Periodismo imprescindible Jueves 28 de Marzo 2024

Caminatas feministas

Platicar de frente con Vivian Gornick (1935) es una experiencia emotiva, pues es una periodista emblemática y una de las voces más reconocibles del movimiento feminista estadounidense. Desde finales de los años sesenta, ha hecho un periodismo activista en primera persona en el que, dice, se usa a sí misma para hablar de una condición en el mundo
10 de Noviembre 2018
Vivian Gornick por Mitchell Bach
Vivian Gornick por Mitchell Bach

POR JAVIER PÉREZ

Apenas el año pasado se publicó en español Apegos feroces (Sexto Piso), las memorias de Vivian Gornick, que hablan sobre su relación con su madre originalmente publicadas en 1987. Es una pieza fabulosa de no ficción que a partir de las caminatas por las calles de Nueva York con su madre anciana, desde su presente de aquel entonces, recurre a algunos de sus recuerdos para dar cuenta del significado de ser mujer en dos generaciones distintas.

Desde la misma óptica personalísima, Gornick escribió La mujer singular y la ciudad (Sexto Piso), donde la reflexión gira alrededor de lo que implica ser una feminista moderna mientras vuelven a aparecer las calles de Nueva York.

Son muchos temas sobre los que quiero preguntarle, y el tiempo es reducido, escasísimo para platicar con ella. Elijo eso del significado de ser feminista hoy.

“Es el mismo que siempre –dice en su magnético tono de voz, pausado y explicativo–: el feminismo es la lucha por los derechos igualitarios para las mujeres en términos de política, cultura y sociedad. Es la misma lucha, parece que cambian los personajes entre una generación y otra, pero esencialmente de eso trata. Cuando yo era una joven feminista, hace 40 años, parecía mucho más simple. Había muchas voces en contra nuestra, pero pedíamos que se corrigieran las cosas con el fin de poder estar en igualdad de derechos en el mundo. Y había muchas predisposiciones culturales, como que un hombre era criado para ir a trabajar y la mujer para casarse y que eso era tener identidad.

“Y esa lucha viene desde la revolución francesa. El feminismo es una lucha que tiene 200 años y cada 50 tenemos un pequeño progreso. Me explico: hace 50 años luchamos simplemente con el objetivo de poder votar, y cada 50 años no hay un progreso suficiente, así que volvemos de nuevo y aquí estamos. Cuando era una mujer joven, ahora ya estoy vieja, me convertí en una feminista dura, radical, estaba en las barricadas. Y 40 años después, otra buena cantidad de mujeres jóvenes están enfurecidas y eso es porque nada ha cambiado lo suficiente. Lo que sucedió hace 40 años fue que la idea de los derechos de las mujeres volvió a surgir después de muchísimos años, así que parecía nueva.”

–¿Ya no lo es?

—Cuarenta años después no parece tan nueva, aunque en muchas partes del planeta sí lo es. Estoy aquí [en México] porque en esta parte del mundo repentinamente están despertando al poder de la lucha, y mis libros han sido traducidos y se venden bien, y estoy aquí porque el mundo de habla hispana repentinamente está muy preocupado por estos temas. No parece muy nuevo en otros lugares, pero es lo mismo una y otra vez porque cuando empiezas a pensarlos, estos temas de los derechos de las mujeres tocan las ansiedades, temores e inseguridades más profundos que todos tenemos. No hay nada más inseguro que muchas mujeres juntas. Así que ser una feminista hoy es simplemente colocarse junto a cualquier otra lucha en la que se busque la igualdad de los seres humanos. Es un negocio complicado, tal y como lo son las relaciones entre blancos y negros, judíos y gentiles, inmigrantes y lugareños, listos y estúpidos. Todo esto afecta la forma como nos llevamos unos y otros.

—¿Qué la motiva a seguir escribiendo, luchando?

—Mis propios sentimientos dolorosos. Mientras hieran, haré lo que hago.

—Usted abre su corazón en sus libros, tiene estos libros autobiográficos, ¿qué tan difícil es exponer eso?

—Cuando crees que estás usándote a ti misma para decir algo acerca del mundo, no es difícil. Y nunca he sentido que esté confesando algo. Siempre soy cuidadosa de usar mi propia vida con el fin de hablar honestamente de una condición en el mundo. Nunca he sentido que sean autocomplacientes ni confesionarios. Y mucha gente que escribe memorias exitosas siente más o menos lo mismo, que no está confesando algo. Simplemente te usas a ti mismo para discutir otra cosa.

—¿Cómo descubrió que esa era la manera que mejor le acomodaba a su escritura?

—Descubres por ti mismo mientras escribes qué forma te queda mejor. Cada escritor tiene una imaginación que necesita ser liberada; algunos hacen poesía, otros ficción y otros más lo que yo hago, que es una combinación entre la reflexión personal y las memorias. Cuando era joven, todos los escritores potenciales que conocía querían hacer la nueva gran novela americana, y nunca me había planteado otra cosa que ser una escritora de ficción. Pero nunca pude escribirla, y no sabía por qué. Luego empecé mi vida profesional como escritora, como periodista, al principio de los movimientos de liberación en Estados Unidos: los derechos civiles de los homosexuales, las mujeres y los negros. Esos tres movimientos fueron los de mi juventud. Yo trabajé para un bien conocido medio contracultural, el Village Voice, y ahí pude hacer un periodismo activista, un periodismo feminista. No hubo ningún momento mientras escribía en que no lo hiciera a partir del feminismo. En esa época muchos escribían un periodismo personal, así que en cada pieza que hacíamos nos usábamos a nosotros mismos. Pero yo era un personaje, veía todo a través de mí, de mi personaje. Con ese ojo hice cada historia particular, y descubrí muy pronto que es lo que hacía mejor y así las historias surgían. Por eso me convertí en una escritora de no ficción.

—En sus libros son muy importantes las caminatas…

–Nueva York es una gran ciudad para eso. Estos libros que he escrito cuentan mis propias aventuras en las calles. Siempre he estado abierta a tener una conversación con alguien y, si puedo, escribir una historia sobre ella. Es una vieja tradición de la que no muchas mujeres han formado parte; me veo a mí misma así, como una mujer de mediana edad, divorciada, feminista, que camina las calles de una gran ciudad y contribuye a la literatura del flaneur, de alguien que camina las calles con el fin de ver las aventuras de la ciudad. Nueva York es una gran ciudad para eso, porque en las grandes capitales del mundo, sobre todo en Occidente, la gente usa las calles con el propósito de expresarse, para ser expresiva.

—¿Alguna vez imaginó que sus libros estarían por todo el mundo?

—No, nunca

—¿Y cómo se siente?

—En shock; sorprendida, muy sorprendida, y contenta, muy agradecida. Es bueno haber vivido tanto tiempo.

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