Periodismo imprescindible Jueves 18 de Abril 2024

La herencia de un oficio

En Inglaterra existe un club que reúne a empresas familiares que cuentan con más de 300 años de antigüedad, pero sólo hay 13 miembros, una prueba más de que la sucesión de profesiones y oficios de padres a hijos se reduce con el paso de los años
04 de Marzo 2018
No disponible
No disponible

POR LUCÍA BURBANO

Antaño, cuando las opciones profesionales eran más limitadas y los estudios universitarios estaban reservados a las élites, era habitual que los vástagos se dedicaran a la misma profesión que sus progenitores, aunque fuera a regañadientes. Hoy, todavía existen los negocios familiares, pero la línea de sucesión mengua cada vez más. En 2016, la consultora Deloitte entrevistó a 92 herederos de 19 países de Europa, África y Oriente Medio. De estos, el 50 % era de la segunda generación, el 22 % de la tercera y 16 % de la cuarta. Hay, no obstante, excepciones que vale la pena narrar.

Los Balson

En 1515, Diego Velázquez de Cuéllar funda la ciudad de La Habana, en Cuba, mientras que en Ávila, España, nace Teresa de Cepeda y Ahumada, mística y escritora más conocida como Santa Teresa de Jesús. Entretanto, al otro lado del Canal de la Mancha, Robert Balson arrenda un puesto en el mercado semanal de Bridport, al suroeste de Inglaterra, para vender sus productos cárnicos. Esto sería meramente anecdótico de no ser porque el bueno de Robert fue el primer eslabón del negocio familiar más antiguo del país, el de RJ Balson & Son, que tras 503 años, sigue al pie del cañón.

En la actualidad, detrás del mostrador se encuentra Richard, hijo de Don, nieto de Pop, bisnieto de Richard John y así hasta 26 nombres de varones que forman un legado familiar excepcional que ha sobrevivido guerras, plagas, suicidios, muertes, accidentes y, más recientemente, a la amenaza de los supermercados.

En lo que llevamos del siglo, el número de carnicerías independientes ha descendido de 50 000 a 6 000, sin embargo, para Balson, el servicio que ofrecen no puede compararse al de las grandes superficies. “Llevamos tanto tiempo en el negocio que la gente nos respeta. Conocemos a nuestros clientes, hemos servido a sus padres, a sus abuelos… he visto a mucha gente comenzar un negocio, expandirse y fracasar porque sólo tenemos un par de ojos para controlar lo que sucede en un establecimiento, no en tres, ni cuatro, ni cinco”, reflexiona.

El actual propietario, de 61 años, empezó a aprender el oficio de carnicero cuando era adolescente. “En esa época vivíamos encima de la tienda y yo nunca me planteé hacer otra cosa, supongo que lo llevo en la sangre”, explica. Confiesa que este aprendizaje le permitió conocer más a su padre y compartir una gran cantidad de momentos con él hasta que falleció en 2011, a la edad de 88 años. Su negocio es un legado histórico de cómo ha evolucionado la venta de carne en cinco siglos.

Primero, los Balson ocuparon una barraca en la calle donde se celebraba el mercado semanal, cuando mataban a los animales in situ para atender los pedidos. Luego de que entraron en vigor las normas higiénicas en el siglo XVIII, se mudaron a un recinto interior ocupado por varias carnicerías. La tienda donde se encuentra el negocio se fundó en 1892, y el carnicero explica que, desde entonces, el consumo ha cambiado. “Antes se compraban piezas más grandes que se asaban el domingo, se comían frías el lunes y con lo que sobraba cocinaban un estofado. Hasta la llegada de las neveras las carnes se curaban, salaban o encurtían”, relata.

No fue hasta 1985 que los Balson descubrieron la antigüedad de su negocio, gracias a un historiador local que rastreó su árbol genealógico y situó sus inicios en 1535. Fue más tarde, en 2014 y gracias a un documental emitido por la BBC sobre los negocios más longevos del país, que dieron con la fecha exacta. “Desde entonces, nos visitan muchos extranjeros atraídos por nuestro pasado”, explica.

