Periodismo imprescindible Martes 23 de Abril 2024

Un ejército contra la violencia sexual

Simone Biles, la gimnasta estrella del equipo norteamericano, fue sólo una de cientos de mujeres que fueron víctimas de los abusos del médico Larry Nassar, quien hoy purga la condena impuesta en un histórico caso de procuración de justicia en el mundo del deporte
27 de Mayo 2018
Screen Shot 2018-05-24 at 6.06.00 PM
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Es 2016 y los espectadores de los Juegos Olímpicos están embelesados con el talento, la sonrisa y los movimientos hipnóticos de la gimnasta estadounidense Simone Biles –la está rompiendo en cada competencia a la que va–. Todos hablan de ella pues sus acrobacias son limpias, ágiles y deja tanto a jueces expertos como al público boquiabiertos. El orgullo nacional estadounidense tiene 19 años de edad y cuatro medallas de oro qué llevar a casa.

El equipo olímpico entero de gimnasia de Estados Unidos, con cinco integrantes cuyas edades oscilan entre 16 y 20 años, es una máquina de colección de preseas de oro. Como es costumbre patriótica de ese país, las esperan como las rockstars que fueron en las barras de gimnasia y en las competencias de suelo.

Sin embargo, pasada la victoria, en 2018 se volvieron a encontrar tres de ellas, pero esta vez no fue con la finalidad de celebrar o practicar, sino para declarar en contra del mismo agresor sexual, que fue el de aproximadamente 300 mujeres más: el doctor Larry Nassar, médico del equipo de gimnasia norteamericano y terapeuta en la Universidad Estatal de Michigan. Así, los antiguos titulares que anunciaban la gloria de estas tres gimnastas fueron reemplazados por otros, de acoso y horror.

EFECTO DOMINÓ

La primera en hablar fue Rachael Denhollander, en septiembre de 2016, al enviar un correo a un periódico local de Indianápolis pensando que su historia no sería relevante, aunque fue la primera en nombrar a Larry Nassar públicamente. A sus 32 años de edad narró que cuando ella tenía 15, en el 2000, el doctor la había penetrado con sus dedos cinco veces sin guantes y sin el consentimiento de Rachael bajo la excusa de un tratamiento médico. Después de que la víctima presentara una denuncia penal al tiempo que su historia fue publicada en el Indy Star, el comité de gimnasia despidió a Nassar luego de trabajar más de 15 años en esa institución.

Después de la historia de Rachael, las demás comenzaron a brotar como si fuera un hervidero, porque hubo denuncias previamente o alertas a otras autoridades, pero fueron ignoradas. Y ahora, ¿quién puede ignorar a más de 250 gimnastas que contaron en audiencias públicas que a ellas también les pasó?, incluso antes del movimiento #MeToo que inició poco después, cuando varias actrices de Hollywood denunciaron al prominente productor Harvey Weinstein de acoso y agresiones sexuales.

Era tan sólo el inicio de un poderoso efecto dominó con el que, con cada mujer que hablara, cinco más tomaban valentía con el propósito de decir qué les ocurrió, todo para que se hiciera justicia y, principalmente, para que no le pasara a otra niña o mujer.

Aunque surgen las mismas preguntas en todos lados: ¿por qué no hablaron antes?, ¿por qué no se defendieron?, ¿por qué lo permitieron sus padres? Cuestiones que buscan dar con un culpable, además de Nassar, con el objetivo de que alguien explique cómo fue que esas niñas, mujeres y adolescentes pasaron por esto en su carrera como atletas, en lo que es considerado hasta ahora el caso de abuso más grande en la historia de los deportes, porque contabilizadas están cientos de víctimas, pero estimadas, hasta miles.

La violencia sexual, incluido el acoso, ocurre con frecuencia en instituciones supuestamente “seguras” donde algunos de los agresores incluyen compañeros o profesores. El acoso sexual en el deporte tiene características únicas debido a la relación de poder que se establece con los entrenadores y a la necesaria atención que se presta al cuerpo de las personas que practican estas actividades, según la ONU Mujeres.

Es 24 de enero de 2018, y la jueza de Michigan, Rosemarie Aquilina leyó la sentencia final a Larry Nassar: culpable por agresión sexual y posesión de pornografía infantil, con lo que pagará de un mínimo de 40 años a un máximo de 175 años en la prisión estatal, más los 60 de sentencia por el material gráfico con el que contaba, considerado un delito federal. “Acabo de firmar tu garantía de muerte”, culminó su sentencia la jueza Aquilina después de reprenderlo públicamente.

