Periodismo imprescindible Sábado 20 de Abril 2024

Una mujer fantástica

El director Sebastián Lelio continúa sus análisis hacia el mundo de lo femenino, ahora con Marina, una chica transexual que tras una tragedia debe enfrentar a una sociedad que la califica como una aberración
04 de Marzo 2018
No disponible
No disponible

Si como decía John Lennon en una de sus canciones más famosas, “La mujer es el negro del mundo, la esclava de los esclavos”, ¿qué sucede cuando hablamos de una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre?

En su más reciente cinta, Una mujer fantástica, el chileno Sebastián Lelio continúa el agudo análisis hacia el universo de lo femenino, mismo que inició en su cinta anterior, la extraordinaria Gloria (2013). En aquel largometraje, la Gloria del título era una mujer madura, divorciada, en lucha permanente por reclamar vida a la edad y a la sociedad que por sus años y su condición marital la marginaba.

Ahora, en Una mujer fantástica, entramos a la vida de otra mujer, Marina (impresionante Daniela Vega), una chica transexual quien, al fallecer su pareja, debe enfrentar a toda una sociedad (la chilena en este caso) que le niega la posibilidad no sólo de amar, sino de velar y despedirse de su novio en su propio funeral. Incluso tampoco le otorgan el derecho de su nombre y de su género: insisten en llamarla en masculino, aunque se trate de una mujer.

Para el Estado y la sociedad, Marina es una aberración que no debería existir.
Luego de un noviazgo que se adivinaba amoroso y hasta tierno, la muerte llega como ladrón en la noche y le arrebata a Marina su pareja, un hombre maduro, 20 años mayor que ella y con quien mantenía una relación entrañable a pesar de la desaprobación de su familia.

El mundo de Marina se derrumba y su primera reacción es huir, pero ni eso le es permitido por la sociedad puritana: la buscan de inmediato para que declare por la muerte de su novio, ya que ella, por su condición de transexual, es la principal sospechosa de haberlo matado. “¿Eran novios o más bien él te pagaba?” le dicen los doctores, los policías, las trabajadoras sociales y la familia de su novio. Según el mundo, simplemente es incomprensible que una transexual y un hombre pudieran tener una relación estable.

El duelo se torna en una pesadilla surrealista donde Marina recorre diferentes calles de Chile (fotografiado como una gran urbe cosmopolita) teniendo, literalmente, el viento en contra mientras trata de huir de la persecución sistemática, de las amenazas de los parientes, incluso de un intento de secuestro donde a base de golpes le dejan en claro lo que la sociedad piensa de ella: “eres un monstruo, una quimera”.

Condescendiente con su personaje, Lelio no se decanta por el hiperrealismo social sino que, al contrario, Marina vive este infierno en una especie de realismo mágico que suaviza la violencia pero enfatiza la lucha y la gran pérdida. En una escena absolutamente emblemática, Marina, tratando de soportar el castigo tremendo al que la someten, entra a un antro, baila y se transforma en una princesa inquebrantable. Una secuencia mágica y conmovedora.

Daniela Vega en el papel de Marina es una absoluta revelación. Su actuación –fuerte, decidida, valiente ante una cámara que por momentos la agrede con la mirada meticulosa a su cuerpo (bella fotografía de Benjamín Echazarreta) pero siempre al borde de la desesperación– es el corazón de esta cinta que mezcla amor, magia y denuncia en una historia donde la mujer sigue luchando por no ser el negro de este mundo.

Dirección: Sebastián Lelio.
Guion: Sebastián Lelio y Gonzalo Maza.
Producción: Pablo Larraín, Sebastián Lelio, Gonzalo Maza, Ben von Dobeneck. Chile, 2017.
Fotografía: Benjamín Echazarreta.
Edición: Soledad Salfate.
Diseño de arte: Estefanía Larraín.
Con: Daniela Vega, Francisco Reyes, entre otros.

Recientes