Recientemente, en el marco de una encuesta de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre los jóvenes y el futuro del trabajo, se preguntó a los jóvenes cómo se imaginaban su vida laboral en los próximos 10 o 15 años. Muchos dijeron que veían el futuro “con temor” o “con incertidumbre”, y esta respuesta fue más frecuente en los países desarrollados.
Casi 64 millones de jóvenes están desempleados, y uno de cada cuatro no tiene empleo, no cursa estudios o no sigue una formación. En estos datos no se tienen en cuenta ni el subempleo ni los desafíos que plantea sobrevivir en la economía informal, situaciones en las que viven muchos de ellos.
“Es necesario crear espacios seguros para los jóvenes en el mundo del trabajo. Este sería un paso importante para ayudarnos a desarrollar un entorno en el que puedan afrontar diversos desafíos, que van desde la empleabilidad hasta la iniciativa empresarial, pasando por la posibilidad de organizarse y el respeto de sus derechos”, afirma el director general de la OIT, Guy Ryder.
De acuerdo con Ryder, esos lugares deben ser incluyentes y garantizar un trato digno y respetuoso, sin importar las diferencias de raza, género, religión, nacionalidad o ideología. Lo anterior requiere espíritu de innovación, compromisos renovados, acciones concertadas y, por encima de todo, una participación involucrada de los jóvenes.
Los gobiernos, los sindicatos, los empleadores y sus organizaciones, así como las comunidades y otros actores pueden aportar mucho con el fin de apoyar y desarrollar los espacios que ofrezcan a los jóvenes las condiciones físicas y psicológicas para aprender, perfeccionar sus competencias y compartir ideas y experiencias en una atmósfera constructiva.
Con información de la OIT
