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¿Qué hace reír a los latinos?

Mientras que Hollywood batalla para atraer al público de habla hispana, Eugenio Derbez parece que descubrió el hilo negro, y en ¡Hombre al agua!, película que se estrena el 10 de mayo, lo revela: un equipo con talento hecho en México
06 de Mayo 2018
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POR JAVIER PÉREZ

Eugenio Derbez produjo, dirigió y protagonizó la película mexicana que desde 2013 encabeza la lista de las más exitosas de la cinematografía nacional, No se aceptan devoluciones. Desde entonces, no ha vuelto a dirigir un filme a pesar de que ha producido y protagonizado un par, ambos de producción hollywoodense: Cómo ser un latin lover (2017) y, ahora, ¡Hombre al agua! (2018), una nueva versión del filme Overboard (1987, protagonizado por Kurt Russell y Goldie Hawn) que estrena este 10 de mayo.

“Estaba conociendo el mercado”, me dice Eugenio la tarde de un martes cuando le pregunto la razón por la cual no ha vuelto a la dirección. “Sé que estoy en la industria más competida a nivel mundial hablando de cine, no hay más para arriba que Hollywood, y no he querido hacer todo, voy por partes. Para mí ha sido de por sí bastante complicado actuar en otro idioma que no es el mío, me ha requerido muchísima disciplina y muchísimo estudio”.

Ha tenido que tomar clases de inglés con el objetivo de reducir el acento, por ejemplo, y ha estudiado hacia dónde tiene que dirigir su humor. Sus palabras sorprenden. “Le entiendo más al drama porque es mucho más universal: todos lloramos por lo mismo, como la muerte o el amor, situaciones con las que todos nos identificamos. El humor no, es totalmente diferente: tú te ríes de cosas diferentes según tu clase social, tu educación, según cómo amaneciste. Y no se ríen de lo mismo los mexicanos que los españoles o los argentinos, depende de muchos factores. Y yo no sabía de qué se ríen los gringos. Así que voy por partes, pero ya tuve mis dos primeras experiencias y la siguiente película me aviento a dirigir. Ya me siento con las bases suficientes para hacerlo”.

Y cuenta con una herramienta que usa a su favor. No se aceptan devoluciones y Cómo ser un latin lover fueron éxitos de taquilla en Estados Unidos y consiguieron lo que Eugenio identifica como uno de los deseos más grandes de los estudios de Hollywood: “jalar un público latino al cual no saben cómo accesar, para ellos es un enigma. Han hecho intentos y creen que haciendo películas sobre inmigrantes o poniendo actores que se apelliden González y Martínez lo van a lograr, pero no se la saben. Como me dicen que ya demostré que traje taquilla, entonces ya confían en mí”.

Eso le ayuda no sólo con la visibilidad que ha adquirido en la industria estadounidense (la academia de ese país lo invitó este año a presentar una categoría en los premios Oscar), sino también en su poder de negociación. Por eso pudo darle la vuelta a Overboard al invertir los papeles: ahora ella no es la millonaria, sino él, y además el personaje es mexicano. “No fue fácil venderle la idea a MGM. Hay que romper los estereotipos. Me parecía importante enseñar estos dos tipos de mexicanos porque en Estados Unidos el mexicano debe tener cierta facha, casi te ven con el sombrero y el burro. Mexicano: valet parking, jardinero; no salimos de lo mismo. Entonces yo quise que en la película hubiera este contraste de tener a la familia multimillonaria”.

A fin de que se dieran una idea de cómo sería su personaje de Leonardo –un júnior arrogante que viaja en su propio yate en la fiesta eterna hasta que cae por la borda y pierde la memoria–, Eugenio decía: “haz de cuenta que es el hijo de Carlos Slim”. Pero se topó con que casi nadie sabía quién era Slim. “Les cuesta entender que hay mexicanos que también son ricos. Y mostrar en la película estas dos familias, tanto la de multimillonarios como la de clase trabajadora, que también es un homenaje a los trabajadores mexicanos que van allá, fue una muy buena combinación. Además, las escenas en español son muy cómicas y son bien recibidas por el público en Estados Unidos”.

Y es que Eugenio convocó a un grupo de actores mexicanos –Jesús Ochoa, Adrián Uribe, Omar Chaparro, Mariana Treviño, Edgar Vivar, Cecilia Suárez, Fernando Luján– con la finalidad de que interpretaran a los personajes de su familia y compañeros de trabajo. Con estos últimos se relaciona una vez que Kate (Anna Faris), una madre soltera que trabaja en una compañía de limpieza mientras busca graduarse de enfermera, le ha hecho creer que es su esposo para desquitar los malos tratos que él le dio. “Quería mostrar que en México también tenemos buenos actores y que no sólo existen los Robert De Niro o los Al Pacino”.

Eugenio, quien viste un traje de dos piezas, se sincera. “Estos han sido proyectos que me han llegado, pero tengo dos o tres historias que de verdad me nace contar, que tienen mucho que ver con la situación en la que veo a México, con los mexicanos, con mi vida, con cómo me siento”.

Esto surgió a partir de una serie de cuestionamientos que se ha planteado el propio Eugenio: ¿es cierto que la fama y el dinero son tan padres como los ve la gente desde afuera?, ¿qué tanto te arrebatan en lo personal, qué tanto pierdes?

“No sabes la cantidad de veces que he querido decir ‘ya no quiero, ya no está padre, quiero tener una vida normal, quiero poder ir al parque con mis hijos, irme a tomar un helado, ir a comer, quiero vivir’. La verdad es que esta vida no es vida, me la vivo hablando con mi familia por teléfono, voy y vengo. Quizá estas dos primeras películas no eran precisamente el tipo de cosas que quería contar, pero es parte de esta presión que tienes de la industria, que te dice ya llevas tres años y tienes que hacer una película. Entonces hay una negociación: aunque ahorita no he contado las historias que quiero contar, estoy a punto de empezar. Quiero transmitirle a la gente todas estas cosas que tengo en la cabeza y en el corazón, y eso me motiva siempre a seguir contando historias”.

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