Periodismo imprescindible Martes 16 de Abril 2024

Reconstruir una nación

Un país como Venezuela, donde todos los días aparece un problema diferente que hay que resolver, jóvenes arquitectos e ingenieros están seguros de que su nación necesita ser reedificada, y están dispuestos a hacerlo mediante el diseño y el urbanismo
04 de Noviembre 2018
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POR JULIÁN VERÓN

Venezuela es un país sumamente sumergido en la peor crisis política, económica y social de su historia. Recientemente, Stephane Dujarric, portavoz del secretario de la ONU, catalogó el éxodo masivo de los venezolanos como la migración más grande de la historia de América.

Yo emigré hace dos años. Además de todas las razones políticas y económicas, una de las cosas que menos me gustaba de mi país era la calidad de vida y cómo estaban diseñadas las ciudades. El terrible funcionamiento del transporte público, las casi nulas áreas verdes y las pocas obras que existen hacían de mi vida en las calles de Maracaibo algo parecido a una prisión autoimpuesta: como no había nada qué hacer para disfrutar la ciudad, prefería quedarme en mi casa. Y está el tema de la inseguridad: provoca que las calles del país sean muy poco caminables; y si no tienes auto, difícilmente puedes moverte. No es precisamente un país que recomendaría a los jóvenes por este tipo de coyuntura.

Muchísima gente salió del país, pero aún quedan personas que están dedicadas a hacer de Venezuela un lugar mejor, así suene a cliché bastante usado. Con todas las dificultades, Venezuela se ha convertido en un país con demasiados riesgos para los inversionistas, incluso invertir en infraestructuras públicas es una utopía. Entonces, ¿cómo se puede invertir en un país con éstas características? ¿Es posible, mediante el urbanismo y el diseño de las ciudades de Venezuela, mejorar una calidad de vida de los venezolanos que ya está en condiciones precarias? En un país donde el salario mínimo actualmente ronda los 10 dólares, ¿qué papel le toca a los constructores, diseñadores y arquitectos?

Platiqué sobre esto con Michele Casarin: venezolano, director de MAT LATINAMERICA, empresa de proyectos de arquitectura, ingeniería y construcción, y director de DEsign Group Latinamerica, industria de proyectos integrales de diseño interior en Latinoamérica.

En países con tantos problemas como Venezuela, ¿qué tan rentable es seguir invirtiendo en diseño y urbanismo?

Primero tengo que darte el contexto: en Venezuela actualmente la inversión en infraestructura pública –carreteras, plazas, hospitales, colegios– no existe. Entonces hay un deterioro notable en todos los sectores. Entre los más notables tenemos las carreteras, llenas de huecos, y pocos semáforos funcionan en las ciudades. Cuando llueve las carreteras se inundan debido al poco mantenimiento de los drenajes. Los hospitales están sin medicinas y sin servicios básicos como aire acondicionado y sistema de agua potable. El servicio eléctrico de las ciudades es insuficiente, por culpa del poco mantenimiento e inexistente inversión, entonces esto hace que haya un racionamiento eléctrico semanal en todas las ciudades del país.

En las escuelas no hay insumos básicos y las infraestructuras tienen peligros estructurales. No hay inversión en mantenimiento de plazas o construcción de nuevas plazas, mucho menos para infraestructura con uso cultural como museos o teatros. No todo el mundo tiene acceso a agua potable, y los que tienen, es de forma poco continua. Hay una tremenda acumulación de basura en las calles, ya que las alcaldías no tienen los equipos necesarios para su adecuada recolección y disposición. En conclusión, no existe inversión pública en urbanismo y diseño de infraestructura pública.

