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Luther King: el hombre que puso a soñar al mundo

Decir que fue uno de los mayores defensores de los derechos civiles de la historia es aminorar la labor del hombre que inspiró la lucha de las minorías en todo el planeta
12 de Enero 2019
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Siempre que se habla de Martin Luther King se dice que fue uno de los mayores defensores de los derechos civiles en la historia. Esa descripción es un tanto engañosa. El legado de ese hombre que nació el 15 de enero de 1929 en Atlanta, Estados Unidos, va más allá. Reducir su vida a la defensa de los derechos civiles es aminorar su labor. Luchó también contra el racismo, contra la pobreza, contra la guerra y contra la violencia, la misma que nos arrebató su vida un día de abril, hace casi 51 años.

Luther King era un soñador, un hombre que soñando sacudió la estructura política de la nación más poderosa del mundo. Puso a temblar al establishment estadounidense de la posguerra, evidenció las carencias morales y éticas de un sistema que se llenaba la boca con la palabra libertad pero segregaba –aún lo hace– a las minorías por su color de piel, y demostró la hipocresía de un país que presume cuatro veces en su himno nacional ser “la tierra de los libres”.

No hay que confundirnos: él amaba su nación, por eso le dolían tanto las injusticias que en ella se cometían, y eso lo motivó a dedicar su vida a mejorar las condiciones de los más desfavorecidos. Su primer sueño manifiesto quizá ocurrió cuando tenía seis años: dos amigos suyos le dijeron que no les habían permitido jugar con él debido a su color de piel. Fue una de las primeras experiencias que le mostraron el penoso lugar al que habían sido condenados los afroestadounidenses por la sociedad de aquella época.

A mitad de la década de los años 50, King inició su actividad política. Para ese entonces ya era pastor de la iglesia bautista y doctor en filosofía. En diciembre de 1955 lideró un boicot de autobuses en Montgomery, Alabama, después de que Rosa Parks, una mujer afroamericana, fuera arrestada por negarse a ceder el asiento a un hombre blanco y moverse a la parte trasera del camión.

El movimiento se prolongó por casi un año, y contó con el apoyo de aproximadamente 40 000 personas, la mayoría afroestadounidenses que se negaban a utilizar el servicio de autobuses. A finales de 1966 la Corte Suprema de Estados Unidos declaró ilegal la segregación en el transporte público, escuelas, restaurantes y otros sitios. Fue la primera gran victoria de Martin Luther King y del pueblo negro. A pesar de que durante el boicot su casa fue incendiada por extremistas blancos, King optó por la desobediencia civil no violenta, muy al estilo de Mahatma Gandhi.

El pastor continuó con su lucha en otras ciudades. Así lo hizo en Albany, Georgia, y en Birmingham, Alabama, donde exigió a las empresas contratar a trabajadores negros y al gobierno abrir lugares públicos a los que sólo tenían accesos los blancos. El gobierno local respondió con brutalidad ante las manifestaciones pacíficas, y los grupos blancos extremistas con bombas en lugares donde Luther King se había hospedado. Al final, el movimiento logró sus objetivos y la figura King alcanzó mucha popularidad entre la sociedad.

Meses después de los sucesos en Birmingham, en agosto de 1963, se realizó la “Marcha sobre Washington por el trabajo y la libertad”, una de las protestas más grandes en la historia de Estados Unidos que logró reunir a más de 300 000 personas en la capital, la gran mayoría afroamericanos que protestaban bajo el lema “Empleo, Justicia y Paz”, y reclamaban al gobierno y a la sociedad el reconocimiento que durante siglos les habían negado. La marcha motivó la aprobación de la Ley de los Derechos Civiles y la Ley del Derecho al Voto.

Fue ahí, sobre las escalinatas del Monumento a Lincoln, donde Luther King pronunció uno de los discursos más emblemáticos en la historia de la humanidad. “No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que el negro tenga garantizados sus derechos de ciudadano. Los remolinos de la revuelta continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que emerja el esplendoroso día de la justicia […] No saciemos nuestra sed de libertad tomando de la copa de la amargura y el odio. Siempre debemos conducir nuestra lucha en el elevado plano de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física”.

Frente a cientos de miles de personas que vitoreaban su perfecta oratoria dijo: “Yo tengo un sueño de que un día esta nación se elevará y vivirá el verdadero significado de su credo: creemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales. Yo tengo el sueño de que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter. ¡Yo tengo un sueño hoy!”.

Esas palabras quedaron enterradas en el estómago de los estadounidenses y en el corazón de la historia. Al año siguiente fue condecorado con el Premio Nobel de la Paz. Tenía 35 años. Con esa legitimidad se pronunció en varias ocasiones contra la guerra de Vietnam y el apoyo de su país a gobiernos represores en América Latina. Llamó también a boicotear a Coca Cola, y criticó a la banca, al militarismo y a las políticas económicas por no combatir la pobreza en Estados Unidos.

Sus discursos molestaban a muchos, sobre todo a los grupos racistas y a funcionarios de gobierno que no simpatizaban con su causa. El FBI lo espió durante años por considerar que la mano del comunismo estaba detrás de él; fue víctima de varios ataques violentos, incluso fue apuñalado durante la presentación de uno de sus libros. Luther King sobrevivió y le otorgó el perdón a su agresora.

Pero el 4 de abril de 1968 no lo logró. Una bala perforó su rostro mientras se asomaba por un balcón. Así quisieron detener a un hombre que dedicó su vida a sus sueños; era demasiado tarde, el sueño de Luther King se había contagiado a millones, en su país y en todo el orbe.

Aunque fue detenido en varias ocasiones por sus protestas, hasta el día de su muerte había pronunciado más de 2 500 discursos que inspiraron la lucha de las minorías en varias partes del planeta. Hoy, al menos 200 calles en todo el mundo llevan su nombre, y miles de personas siguen su ejemplo.

Este mes, Martin Luther King cumpliría 90 años. Quizá si la bala de ese rifle Remington Peters hubiera fallado, King hoy protestaría a favor de los derechos no sólo de los negros, también de los migrantes que intentan cruzar todos los días a Estados Unidos.

En un buen momento para soñar. 

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