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Ritmos que unen

En tiempos donde el mundo está dividido, las gemelas Lisa y Naomi, que integran la agrupación Ibeyi, presentarán en México su segundo álbum para demostrarnos que el arte y la música aún nos pueden acercar
15 de Abril 2018
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POR JAVIER PÉREZ

El inicio de Ash (2017) nos confronta con una propuesta donde la mezcla de géneros, estilos y ritmos nos hace reconocer un sonido maduro y lleno de matices. Tiene una base que parece de hip hop, pero de repente las voces trascienden este ritmo y se acercan más a cánticos religiosos sin dejar de anclarse a los autotunes que le dan un toque de repetitiva contemporaneidad electrónica. El segundo álbum de las gemelas francocubanas Lisa-Kaindé y Naomi Díaz, que desde 2013 componen música bajo el nombre de Ibeyi (“gemelas” en lengua yoruba), es un estupendo ejemplo en 12 canciones de la capacidad creativa de estas veinteañeras que fusionan lo tradicional de sus raíces con la vanguardia.

Como hicieron en su primer álbum, Ibeyi (2015), recurren al inglés, el español y el yoruba para construir sus letras en las que manifiestan su postura frente a diversos temas.

“Ponemos en nuestra música todas las cosas que nos gustan”, dice Naomi, con su pelo recogido y ojos verdes. “Aun sin saberlo, sin quererlo”, añade de inmediato Lisa-Kaindé, de pelo rizado, alborotado y ojos oscuros.

Las gemelas coinciden en que la más grande influencia de su padre, el afamado percusionista cubano Miguel Angá Díaz, fallecido en 2006, cuando las hermanas tenían 11 años, es la mezcla.

—A él siempre le gustó mezclar y estaba convencido de que mezclando encuentras la música que te corresponde –dice Lisa-Kaindé con una voz suave–. Y tiene razón porque creo que compones la música que quieres escuchar, la música que quieres oír y la música que se parece más a ti. Es lo que hemos hecho sin darnos cuenta… Cuando uno crece en un ambiente musical o artístico, puedes tener muchas influencias, aunque lo más lindo es lo que sale de ti.

Y lo que sale de este dúo es una música que parece el futuro, y que se escucha madura y poderosa.

—Yo creo que es por los temas –dice Naomi–. No muchos jóvenes hablan de la muerte, por ejemplo, pero como nosotras conocimos la muerte desde muy jóvenes, era algo muy cercano. Vivíamos en una casa donde se hablaba de todo, no hay ningún tema del cual no se pudiera hablar. A los ocho años hablamos de sexo y drogas. Crecimos así.

Para las dos, esta es una época en la que el arte es más necesario que nunca.

—Sin arte yo no puedo vivir –dice Naomi.

—Es el último vínculo que tenemos todos. Aún más en esta época –dice Lisa, encimando su voz suave a la más fuerte de su hermana–. Es una época en la que todo el mundo está tenso y en la que todos sólo están con “los suyos”: los franceses con los franceses, los blacks con los blacks, los whites con los whites, los viejos con los viejos, los jóvenes con los jóvenes. Es increíble cómo nos dividimos todo. Pero el arte es la última cosa que nos reúne a todos. Es muy importante ser artista hoy, por eso es un gran peso.

—Sobre todo después de que en París ha habido atentados en una sala de conciertos…

—Eso dice mucho sobre el poder del arte. Fue en un concierto porque la gente va ahí a disfrutar, a aprender, a crecer. El arte te hace crecer y te hace abrir los ojos.

—Hacer música y ser músico es algo; viajar es otra cosa. Si no te gusta hacer eso, nunca lo hagas. Porque viajar y no estar en tu casa es duro.

—Y crear algo diferente también. Amamos nuestro primer disco, pero teníamos que empezar a hacer el segundo. Y te dices que no quieres hacer lo mismo…

—Y no queremos.

—Entonces tienes que evolucionar y hacer algo nuevo, pero al mismo tiempo que seas tú.

—Creo que tienes que hacer algo que te guste a ti primero y después pensar en los demás. Hay cosas pequeñitas que resultan mágicas en una canción: pones un sonidito y la canción es otra y está acabada. O unas voces y ese sentimiento que sientes en ese momento la hace diferente.

Para las gemelas, los cinco años que llevan como Ibeyi las han hecho crecer de manera considerable.

—Se aprende mucho –dice Naomi–. Cuando sales de gira aprendes mucho, no nada más al respecto de la música, sino también sobre quién tú eres. Cuando hicimos nuestro primer disco teníamos 19 y entre esa edad y los 21, que anduvimos de gira por el mundo, nos pasó cantidad de cosas. Conocimos mucha gente, como Prince, que nos vino a ver a un concierto, o Beyoncé, que nos incluyó en un documental. Richard Russell fue nuestro productor (de Ash) y esto es algo que nos cambió la vida, y las orejas también. Empezamos a escuchar la música de manera diferente, como si fuéramos a producir. Ahora ya yo no oigo sólo la melodía, sino los pequeños detalles que hacen una canción.

—¿Por qué eligieron la lengua yoruba para expresarse?

—Porque somos francocubanas, y en Cuba el yoruba es una gran parte de la cultura –responde Naomi–. La gente conoce la salsa, el ron, el reguetón y la rumba quizás, pero hay muchísimo más.

—Está bastante raro porque la gente no sabe mucho de yoruba, pero es una inmensa parte del arte cubano.

—En todas las casas hay una o dos personas que son de la religión yoruba.

—Y conectamos tanto con la música yoruba que salió en nuestra propia música.

Y la fusionaron con ritmos electrónicos. Así pues, esta combinación de ritmos y lenguajes les permite abarcar un amplio rango de público.

—Tenemos mucha suerte: Ibeyi hubiera podido ser el flop más grande de la historia en la historia de los flops –explica Lisa-Kaindé con la risa de su hermana de fondo–. Porque es diferente, es indie, pero hay algo que en Ibeyi no es indie y hubo magia allí y la gente lo oyó. Por eso tenemos suerte: con lo que estamos haciendo podemos cambiar un poco las cosas y mostrar que no porque haces música indie esta tiene que ser inaudible o aburrida.

—Yo quería poner sonidos electrónicos siempre, pero cuando conocí a James Blake supe que era posible hacerlo –dice Naomi–. Y siempre quisimos. Eso es muy raro también porque siempre sentimos que teníamos que mezclar, como algo inconsciente. Cuando empezamos Ibeyi, que era todo acústico, queríamos poner electrónica. Y cuando la agregamos, nos dimos cuenta que ese era el sonido de Ibeyi: acústico, electrónico, yoruba y todo lo que hacemos.

–Hay mucho hip hop también. Se siente en los beats.

–Y ya no lloramos más, hemos llorado suficiente.

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