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Miss Peregrine y los niños peculiares

13 de Octubre 2016
peregrine
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De un tiempo a la fecha, el cine de Tim Burton está en un eterno retorno. A cada cinta nueva del director uno espera recuperar el asombro que nos causaron sus primeras obras, cintas que ya son parte de nuestra psique colectiva como Edward Scissorhands, Beetlejuice, Mars Attacks!, Ed Wood, Big Fish, o su versión de Batman.

Pero en vez de ello, la expectativa de encontrarnos con aquel Burton es cada vez menor. Ya no preguntamos si su nuevo filme (el que sea) estará bueno, más bien la pregunta insistente es: ¿cuándo lo perdimos?

Si bien su nueva cinta, Miss Peregrine’s Home for Peculiar Children (USA, 2016), no es el desastre que se vaticinaba, tampoco le alcanza como para que guardemos esta película en el cajón de los grandes filmes de Burton.

En esta cinta conoceremos a Jake (Asa Butterfield), un adolescente impopular (sus compañeros de salón ni lo reconocen fuera de clase), con unos padres medio desentendidos, y cuyo único refugio emocional es su abuelo (Terence Stamp) quien desde pequeño le contaba sus increíbles aventuras en la Segunda Guerra Mundial.

Justo de esos relatos de infancia surge el de la Señorita Peregrine, quien supuestamente tenía a su cargo, en una especie de orfanato, a un puñado de niños con poderes especiales: una niña que puede volar, otra con superfuerza, uno más que es invisible, y muchos otros.

Una noche el abuelo es asesinado, Jake alcanza a llegar a la escena del crimen sólo para escuchar sus últimas palabras: busca a la señorita Peregrine, regresa a 1943.

Obsesionado, Jake vuela junto con su padre a Inglaterra (por consejo de su psiquiatra) para así comprobar si lo que le contaba su abuelo era cierto, si en realidad existió aquella mansión de la Señorita Peregrine.

Basada en el libro homónimo de Ransom Riggs, la cinta tiene al clásico protagonista burtoniano (Jake, quien encontrará su lugar en la oscuridad, de lado de los especiales y desadaptados) que vive en un contexto clásico de película de Spielberg: el niño cuyos padres no lo entienden, que aún estando presentes es como si no existieran.

Ese es el giro más interesante: ver cómo Burton dirige una película que bien pudo ser del Steven Spielberg más clásico.

Si no fuera porque la trama es tan compleja, tal vez habría salido algo interesante. Las dos terceras partes de la cinta no son sino mera exposición para entender cómo funciona la mecánica de la misma: los niños peculiares viven en 1943, pero Miss Peregrine tiene la habilidad de mantener el tiempo en un ciclo de 24 horas constante, por lo que siempre viven en el mismo día.

Burton se divierte: rinde homenaje a Jason and the Argonauts (Chaffey, 1963), se engolosina (otra vez) con los efectos especiales, diseña la apariencia de estos niños en la mejor tradición de la estética burtoniana, e incluso se da tiempo para inlcuir un cameo.

Mas por cada momento en que Burton retoza, a nosotros nos receta otra explicación, otro término nuevo, otra regla para permitir que esto gire. El resultado: se ve a Burton, que opera como Spielberg, pero al final no es más que una larga cinta de aventuras cuyo único objetivo será vendernos la secuela, un libro, hacer de esto una saga y comprar juguetes en una cajita feliz.

Seguimos extrañando a ese Burton de antes, al que en efecto era peculiar y no solo una copia barata de sí mismo.

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