En la audiencia final, la única presencia de Nassar fue simbólica, mediante una carta que él mandó y en la que aseguraba que “el infierno no tiene una furia igual a la de una mujer despreciada” y con la que se juraba inocente, según reportaron los medios estadounidenses.

El país entero se conmocionó no sólo porque de los setenta testimonios que se esperaban en la audiencia pública, la cifra casi se duplicó para este caso, también porque la historia de Simone Biles salió a la luz, junto a las de sus compañeras de generación, Aly Raisman y Gabby Douglas.

A fin de que Nassar pudiera aprovechar su posición con sus víctimas –una de ellas tenía incluso nueve años de edad cuando ocurrió–, pasaron años de encubrimiento, de acallar voces, de preferir las medallas de oro por encima de un “escándalo”; a tal grado que los 16 directores del comité nacional de gimnasia han renunciado a sus posiciones, junto con el director deportivo y la presidenta de la Universidad de Michigan. Tras varios meses desde aquella sentencia, hasta mayo de 2018, aún hay funcionarias del deporte que son despedidas. En tanto, el departamento de educación de ese país abrió múltiples investigaciones por omisión.

UN EJÉRCITO

Hubo audiencias inusuales durante este proceso, pues la jueza Rosemarie permitió el tiempo necesario para escuchar las historias de cientos de víctimas a quienes les daba palabras de aliento cada que se subían al estrado con la finalidad de que dejaran ahí su trauma y su dolor. “Ya no son víctimas. Son sobrevivientes”, les decía la procuradora de justicia.

“La mayoría de ustedes me conoce feliz, risueña y llena de energía –escribió la estrella de la gimnasia, Simone Biles–, pero últimamente me he sentido un poco rota y entre más intento callar las voces en mi cabeza, más fuerte gritan. Ya no tengo miedo de decir mi historia”.

Simone confesó que le era muy difícil contar su experiencia y que le rompía el corazón pensar que, mientras entrenaba para competir en Tokio en 2020, que era su sueño, tenía que regresar constantemente al lugar de entrenamiento donde fue abusada por Nassar.

Al menos dos padres de las víctimas se abalanzaron agresivamente contra el acusado durante otras audiencias en las que él estuvo presente.

Tiffany Thomas, una jugadora de softball y otra de las víctimas de Larry Nassar, le dijo de frente en una de las audiencias en las que el exmédico estuvo presente, que el “ejército” creado por Nassar durante la década de los 90 para silenciarla e ignorar su denuncia –en referencia a todos los involucrados que sabían lo que el agresor hacía– “no prevalecería sobre el ejército que creaste cuando nos violaste”.

A PARTIR DE AHORA

Los factores comunitarios y sociales pueden ser los más importantes para identificar formas de prevenir la violencia sexual antes de que se produzca, y uno de ellos consiste en que haya sanciones jurídicas y comunitarias rigurosas contra la violencia, señala la ONU en varios documentos que indican cómo prevenir, qué garantizar y qué estándares seguir en el ámbito del deporte.

Mientras tanto, en enero se aprobó un proyecto de ley en Estados Unidos para miembros de organizaciones deportivas de aficionados, incluidos aquellos que tienen vínculos con deportes olímpicos; buscará monitorear que no se susciten más abusos sexuales y obligará a implementar protecciones para los atletas.

Asimismo, surgieron varios proyectos de legislación de manera que se endurezca la ley en Michigan, así como una propuesta desde la Casa Blanca que busca imponer nuevos requisitos a los médicos que recomienden tratamientos invasivos en menores.

Que quede por lo menos asentado, que las medidas a tomar con el objetivo de prevenir estas agresiones estaban dichas en México y en Estados Unidos, en países con una tradición de victorias olímpicas, tanto como en los que no; y que se registre también que ya no estamos en tiempos de normalización de estas conductas, que frases como “todas pasaron por eso” –que implicaba que nuestros cuerpos y no nuestras capacidades fueran un requisito para ocupar posiciones–, permanezcan en el pasado y que quede asentado que las mujeres pueden ejercer el mismo derecho de practicar deportes.

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