduzco / Staff The News

El director danés Nicolas Winding Refn es un provocador. Aún su película más mainstream, Drive (2011), protagonizada por Ryan Gosling, es un ejercicio deliberado para darle una vuelta de tuerca a las expectativas de la audiencia, convirtiendo lo que a primera vista parecería un simple thriller sobre criminales en una pausada meditación sobre la justicia.

Su más reciente película, El demonio neón (2016), protagonizada por Elle Fanning, sigue con este estilo divisorio pero ya inmediatamente reconocible. El demonio neón cuenta una historia conocida, incluso arquetípica a estas alturas: Jesse (Fanning) es la clásica joven proveniente de un pequeño pueblito que llega a Los Ángeles llena de ilusiones y dispuesta a conquistar el mundo del espectáculo, sólo para encontrarse con que algo oscuro se esconde detrás de la fachada luminosa de Hollywood.

Pero esta plantilla conocida se convierte en las manos de Winding Refn en algo más. Mitad cuento de hadas neo-noir, mitad thriller de horror, El demonio neón se aprovecha de la precisa fotografía de la argentina Natasha Braier para pintar un Los Ángeles decadente y obsesivo, donde la belleza “no es lo más importante: es lo único.”

La película abre con una imagen que resume los temas de la misma: Fanning en un vestido de chillante color azul, reclinada sobre un sillón fino, cubierta de sangre que chorrea hasta el piso. La belleza y la violencia se entremezclan mientras a lo lejos un hombre toma foto tras foto y la imagen se congela con cada destello del flash.

Los personajes comentan una y otra vez la inocencia (en apariencia) de Fanning: “Ese look de venado lampareado es lo que buscan,” le dice una modelo más experimentada. Winding Ref sugiere que es esa misma inocencia la que la expone a ser utilizada como sacrificio para la fauna caníbal de Los Ángeles con que se topa: una endurecida agente de modelaje, un narcisista diseñador de modas, una maquillista que oculta sus verdaderas intenciones debajo de una máscara de amistad.

Pero el director propone un giro a la trama: el personaje de Fanning comienza a alimentarse de los que buscan aprovecharse de ella y se erige en una especie de diosa o sueño imposible de alcanzar; en el mismo proceso, transfigurada durante una alucinógena secuencia por acción de lo que quizás sea la presencia del demonio del título, pierde su humanidad.

Winding Refn ha ido desarrollando un nuevo y particular estilo fílmico desde Drive, algo que algunos han llamado un resurgimiento de los tópicos visuales de los años 80, con escenas altamente contrastadas, abuso de los colores neón y soundtracks electrónicos e hiperactivos. El demonio neón continúa con esta tendencia, pero agrega innovaciones interesantes como el uso de una iluminación casi natural en escenas filmadas en exteriores, lo que crea una oposición interesante entre la iluminación chillante de los interiores, que le deben mucho al Dario Argento de finales de los 70.

La banda sonora, a cargo de Cliff Martinez, habitual colaborador de Winding Refn, está plagada de discordantes sintetizadores, zumbidos y cacofonías electrónicas que resultan temáticamente apropiadas al desconcierto y duda de Fanning mientras la trama se vuelve más oscura y sórdida y que, también apropiadamente, recuerdan a las clásicas composiciones setenteras de Goblin.

Quizá su más arriesgada propuesta hasta ahora, El demonio neón de Nicolas Winding Refn es una maravilla visual que tal vez se queda un poco corta en términos de propuesta narrativa, pero que no dejará a nadie indiferente.

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