Entonces, en Venezuela existe un contexto inmobiliario único. Debido a la emigración que existe, donde casi 5 millones de venezolanos (15 % de la población, 40 % de la población en edad productiva, en su mayoría profesionales) se han ido buscando una mejor calidad de vida en el exterior, existe un mercado de venta de inmuebles a precios extremadamente bajos, ya que las personas, desesperadas, buscan vender de forma rápida sus bienes con el fin de poder empezar en otro país una nueva vida. Estos precios son menores a los costos de construcción, por lo tanto no existe en este momento casi ninguna obra privada nueva. Para dar un ejemplo numérico: si me cuesta construir un edificio 40 000 dólares por apartamento, actualmente en el mercado hay apartamentos vendiéndose a 25 000 dólares, y esto hace completamente inviable la nueva inversión en el sector inmobiliario.

Ahora, si la rentabilidad se busca a mediano o largo plazo (luego que haya un cambio político importante), pienso que no hay mejor país donde invertir que en Venezuela. Los costos son notablemente bajos –comparados con referencias internacionales–, pero es necesario esperar un cambio en el país para vender a precios rentables; construir ahora (a precios bajos), con el propósito de vender mañana (a precios altos). Existen grandes fondos de inversión internacionales que compran muchos bienes en el sector inmobiliario en estos momentos.

¿Cómo logra sobrevivir una empresa que quiera invertir en Venezuela?

Las empresas deben ser extremadamente flexibles para sobrevivir en un mercado como el venezolano, siempre adaptándose a las últimas problemáticas del país y a las locas resoluciones del gobierno. Las [empresas] que siguen operativas están en su mínima expresión, sólo esperan que haya un cambio de gobierno, ya que en ese momento las oportunidades serán infinitas.

A los pocos empresarios que invierten en el sector construcción, les toca planificar muy bien económicamente los proyectos y cuidar la gestión y uso de todo tipo de recursos.

Es interesante cómo, debido a que el gobierno no cumple su parte y ofrece de forma ineficiente los servicios básicos que cualquier otro gobierno ofrece, le ha tocado al sector privado ocuparse de responsabilidades inherentes al Estado, desde el punto de vista del urbanismo y los servicios públicos. Los edificios privados han tenido que volverse autónomos e independientes de los servicios municipales: tienen pozos de donde obtienen el agua potable, tienen tanques de almacenamiento y purificadores para almacenar y tratar la poco agua que llega, incluso colocan plantas eléctricas con el fin de abastecer el cien por ciento  del consumo.

También les toca diferenciar y contratar empresas privadas que recolecten los desechos sólidos; si no lo hacen, se acumulan enfrente de las calles. Instalan y mantienen la iluminación pública, directamente enfrente de ellos. Invierten importantes montos en sistemas de vigilancia y vigilantes, ya que las ciudades se han vuelto cada vez más peligrosas. En ocasiones las comunidades de los edificios han tenido que arreglar carreteras, plazas o mantienen la vegetación pública, cercana a ellos, para tener servicios decentes.

¿Cuál es tu papel en Venezuela?, ¿qué quieres lograr?

El papel de mis empresas y mío, como jóvenes profesionales, es de ser constantemente críticos con todo lo que está sucediendo, y prepararnos bien para el momento en que el gobierno y sus políticas demoledoras cambien. Soy profesor en las facultades de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad Rafael Urdaneta en mi ciudad, Maracaibo, así que desde el punto de vista educativo, yo veo dar clases como una responsabilidad hacia mi país y mi universidad. La parte educativa se ha visto muy afectada por la migración de profesores capacitados a otros países; ha bajado notablemente el nivel de preparación con el que salen los estudiantes. Nosotros aportamos toda nuestra experiencia y educación que hemos tenido, dentro y fuera de Venezuela, con el objetivo de ayudar a que los futuros profesionales sean capaces de ayudarnos a reconstruir el país.

¿Piensas que es posible mejorar uno de los países más peligrosos del mundo mediante el urbanismo y el diseño?

Totalmente. El urbanismo tiene un papel protagónico en la seguridad de una ciudad, y hay muchos ejemplos de casos exitosos latinoamericanos donde el urbanismo ha logrado mejorar la calidad de vida y la seguridad, como Medellín. Una de las principales armas del urbanismo es lograr inclusión social, o sea, cerrar las brechas que existen hoy en día entre clases sociales. Hay muchas teorías que tratan de explicar por qué está sucediendo lo que hoy en día sucede en Venezuela, y la mayoría coincide en que uno de los factores más importantes es la polarización social del país.

