En Argentina pocos sabían del seleccionado femenino de fútbol hasta que una fotografía dio cuenta de su existencia.
Fue en abril de este año cuando las jugadoras posaron cada una con la mano apoyada en la oreja, en señal de protesta porque nadie las escuchaba, antes de jugar un partido en la Copa América de Chile. La imagen trascendió en las redes sociales, ya que ninguno de los principales medios deportivos argentinos tuvo enviados en la competencia.
A pesar de la indiferencia de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), expuesta en un atraso en los pagos de viáticos y una preparación deficiente, y los prejuicios de una sociedad que mayormente considera el fútbol una cuestión de hombres, las albicelestes obtuvieron el tercer puesto que les permite jugar un repechaje por la clasificación al Mundial de Francia 2019.
A su modo, las futbolistas argentinas también se sienten parte del cambio cultural que está impulsando el movimiento feminista en Argentina, que en los últimos años ha protagonizado multitudinarias movilizaciones en las calles de todo el país contra la violencia machista, tanto simbólica como física.
“Vivimos en un país muy futbolero, pero machista. El fútbol es Messi, (Gonzalo) Higuaín, (Diego) Maradona y nadie más”, dijo a AP la delantera Belén Potassa, sentada sobre el césped de una de las canchas del complejo de selecciones nacionales de Ezeiza tras un entrenamiento.
La FIFA se ha propuesto elevar el rol de las mujeres en la toma de decisiones y el perfil de los partidos del fútbol femenino. Fatma Samoura fue nombrada la primera secretaria general de la organización en 2016, y se creó una división de fútbol femenino.
Con información de AP.