Aprovechando su popularidad y para adecuar el negocio a los nuevos tiempos, Richard ha incluido mercadotecnia como tazas, delantales y un libro que narra la historia de su familia. También ha empezado a vender sus productos en línea. Aparte de la maquinaria, el aspecto de la tienda no ha cambiado mucho, como apenas ha variado la receta de sus salchichas y de los faggots, unas bolas de patata y cerdo que incluyen vísceras y órganos del animal, que cuentan con 300 años.

Además de él, en la carnicería trabajan su mujer, su hermana, su cuñado y una hijastra de ambos. Su hijo Billy es contable y vive en Manchester con su mujer y dos niños de 3 y 5 años. Richard no cree que se coloque tras el mostrador y confiesa que aunque tiene nociones de carnicería está explorando “otros caminos, como vender nuestras salchichas en los supermercados y gestionar nuestra tienda en línea”.

Mucha gente le pregunta quién heredará el negocio, pero a él no es algo que le quite el sueño. Su hermana tiene un hijo, y su hermano, un exfutbolista que vive en Estados Unidos con su familia, comercializa tocino y otros productos cárnicos a expatriados británicos, así que existen varias opciones para garantizar esta sucesión.

“Los negocios familiares son cada vez menos comunes, sólo un 12 % son de tercera generación, y un 3 % llegan hasta la cuarta o más allá”, dice el carnicero. Balson pertenece a un club que reúne a empresas familiares que cuentan con más de 300 años. “Sólo somos 13 miembros, lo cual es sintomático de lo excepcional que es mantener este legado durante tanto tiempo”, reflexiona.

Madre e hija

A 177 km al norte de Bridport, en Oxford, Wendy O’Shea-Meddour y Mina May forman un tándem muy especial. O’Shea-Meddour es una profesora de literatura inglesa en la universidad de Exeter y autora de varios libros de literatura infantil. May, su hija de 16 años, es la responsable de ilustrarlos; empezó a colaborar con su madre a la edad de 11.

“Aunque yo dibujé mis dos primeros libros, ella es más talentosa que yo, tiene un sentido brillante de las proporciones. Es muy intuitiva y fresca y añade mucho humor”, explica la progenitora.

Juntas han publicado cuatro libros que se han traducido a 16 idiomas, incluyendo castellano, coreano o hebreo: Wendy Quill is a Crocodile’s Bottom (2013), Wendy Quill Tries to Grow a Pet (2014) Wendy Quill is Full Up of Wrong (2014) y Dottie Blanket and the Hilltop (Dragonfly) (2014).

May, quien nunca ha recibido clases de dibujo, relata que ilustra los personajes una vez que su madre ha terminado el texto, después de clase o durante las vacaciones escolares. A veces trabajan codo con codo en la mesa que tienen en la cocina; la madre escribe un capítulo y la hija comienza a esbozar el anterior.

“Conozco muy bien a mi madre, así que me resulta fácil dibujar lo que ella está pensando”, continúa. La joven empezó a ilustrar con una tableta pero a medida que ha ido creciendo ha comenzado a experimentar con otros medios como la pintura. Los personajes que salen de la imaginación de su madre evolucionan con ella, así como el estilo de su trazado. “Los protagonistas del primer libro que dibujé cuentan con 9 años, una edad similar a la mía por aquel entonces”, agrega.

“Es la excusa perfecta para pasar más tiempo con mi hija. Nuestro trabajo nos ha permitido compartir muchas aventuras juntas, como participar en festivales, conocer a autores famosos, hospedarnos en hoteles y conceder entrevistas”, comparte O’Shea-Meddour.

En alguno de estos eventos, May pinta delante de nutridas audiencias y enseña a los más pequeños a dibujar, una herramienta de expresión que para ella es muy importante. De acuerdo con O’Shea-Meddour, fomentar la creatividad es uno de los pilares que inculca a sus hijos, sin importar el medio con el que la expresan.

Mina ha recibido ofertas de otros escritores, pero de momento quiere concentrarse en los exámenes de preparatoria que dan acceso a la universidad, aunque confiesa que le encantaría continuar trabajando con su madre. La progenitora, por su parte, cree que Mina dará un día el salto a escribir sus propios libros. “Tiene una imaginación increíble”, afirma. La creatividad es el nexo de unión de una familia donde el espíritu de colaboración puede convertirse en herencia.

Recientes