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Cuando dos mundos colapsan

Silvia Navarro y Osvaldo Benavides ya están sobre el escenario para representar a dos seres destinados a estar juntos, pero el encuentro se pospone; una broma del destino, le llaman
12 de Agosto 2018
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POR JAVIER PÉREZ

Silvia Navarro viste de negro, con ropa deportiva. Se le ve física y emotivamente en forma mientras sigue las indicaciones de Adrián Vázquez, el director y autor de Donde los mundos colapsan, obra que coprotagoniza con Osvaldo Benavides en el Teatro López Tarso.

Silvia ensaya una escena, apenas un instante de la obra: dice sus diálogos, se los cambian, pregunta, cuestiona, propone, vuelve a preguntar. Hace movimientos corporales cual si fuesen una coreografía. Más tarde el propio dramaturgo me aclarará que no son solamente movimientos realistas, sino evocativos y metafóricos, con algunos elementos coreográficos que no llegan a la danza: tienen que ver “con una organicidad”.

La obra habla, de alguna manera, de dos seres destinados a conocerse, y cuyo encuentro se pospone “como una broma o una rebeldía del destino”, según se lee en la sinopsis. Él es Richard y ella, Valeria. La historia transcurre en un lapso de muchos años, preparando el momento en que estos mundos colapsarán. Es un reto, dice Silvia, “llenar las edades pero verlas desde lejos. Ojalá lo logre. La verdad es que yo he visto el trabajo de Adrián con otros actores: me fascina, pero luego me arrepentí y me pregunté: ¿es en serio que voy a hacer esto?”.

Y es que la Silvia que ya no es Silvia cuenta, narra, recuerda, vive, platica en un breve instante. “A mí me tienen que poner a trabajar mucho. Adrián trabaja mucho con el físico, yo tengo muchas cosas que debo aprender con él para este proyecto, que me requieren concentración en muchos sentidos. Adrián te pide narraturgia, claro que también introspección, pero a veces me dice: ya no estás en el momento, ya lo viviste, pero ahorita ya lo estás evocando, ahora estás ahí, ahora ya sólo nos lo estás contando. Entonces jugar con esta dimensionalidad de la persona, el actor, el personaje, contando, viviendo, actuando pero regresando, es como jugar un juego de esta corriente narrotúrgica”.

Es un reto mental y físico que requiere confianza mutua entre actores y director. Adrián, el director que está en los ensayos con la espalda lastimada, se refiere a correspondencia. “Además de estar constantemente hablando con el actor y proponiéndole y haciéndole ver cosas de la historia que ya vimos, ellos también me ayudan a descubrir otras –dice el dramaturgo–. Y eso tiene por principio mucho que ver con la manera como trabajo: escribo para los actores que van a representar la obra, no escribo obras que van a ser representadas. Esta obra está hecha para que Silvia Navarro y Osvaldo Benavides la interpreten. Y tiene mucho que ver con su naturaleza humana, no con su historia de vida, sino con este animal escénico del cual uno intenta desentrañar qué misterios tiene en su interior y así es como a mí me ayudan a construir la historia. Entonces eso es una noción muy importante”.

Adrián no habla de dificultades sino de complejidad; y tampoco de representación sino de descubrimientos. “Más que una noción de crear la ficción, me gusta creer que la descubrimos, que en escena descubrimos nuestra obra. Y es un proceso muy rico, porque cada descubrimiento es un gran hallazgo y ahí surge una emoción no sólo en los actores, sino también en el equipo de producción”.

Así es como suele trabajar él, por lo menos cuando es el autor y director de la obra y no actúa ni dirige para otros. Como hizo en Wences y Lala o Algo de un tal Shakespeare. Y le gustan las duplas.

“Más allá de la exposición de las emociones o las acciones, nos gusta la evocación profunda que despierta imágenes en el espectador, que le permite contarse a sí mismo la historia a través de nuestra gestualidad mínima. Es una propuesta estilística de la compañía a la cual yo dirijo, pero a la cual tanto Osvaldo como Silvia han entrado con fe a decir yo quiero proponer esta manera de contar historias que tiene que ver con la honestidad, con tratar de evocar realmente las imágenes para que el espectador pueda verlas más que representarlas”.

Es una forma poco común de trabajo, me dice Osvaldo Benavides teléfono de por medio. “A Adrián le gusta hacer taller con los actores e ir desarrollando lo que tiene en la cabeza. Lo que él ya tiene trabajado, lo sigue trabajando con los actores y juntos llegamos al personaje y descubrimos la historia, los diálogos. Ese proceso da muchos nervios porque no tienes un texto como para ponerte a trabajar, subirte al escenario y revisar los ensayos. Todo se va haciendo al mismo tiempo. Dan nervios pero es muy emocionante trabajar así, es un experimento diferente, permite mucho que sea un trabajo de colaboración. Y a mí colaborar cuando actúo, es decir cuando tengo chance de opinar y aportar, siento que es la manera en la que trabajo mejor”.

A Silvia Navarro le entusiasma y le inquieta este trabajo. “No sé si la palabra sea vicios con los que uno se llena y hay que estar limpiándolos todo el tiempo, tallerearte, cuidarte, ensayar, para poder llegar lo más abierto con el director para que él mueva y estructure. Creo que es un proceso, un camino, pero sin duda este personaje tiene muchas cosas deliciosas y muchas cosas a las que me gustaría subirme”.

Por eso ensaya con intensidad, revisando su personaje de manera meticulosa, y se mantiene en forma física y emotivamente.

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