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El mantra de Rita

Tras estudiar pintura, escultura y medios audiovisuales en los años 90, la tapatía Rita Basulto encontró por fin la ruta para trazar su carrera en el cine de animación
17 de Julio 2017
Foto: Especial
Foto: Especial

POR IRMA GALLO

Tiene los ojos enormes, rodeados de ojeras que profundizan su mirada. Hoy le brillan más porque está feliz: Los Aeronautas, el cortometraje dirigido por León Fernández –y para el que ella hizo el diseño de arte y la fotografía– ha ganado el Premio a Mejor Película en el Literally Short Film Festival en Houston, Texas y en los Premios Ariel ganó como Mejor Cortometraje de Animación.

Rita Basulto lleva un vestido blanco con grandes flores coloridas, y cuando habla, lo primero que sale a relucir es su acento jalisciense y la manera en que las ideas se agolpan en su mente y salen como cascadas de frases incompletas por sus labios. Es difícil seguirla.

“Entré a las artes plásticas porque no había escuelas de animación, y era como lo más cercano. El día que cumplí 15 fue mi primer día en la escuela de artes plásticas. Fueron unos verdaderos 15 años, ¡padrísimos!, porque era así como ¡wow! ¡estoy en una escuela así!”.

Rita estudiaba la prepa durante las mañanas; y la carrera de Artes Plásticas, que entonces sólo tenía validez a nivel técnico, por las tardes. De tres de la tarde a nueve o 10 de la noche, y a veces también los sábados.

“Era bastante extenuante: la prepa y esto. Sin embargo, me encantó, y estuve cinco años en la carrera de Pintura. Estaba tan entusiasmada en la escuela que me quedé dos años más en escultura”.

Y entonces se le atravesó en el camino aquello que siempre soñó: “Supe de un curso de animación y dije ‘por fin ya hay escuela de animación’, pero cuando llegué, el curso ya se había terminado”. Sin embargo, la escuela seguía ahí (la Universidad de Medios Audiovisuales) y Rita decidió hacer el trámite para inscribirse.

“Antes, de 120 personas entraban 25, y el examen consistía en ver una película, hacer un storyboard y una reseña. El examen duraba, no sé, dos horas. Se supone que terminaba a las dos de la tarde y eran las siete y yo seguía dibujando; entonces el director, que en ese entonces era Daniel Varela, que fue maestro de Guillermo del Toro, me dijo: ‘Tú ya estás dentro; no sigas dibujando, detente’ ”.

Guillermo del Toro, quien todavía no era la estrella que es hoy, aunque su película Cronos había ganado el Ariel a mejor Ópera Prima y ya había dado el salto a Hollywood con Mimic, dio la plática de bienvenida a los alumnos de primero. “Decía que quizá uno, o ninguno de los que estábamos ahí, iba a terminar haciendo cine, que porque era algo de mucha disciplina”.

En ese entonces, Rita comenzó a aplicar su talento y sus conocimientos de artes plásticas al cine, y junto con Juan José Medina creo su primer cortometraje de animación: El octavo día. La creación.

“La cámara que usamos era una donación de Guillermo del Toro a la escuela, una viejititita que pesaba como 20 kilos, y con eso empezamos a hacer el corto”.

Y fue así que Rita Basulto ganó su primer Ariel en la categoría de Mejor Cortometraje de Animación, en 2000. “Ni fuimos por él porque jamás pensamos que podría ganar”, recuerda ahora.

Después siguió Lluvia en los ojos, un proyecto muy íntimo, en el que hizo el guion, la fotografía, la dirección y la creación de personajes, y con el que también ganó el Ariel al Mejor Cortometraje de Animación.

Es la historia de una niña que debe aprender a lidiar con la muerte e inventa un amigo imaginario, que es un rinoceronte: “Se muere mi abuela y yo tenía una historia de esas que no recuerdas si es del sueño, del inconsciente, o igual era algo que vi en otra película, de un rinoceronte en un muro, como en un tapiz. De un montón de recuerdos vagos hice una especie de metáfora de cómo una niña de siete años tiene que entender la muerte, el desapego, cómo lidiar cuando alguien se va para siempre. Porque esta cosa de que se va a un lugar mejor, es así como, bueno ¿y por qué se fue sin sus cosas? En la dirección de arte me inspiré en Andrew Wyeth, un artista norteamericano; replico mucho de sus cuadros: la estética, la casa, y me perdí durante cinco meses en hacer miniaturas”.

Desde 1999 Rita trabaja en proyectos de animación, y le ha ido muy bien. Ahora, 19 años después, el trabajo de Rita obtuvo una nominación para los Ariel por Mejor Cortometraje de Animación, pero esta vez por Los Aeronautas.

“Tenía un amigo que decía: ‘Hacer animación es como ver crecer el pasto; es lento’, y sí, así es: como un mantra”. Sin embargo, no todo es monótono. Sobre todo en cuanto a la creación de personajes se refiere:

“Son ciertas imperfecciones que lo hacen mágico. Además, que sean esculturas animadas. La palabra animación proviene de proveer el alma a un ser inanimado. A ratos pienso que he dado muchos cachitos de alma, por eso mi iPad no responde, nada que funcione con alma: no se abren las puertas de los centros comerciales; no sé, tal vez me estoy quedando sin alma”.

En 2016 Rita recogió su Ariel por Zimbo, cortometraje que codirigió con Juan José Medina, con un vestido negro cuya falda vaporosa que salía a la altura del pecho dejaba ver su vientre redondo por la incipiente maternidad. Hoy tiene a Dante, un hermoso bebé. Entre un proyecto y otro, dice, “me meto en obras de teatro, construyo marionetas, hago escenografía, ilustración para libros”.

Sin duda todavía le queda mucha alma qué dejar en el camino.

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