 ¿Cuáles son los retos más imponentes que encuentras a diario en Venezuela para poder hacer tu trabajo?

Venezuela es un país en el que es imposible caer en la rutina. Todos los días aparece un problema diferente que hay que resolver, y el gobierno lo único que hace es hacerlo más y más complicado. Todo empezó con problemas eléctricos, entonces instalamos plantas eléctricas en la oficina. Luego el Internet no funcionaba adecuadamente y tuvimos que poner Internet satelital a precio internacional. Luego las personas no podían llegar a trabajar porque no tenían efectivo (por la crisis de efectivo en el país) con qué pagar el transporte público (acá solo se puede pagar en efectivo), entonces empezamos a pagar parte del salario en efectivo (no era una tarea fácil). Después, simplemente el transporte público desapareció, y 60 % de las personas no tenían automóvil propio o compartido. Tuvimos que comprar una camioneta para transportar a las personas de la empresa. Cualquier tipo de trámite que involucre al sector público, desde pagar los impuestos hasta registrar una empresa nueva, implica problemas que se deben resolver a través de corrupción y sobornos.

Pero digamos que el problema más fuerte es la alta rotación de personal que existen en las empresas debido a la migración y a la poca oferta de personas preparadas en el mercado (todos han emigrado). Nos toca contratar personas que aún estén estudiando, con el fin de garantizar que se queden en el país trabajando con nosotros, al menos hasta que se gradúen. La parte motivacional es un punto importante dentro de los equipos de trabajo, ya que aún en empresas que paguen bien, los salarios apenas alcanzan para cubrir necesidades básicas. No podemos dejar por fuera el hecho de que tenemos una inflación de 3% diaria. Los presupuestos tienen validez por una hora, los precios cambian de un día a otro. Existe poca oferta para cualquier tipo de producto. Es casi imposible tener una planificación económica a mediano plazo que funcione. Desde el punto de vista de urbanismo y diseño, hay poca oferta de materiales y equipos con qué hacer cualquier tipo de obra de construcción; y si esto lo sumas a la situación económica, social y política que cambia todos los días, es una fórmula para frenar cualquier tipo de inversión en el área.

Con este tipo de problemas, supongo que sería más fácil hacer tu chamba en cualquier ciudad del planeta. ¿Por qué sigues en Venezuela?

Sigo en Venezuela porque es un país que necesita ser reconstruido y quiero ser parte de esa reconstrucción, para devolverle a mi país todo lo que me ha dado. Las oportunidades siempre aparecen en tiempos de crisis, y hay que saberlas aprovechar. Es un país rico en recursos, sobre todo humanos. Creo que el resto del mundo está empezando a darse cuenta de lo talentosos que son los venezolanos y eso me llena de orgullo. Quiero estar aquí durante el momento en que las cosas cambien, y así recibir con los brazos abiertos a todos los venezolanos, devolviéndose a ayudarnos a reconstruir nuestro país.

¿Qué aplicarías afuera de lo que has aprendido en Venezuela?

Creo que lo que más he aprendido en Venezuela es a tener una planificación y organización precisa y eficiente, ya sea económica o estructural. He aprendido a utilizar los recursos de forma eficiente, a construir una empresa con la suficiente flexibilidad y adaptabilidad para resolver de forma exitosa cualquier tipo de problema que se nos pueda enfrentar, sean logísticos o de mercados cambiantes. He aprendido que el corazón de cualquier empresa es su gente. Nos hemos vuelto expertos en la resolución de problemas de todo tipo, y hemos logrado manejar empresas en un contexto y ambiente extremadamente difícil para el sector privado. Pero, lo más importante, es que hemos aprendido a valorar las cosas básicas que ofrece un país funcional, y aprender a no conformarnos y a ser más activos en las decisiones políticas de nuestro país.

 

 

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