Emmanuel Macron cumplió su primer año como presidente de Francia en medio de halagos a nivel global, aunque también obtuvo críticas locales.
El mandatario francés elevó su presencia mundial y surgió como el principal vocero de Europa al ser el primer líder internacional al que Obama le ofreció una cena en Washington. En Twitter ganó adeptos en todo el mundo con su defensa del medio ambiente y su llamado a “hacer nuestro planeta grande de nuevo”, en respuesta a la decisión de Trump de retirar a Estados Unidos del acuerdo climático de París.
Pero en casa, las huelgas y las manifestaciones en contra de sus reformas económicas dominaron el panorama político francés, y decenas de miles de personas realizaron a principios de mayo una “fiesta” para compartir su enojo con Macron. Muchos temen que haga a un lado el estilo de vida francés a cambio de una visión del mundo más estadounidense.
Uno de los últimos descontentos para la nación francesa fue el anuncio por parte de Macron de modernizar la compañía nacional de ferrocarriles SNFC. No sólo los sindicatos ferroviarios se manifestaron contra estos planes, también escritores, académicos y artistas apoyaron a los huelguistas con una iniciativa de recaudación en línea con el fin de que no perdieran sus salarios a raíz del paro.
Además, durante esta administración se implementaron planes para cobrar más impuestos a los jubilados, imponer nuevos criterios de admisión a las universidades y endurecer las leyes inmigratorias, así como los recortes presupuestarios y reformas a las leyes laborales, todo lo cual generó protestas y derivó en la disminución de la popularidad de Macron.
Associated Press
