Periodismo imprescindible Martes 23 de Abril 2024

El poder de la palabra

El actor Alfonso Herrera protagoniza la obra 
La sociedad de los poetas muertos, puesta en escena 
que también servirá para inaugurar el nuevo 
Teatro Libanés
08 de Abril 2018
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POR JAVIER PÉREZ

Alfonso Herrera es un tipo amable que intenta ser conciso en cada una de sus respuestas. Tiene el pelo ligeramente entrecano, una barba cuidadosamente cerrada y la mirada fija y penetrante. Alcanzó reconocimiento internacional por su interpretación del padre Tomas Ortega en la serie El exorcista, secuela de la película de 1973 que entre 2016 y 2017 estuvo activa en Fox. Ahora este actor, a punto de cumplir 35 años, está en México con la finalidad de protagonizar la obra La sociedad de los poetas muertos –basada en la película homónima–, dirigida por Francisco Franco, en la que interpreta al inspirador profesor Kipling.

De acuerdo con Poncho Herrera, como se le conoce desde que formó parte del reparto de las telenovelas juveniles Clase 406 y Rebelde, la coyuntura para poner esta obra es la indicada. “Es importante para enseñar y mostrar una historia cuyo propósito es inspirar y hacernos entender el poder que tienen la palabra y las ideas, y cómo esas ideas y palabras pueden transformar nuestro alrededor”.

Además, se siente muy feliz y contento de estar en México con su familia, “contento de estar trabajando aquí y esperemos que sea una temporada muy larga para poder estar mucho tiempo aquí. Yo disfruto mucho trabajar acá por la camaradería que se genera”. Por lo pronto, en el verano filmará una película con Matías Meyer.

La sociedad de los poetas muertos es la obra con la que se inaugura el nuevo Teatro Libanés, “un espacio muy cómodo para trabajar por todas las remodelaciones que se le están haciendo”.

—En la serie El exorcista partías también de una película muy conocida…

—El productor en línea nos decía: “Si podemos hacer la segunda mejor versión de El exorcista, porque llegarle a la película está muy difícil, estamos del otro lado”. Pero teníamos muchos factores en contra. Toda la prensa en Estados Unidos nos estaba crucificando antes de lanzar el producto. Pero afortunadamente, gracias al grupo de escritores, que son conocedores del terror, y son muy fans de ese nicho, tuvimos una estructura muy sólida tanto de la primera como de la segunda temporadas y tuvimos buenas críticas. Nos fue bastante bien y es algo que nos hace sentir bastante orgullosos por todo lo que teníamos en contra.

—¿Qué tanto ha cambiado tu perspectiva como actor después de haber estado en series como Sense 8 o El exorcista?

—Al final de cuentas son los mismos fierros. De repente allá se tiene más tiempo para producir, lo cual tiene que ver con la cantidad de recursos, porque el tiempo son los recursos que tienes para cuidar esos pequeños detalles, que de repente en México no se hace porque no hay tales recursos, lo cual es doble mérito porque se generan historias interesantes y muy bien aterrizadas a pesar de las carencias. Es algo que se tiene que aplaudir no solamente en México, sino en América Latina.

—¿Qué prefieres más, hacer teatro, cine o televisión?

—No me gusta discriminar ni el género ni el formato. Yo disfruto mucho trabajar y he aprendido tanto trabajando en los diferentes formatos que creo que lo importante es seguir aprendiendo y estar abierto a aprender, porque cuando se te quita esa hambre todo se muere.

—¿Cuál crees que es la herramienta principal de un actor?

—Yo creo que todo, que dependemos mucho de nuestro cuerpo, de nuestras emociones, de nuestra corporalidad y especialmente también de la escucha que puedas tener con tu otro compañero, porque cuando automáticamente se escuchan, todo sucede. Parece muy sencillo y fácil, pero no lo es. Es como en el futbol: lo más difícil es cuando juegas fácil. Lo más difícil es escuchar, y escuchar a tu compañero a veces se puede volver muy complicado por todo lo que te rodea.

—La televisión y el cine tienen todavía más esa cuestión de… llamémosle artificialidad…

—Claro, y muchas veces tu referencia no es necesariamente el otro actor, como puede ser en el teatro. Muchas veces tu referencia en cine o televisión, que tienen un lenguaje muy similar, puede ser una equis o un espacio del match box, o un century al que le estás hablando o una luz. Las referencias son tan artificiales que lo increíble es que tengas que imaginar que ahí está tu compañero o un personaje.

—¿Cuáles son los personajes que te gusta hacer?

—Es lo mismo de no discriminar ni géneros ni formatos. Creo que los mismos personajes me han sorprendido a mí. Hace tres años me tomó completamente por sorpresa el que hice en El exorcista. Era un género que nunca había explorado y me pareció divertidísimo e interesante. Por eso no discrimino géneros ni formatos.

—¿Qué te motiva a seguir actuando?

—Seguir aprendiendo y, así sean muy pequeños, encontrar personajes e historias que puedan decir algo y que modifiquen o inviten a modificar la manera de pensar de las personas.

—¿Para qué sirve lo que haces?

Depende, a mí me hace muy feliz y al seguir yo aprendiendo, eso me mantiene vivo y despierto, y considero que la posibilidad de tener un micrófono enfrente, creo que ya es una cuestión de perspectiva de qué forma podamos utilizarlo, ya sea en el escenario o en los proyectos que interpretamos. Creo que si eso se utiliza, y se utiliza de una forma inteligentemente responsable, puede hacer cosas interesantes.

—¿Hay algún personaje que te gustaría interpretar?

—Me parecen muy interesantes los procesos de los deportistas. Es muy claro el trabajo y el esfuerzo físico que requieren para llegar a un objetivo. Hay un boxeador que me parece increíble y que se le conoce poco, pero la gente que conoce de box sabe del talento de esa persona: Salvador Sánchez. A mí me encanta el box y me llama mucho la atención la historia de ese personaje; desafortunadamente sufrió un accidente automovilístico y su carrera terminó muy pronto. Me interesa explorar a este personaje: qué hubiese pasado si no hubiera muerto, qué tan lejos habría llegado.

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