Periodismo imprescindible Viernes 29 de Marzo 2024

Música & comida: un abrazo muy mexicano

La música y los alimentos se toman de la mano con el maridaje musical, con las bandas que gustan de hablar de comida y hasta con los chefs que le ponen melodía a sus platillos, pero en nuestra tierra, esta fusión salpica baile, chorrea diversidad y se fríe en matices que solamente se entienden desde nuestra peculiar pasión
17 de Junio 2018
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POR JORGE FLORES / DISONANTES.MX*

¿A qué sabe el mariachi, cómo canta una enchilada? Cantar, tragar y bailar son  titulares en la alineación encargada de desnudar al folclor mexicano. Qué sabroso es conocer nuestro país a través de sus ritmos, de sus bandas o de sus escenas regionales; entender los pasos de baile mexicanos gracias a la melodía de una fonda grasienta, entre los coros del huarache de pastor y el estribillo de una pancita en medio de una cruda de caballitos de tequila.

México sabe y suena siempre, a todas horas, en todas partes. Aunque sensorialmente el oído y el gusto tengan diferencias abismales, se unen por su falta de visión, la cero precaución, la necesidad de experimentar a fondo y sin ensayo. Probar y asquearse, escuchar y decepcionarse: posibilidades que a la vez pueden ser deleite y fascinación sorpresivas.

Desde Yucatán hasta Guerrero, el sur de México goza de una gastronomía variada pero con un perfil autóctono, que sabe a sierra, a tradición, a herencia prehispánica; entre los chapulines, los panuchos, el salbute, la cochinita y la sopa de lima, los condimentos son hartos en la despensa.

En esta región, la música es similar a su comida, más allá del “Huapango de Moncayo”, “El Querreque” o las marimbas de Chiapas y Tabasco, la música que acompaña los preciosos recuerdos de la Sierra de Juárez o la Riviera Maya no destaca en el panorama mexicano, se queda en tradición, en el patrimonio nacional, que al igual que su comida está hecha para los de adentro; como producto turístico luce por su riqueza, pero es egoísta, no pretende compartir, sino expresar.

Del centro al norte la cosa va cambiando: el indie, el pop y el rock han encontrado el horno a temperatura adecuada a fin de que desde hace décadas las propuestas salgan al dente. Ese corte urbano y cosmopolita de la región le dio vida al eclecticismo garnachero, el bolillo camaleónico que se transforma en Guajolota, Guacamaya o se hunde hasta ahogarse según la región.

En ese afán por demostrar que se puede y se sabe, el cáterin regional decidió adoptar no solamente al rock y al pop, sino a la efervescente moda del rap, el trap, del reggaetón y sus derivados, un lifestyle de gángster del swag, y ahí mero donde las culturas pierden fronteras y la “cocina del mundo” se convierte en el lema de cualquier restaurante, nos han abierto sus puertas a los escenarios veganos, orgánicos, al slowfood y a todos esos rockstars que nacieron en tierras de otros idiomas, aunque han sabido tropicalizar las letras de sus menús para los ardientes estómagos mexicanos.

Pero ojo, la globalización fue la que causó que, en el centro, la música se acomode en la mesa de los comensales mundanos; sin embargo, allá en el sótano, en el barrio, en el corazón, entre tianguis con caldo de gallina y tacos de carnes de procedencia desconocida, por cantinas y rocolas que se tragan las monedas, ahí sigue perdida la “Cadenita de Carmen”, y el “Cielo rojo” no deja descansar al mariachi, y nunca falta el sonidero y los banquetazos musicales de 2×10 y el mp3 a 50.

Y vámonos pa’l norte, allá donde el calor apura y el sol aprieta, donde la cerveza sabe a banda y la carne asada a trocas con “sonido”; aunque nos quieran vender el cabrito como principal platillo, recordemos a estrellas del show como la machaca, el chilorio, la carne tampiqueña o la discada, que conforman una cartelera que suena sabroso.

Más allá de la tradicional música norteña, la Avanzada Regia allá por los primeros años del nuevo milenio fue un movimiento fértil donde se cosecharon bandas como Panda, Kinky, Plastilina Mosh y una escena que hoy sigue sacando propuestas, no sólo de Monterrey sino de Baja California, Sinaloa o Chihuahua, y ya sea que se llamen Apolo, Clubz, San Pedro el Cortez o el mismísimo Muerto de Tijuana, buscan en el indie, el rock y hasta el metal el menú perfecto con qué condimentar a la música mexicana.

No nos alcanza la barriga para tanto platillo que se queda fuera: danzón, corridos, trova, reggae… Así como colorida es la cocina mexicana, es igual de diversa la propuesta hecha y derecha del shot musical en el país.    

 

*Jorge Flores forma parte del colectivo Disonantes.mx, personalidades discrepantes e inconformes unidas por el gusto a la buena música. En 2015 crearon un website con el propósito de dar a conocer sucesos musicales en la región Bajío, pero sobre todo para documentar y describir cambios silenciosos que forman y deforman la escena musical.

@jinxed16

@disonantes.mx

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