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El rey ha muerto, ¿o no?

En tiempos de streaming e inmediatez, los millennials somos la generación del on demand, y eso ha roto muchos paradigmas que construyeron la identidad del rock, que parece haber perdido su trono
14 de Enero 2018
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POR JULIÁN VERÓN

“El rock está finalmente muerto y no fue una muerte natural. El rock no murió por estar viejo, lo asesinaron. Nadie valora la música lo suficiente como para pagarte por ella. Si tocas la guitarra, no tienes chance alguna”. Todas estas fueron palabras de Genne Simmons en una entrevista que dio a la revista Esquire en 2014. Desde hace casi cuatro años, el lengua larga de Kiss (una de las bandas de rock más exitosas de la historia reciente) vio venir la muerte del rock y, en tiempos de streaming, esa es una realidad imposible de ocultar.

Por primera vez en la historia, según un reporte de Nielsen (compañía de investigación y medición), el R&B/Hip-Hop se convirtió en el género dominante en el mundo, con siete de los 10 discos más consumidos en el 2017. Por otro lado, ocho de los 10 artistas más populares del año basados en consumo total mba-essay.com vienen del Hip Hop y R&B, entre ellos estaban Drake, Kendrick Lamar, Future, The Weeknd y Eminem. Los únicos artistas que no son del género y lograron estar dentro del top 10 fueron Ed Sheeran y Taylor Swift. Para concluir todos estos datos aburridos, el grupo que mejores números tuvo por el equipo del “rock” fue Metallica. Sí, una banda cuya música claramente no es rock, sino metal, que ya es una institución y una máquina de hacer dinero innegable. 

Vivimos una nueva era en la música, en la que al parecer pocas bandas de rock logran ser relevantes en cuanto a números de ventas y hits en Spotify, Youtube y cualquier otra plataforma de streaming. Estamos en la época del sencillo, del hit. La gente no tiene tiempo para escuchar discos enteros. Imagínense, si ya ni siquiera alcanzan los segundos del día para llamar a nuestros padres, comprar pan y agua en la panadería, ¿cómo vamos a tener tiempo para escuchar un disco de trece canciones de pies a cabeza?

La inmediatez del planeta donde coexistimos ha logrado que todo lo que consumimos lo queramos ya, rápido, instantáneo. Por eso han tenido tanto éxito plataformas como Netflix y Spotify; ya nadie quiere perder el tiempo esperando que termine de bajar un disco; somos más impacientes que nunca y esto se refleja en nuestros hábitos de consumo. Somos la generación del on demand, y la industria del entretenimiento lo sabe.

Hace días, tomándome una sopa de tortillas con un amigo, discutíamos sobre la relevancia de los artistas de música urbana versus los rockeros de antaño. Mientras me llevaba a la boca una cucharada de esa deliciosa sopa cremosa con restos de chiles anchos, scroleaba mi Instagram y le decía a mi amigo, luego de ver un post de J Balvin: «¿Ves?, por esta razón este güey está tan arriba de los demás, saca rolas cada dos meses máximo». Y bueno, además de que para mí las conversaciones y análisis musicales más importantes ocurren cuando estamos comiendo o tomando algunos alcoholes, esta verdad es la más verdadera de todo lo que es real en el planeta. A fin de entender los patrones de consumo de esta generación, hay que vivir como una persona de esta generación, así que por eso tomo sopa, scroleo Instagram y hablo de J Balvin a la vez. No me juzguen. 

Los reguetoneros sacan casi una canción por mes usando de manera tremenda las colaboraciones; todo esto con el propósito de seguir en nuestra mente, para que no los olvidemos nunca. Hoy en día, alguien saca un disco, lo promociona un par de semanas y, si le va bien, es noticia durante esos 14 días, y algunos medios retoman el tema por una semana más, listo. Luego de eso son parte del club del olvido y los medios retoman al nuevo hit maker relevante del día. Ya, así de fríos somos. ¿Para qué vale la pena sacar discos enteros actualmente? Por eso vemos que cada vez más se promociona sencillo tras sencillo y alargan la vida de cada uno hasta más no poder. ¿O acaso no recuerdan que “Despacito” duró casi todo un año? ¡12 meses de vida tuvo la canción! Sí, fue un hit incomparable, pero el punto está en que era mucho más rentable sacarle el jugo a la canción lo más que se pudiera, por eso luego vino el remix con Justin Bieber, y lo demás es historia. ¿Piensan que ese mismo éxito hubiese ocurrido con un disco entero? No, imposible.

El rock ha sido históricamente un género basado en discos enteros, los himnos más exitosos y memorables de la historia no se entienden sin antes hablar de los discos en donde estaban. El discurso que normalmente traía la obra detrás era igual o más importante que la canción sola. Nadie habla de algún hit de The Dark Side Of The Moon de Pink Floyd, por ejemplo. Todos hablan del quiebre que significó para la historia de la música esa obra entera. Eran discos conceptuales que vendían una identidad, un manifiesto sonoro más que un éxito de dos minutos y medio. Y no estoy diciendo que esa manera de hacer música era mejor o peor que la de hoy, sólo son signos de los tiempos que es necesario señalar con el objetivo de entender más a fondo el porqué el estatus de las listas de canciones más sonadas del mundo es como es hoy.

El día que Steve Jobs decidió que cada canción costaba 0.99 dólares y que las iba a vender en iTunes todo cambió para nunca más ser igual. Vender canciones sueltas hizo que nuestro cerebro empezara a analizar el porqué teníamos que escuchar un disco entero en vez de sólo las canciones que realmente nos interesaban. Desapegó de nuestra conciencia la idea de que un disco era una obra de arte que no entendía otra forma para consumirse que no fuese entera. Empezamos a comer slices de pizza en vez de comernos la pizza entera porque así nos la vendían. Quizás por eso Sbarro ha tenido tanto éxito.

No digo que el rock esté definitivamente muerto, como mi amigo Genne Simmons. Sí, está quizás en sus años más oscuros comercialmente y relevantemente hablando, pero siempre que haya un güey en el sótano de la casa de su madre con alguna Fender y discos adecuados en el living de sus padres, hay esperanzas. El hip hop y el reguetón dominan al mundo de una manera absurda, nadie puede pelear contra ellos hoy por hoy, así que tendremos que esperar sentados a que venga un nuevo Bob Dylan, que sea parte de la contracultura y vuelva a llevar a la música hecha con guitarras al tope de las carteleras, televisores, salas de espera de hospitales y perfiles de Instagram. La historia siempre se repite. 

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