Periodismo imprescindible Jueves 25 de Abril 2024

Making Fun: La historia de Funko

Complaciente aunque apasionado, David Romero narra en su documental la fascinante historia de los muñecos Funko Pops: pequeñas figuras de vinil que representan a los personajes más populares y enigmáticos de la cultura pop actual
02 de Junio 2018
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Hasta antes de la década de los 90, las figuras más grandes y representativas de la cultura pop eran aquellas que ganaban un Oscar; con la llegada de Los Simpsons, sabías que eras un personaje influyente en la cultura popular si te invitaban a hacer un cameo con la familia más famosa de Springfield. Pero hoy en día, el trofeo máximo que otorga la cultura pop a sus más grandes estrellas es una figura de Funko.

Funko (apócope de Fun Company –Compañía Divertida–) es la empresa responsable de los Funko Pops, aquellas pequeñas figuras de vinil, con apenas un punto de articulación, que representan a los personajes más populares y enigmáticos de la cultura pop actual. A diferencia de los clásicos muñecos de acción (donde el rey sigue siendo Star Wars), los Funko no se limitan a la cultura geek: hay Funkos de deportistas, músicos (vivos o fallecidos), políticos (en su momento el Funko de Trump fue más vendido que el de Hillary), de personajes de series, de caricaturas, de películas y por supuesto, de superhéroes.

Estás pequeñas piezas de vinil tienen el poder de la ubicuidad: están en nuestros libreros, en el buró de noche, en nuestro escritorio de trabajo. Se trata de objetos altamente coleccionables que son ya un fenómeno mundial.

En el documental Making Fun: La historia de Funko, de reciente estreno en la plataforma de Netflix, el documentalista y fan de la marca, David Romero, da cuenta de la extraordinaria historia de esta empresa nacida en un Snohomish, Washington. Su fundador, Mike Becker, inicia la compañía sin muchas aspiraciones, como una extensión de su propio fanatismo por la memorabilia y todo lo que oliera a nostalgia.

Funko nace gracias a un contrato que Mike obtiene con la cadena Big Boy para producir figuras en forma de muñeco booblehead o cabezón (figuras de vinil con la cabeza enorme que, al golpearlas con el dedo, rebotan de forma curiosa), de la mascota de ese restaurante.

La sorpresa fue que aquel primer juguete se vendió casi de inmediato. Entusiasmado, Becker pensó que podrían fabricar más cabezones en forma de personajes que él admiraba. Así, la primera licencia que obtiene es la de la clásica caricatura de los años 20, Betty Boop. El gran salto vino con el contrato para hacer una figura de Austin Powers a fin de promocionar su nueva película.

Los cabezones de Funko se convirtieron en un objeto coleccionable, pero aún de nicho. De hecho, el 99 % de sus coleccionistas eran hombres. La fortuna tocó de nueva cuenta a su puerta cuando Warner Brothers les pidió diseñar figuras especiales para la Comic-Con de 2011. Fue así que nació la línea Funko Pop, misma que llevó a la compañía a un rango de 40 millones de ingresos anuales (apenas en 2013), asegurándose además un lugar en el Nasdaq.

¿Cuál es el secreto? Según los fundadores, el secreto está en la pasión y el amor con el que fabrican estas pequeñas figuras. Funko es un trabajo de fans para fans. Pocas empresas (¿Apple tal vez?) pueden presumir de tener en su fuerza laboral a auténticos fanáticos de la propia marca. Funko además apunta a una línea muy fina aunque redituable: el cruce entre la nostalgia, cultura pop y lo que los japoneses llaman “kawaii” (lindo).

Y es que los Funko Pop poseen muchas similitudes con otro fenómeno mundial de los juguetes: Hello Kitty. Los Funko, como Kitty, tienen cabeza grande, frente amplia, ojos enormes y no tienen boca. Ambos emulan el aspecto que tienen los bebés en su primer año.

Complaciente pero apasionado, Romero narra en su documental esta fascinante historia en voz de sus protagonistas, y también dedica tiempo (tal vez demasiado) a mostrar el fandom que existe alrededor de la marca y sus productos: desde actores hasta cantantes, deportistas y estrellas de rock, todos ellos coleccionistas orgullosos de haber sido inmortalizados mediante una figura de Funko.    

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