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Ser bruja está de moda

Ser bruja está de moda, aún cuando siglos atrás esto significaba una muerte segura en la hoguera, luego de ser enjuiciada
31 de Octubre 2018
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Libertad y poder. “¿Por qué no puedo tener ambas?”, pregunta Sabrina Spellman en la primera temporada de la serie Las escalofriantes aventuras de Sabrina estrenada el pasado 28 de octubre en Netflix. Ella se refiere a tener los poderes que le han sido otorgados por ser bruja y la libertad de hacerlo sin el mando u observación del Señor Oscuro.

Otra bruja le responde: “Él nunca te daría eso, el pensamiento de que tú o cualquiera de nosotras tenga ambos, le aterra”. Sabrina, empedernida, vuelve a preguntar por qué.

“Porque es un hombre, después de todo”.

Según el manual más importante de persecución de brujas, Malleus Maleficarum, escrito en 1486, las principales características que hacían de una mujer una bruja –además del pacto con Satanás–, eran que gustara del cotilleo, desobedeciera a su esposo y mantuviera relaciones sexuales sin control. Por ello, no sorprende que hoy en día muchas mujeres –feministas o no–, se identifiquen como brujas en México y en todos el mundo, porque, si hiciéramos un test con el objetivo de saber si somos brujas o no, bajo ese manual, casi todas lo seríamos o tendríamos alguna de esas características. Eso ni siquiera es lo peor: “Obtuve 10 de 10 en este test para saber si soy bruja” bastaría para morir torturada y quemada en la hoguera, como le pasó a 40 000 personas sólo en Europa.

Por eso, cada que leo o escucho a un hombre decir que las sonadas denuncias contra acoso son una cacería de brujas, me río, porque no había forma de comprobar si una mujer entonces había echado un maleficio a una plantación, contrario a los videos de aficionados del futbol tocando o besando a reporteras deportivas, por decir un pequeño ejemplo.

Para la Inquisición y el papa Inocencio VIII, las mujeres, por ser el sexo más débil (en su percepción y la de la religión católica), era más fácil que se vieran tentadas por el diablo con el fin de hacer un pacto con él y adquirir poderes malignos que pudieran propiciar una enfermedad en sus enemigos.

México y las brujas

Y aunque en la modernidad la idea de la bruja en México es la de chamana, la partera, la yerbera y curandera, también está el estigma de la bruja que se quita los pies y chupa a hombres o niños (por un lado es la devoradora y por otro es la que cura). Y ahora con corrientes europeas brujeriles, el concepto ha cambiado por uno menos tenebroso.

Pero a México tardó en llegar la brujería como tal, porque para que hubiera un pacto maligno, debía existir primero un diablo y luego la tentación. En Mesoamérica los habitantes adoraban ya a figuras que fueron consideradas “grotescas” y paganas por los españoles, así que, primero, reconocieron que nuestros ancestros eran seres con alma, y hasta entonces entonces valdría la pena que fueran rescatadas, me cuenta Cecilia Alcántara, licenciada en letras españolas y especializada en narrativa y social de la bruja.

—¿Quiénes eran consideradas brujas?

—No se tenía una idea ni arquetipo de bruja, se tenía la idea de un prototipo que sólo era un miedo colectivo sin representación, era como el ‘coco’ o el ‘boogie man’.

Lo primero que llegó al territorio fue el diablo, hasta que llegó el manual europeo, Malleus Maleficarum, que te dice cómo identificar (y cazar) a una bruja .

“Entonces en México resulta que este diablo tiene seguidores, y como para ser bruja debes de tener un pacto con Satanás, no se les acusa de inicio a las mujeres. Según el Santo Oficio, los primeros en seguir a Satanás eran los vaqueros, porque ellos se metían a las cuevas y encontraban a pequeños demonios que los guiaban hacia Satán.

“Ellos querían tener dominio de ganado y así comienza el pacto con el diablo”.

En cuanto a las mujeres, es la idea de sexualidad y se basan en que Eva traicionó a Dios por ambicionar el conocimiento. “Las mujeres que tienen las ganas de conocimiento o de crear, harían un pacto con el diablo. No nacían como brujas, se iban formando”, me explica Cecilia, quien estudia cómo influye la literatura en la sociedad con la evolución de la figura de la bruja.

La bruja moderna en Hollywood

Si algo ha influido en la percepción social de quién es y cómo es una bruja, ha sido la literatura. Los libros considerados como el mass media de la época contaban sobre estos seres con el fin de asustar a quien quisiera confrontar a la religión. Ahora, gracias a una reivindicación, las brujas de los cuentos infantiles tienen su propia película (Maléfica), buscan pelear contra el mal (Hermione Granger) o es aliada de los niños (Nanny McPhee).

“La bruja actual viene del folklore, ni siquiera del prototipo hollywoodense, si no a partir de la leyenda, que es secular y cambia conforme a la visión de la sociedad”, me dice Cecilia Alcántara.

Por su parte, Leyeli Zeraoui Sánchez, antropóloga social por la Universidad Autónoma de México Iztapalapa (UAMI) me dice que cuando salieron los libros y películas de Harry Potter aumentó la curiosidad, y abrieron el panorama para que quien se asumiera como bruja observará que no estaba sola.

“Los mismos que al principio le dieron una connotación negativa a ser bruja fueron los mass media, que también son los que las están reivindicando”.

Por ello pasamos de su antagonismo a protagonismo, y basta con ver el gusto de los millennials por las dos versiones de Sabrina, o la popularidad de la película The VVITCH y la obsesión con la saga de Harry Potter.

Brujas y feminismo

Valeria es una estudiante, de los 400 que se inscribieron al curso que impartió la también suma sacerdotisa wicca, Leyeli, en el Museo Memoria y Tolerancia sobre las brujas y su estereotipo cambiante.

“Siempre me ha atraído la brujería occidental, pero también la internacional. Han sido necesarias para la historia porque creo que vivimos en un momento donde la fuerza y visibilización de las mujeres en la parte de igualdad va aún más de la mano”, me dice la doctorante y geógrafa.

A ella le gustaría que se reivindicara a las brujas desde la academia, algo que ocurrió en este curso donde aportaba fuentes, referencias y bibliografía, y en donde también podían reconocerse en lugar de andar deambulando por el país sin rumbo e información.

Y las tres coinciden en que ser bruja y buscar la igualdad de género se ligan por la cuestión de la naturaleza como algo sagrado y normal que tenemos que retribuir las mujeres por hacer uso de. Y encontramos que en la década de los 60, cuando retomó fuerza el movimiento feminista en Estados Unidos, se unieron varios grupos de mujeres con el propósito de integrar el Women’s International Terrorist Conspiracy from Hell (WITCH) usando el estereotipo de bruja que le habían adjudicado a la mujer, pero como su estandarte.

Así que mientras hace siglos era imposible que te autonombraras bruja, hoy es todo un orgullo; porque como dicen en la película Brujas adolescentes: “Nosotras somos las raras”.

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