Periodismo imprescindible Jueves 28 de Marzo 2024

Cuerpos pequeños con mentes gigantes

Aunque en México existe al menos un millón de niños y niñas sobredotados, sólo 5 % ha recibido un diagnóstico y alguna alternativa educativa adecuada a sus necesidades. ¿Qué se está haciendo a fin de resolver esta falta de opciones para quienes tienen una inteligencia superior al promedio?
29 de Abril 2018
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POR JIMENA RÍOS

Eryx responde con monosílabos a las preguntas. No parece querer hablar mucho, sin embargo, una chispa se enciende en su mirada cuando habla sobre una ponencia que dio el año pasado sobre el orden del caos: “Mucha gente piensa que el caos es falta de orden pero en realidad es un orden que no hemos podido comprender”, dice. También fluyen más las palabras cuando describe de qué será su próxima conferencia, en ella espera poder explicar a la audiencia el orden en el caos dentro del cuerpo humano. Tiene apenas nueve años y un coeficiente intelectual (IQ) de más de 130.

Eryx es uno del millón de niñas y niños superdotados que se estima hay en México, aunque sólo el 5 % ha sido diagnosticado. Los demás, probablemente, navegan en un limbo de escuelas, diagnósticos equivocados, medicamentos psiquiátricos y bullying.

Ese pequeño porcentaje, que se traduce en apenas 7 000 niñas y niños, ha sido identificado gracias al Centro de Atención al Talento (CEDAT), único en su tipo en América Latina. El CEDAT cuenta con tres sedes, la principal en la Ciudad de México, otra en Mérida y una última en Guadalajara, que resultan insuficientes si se desea localizar y atender a la cantidad de sobredotados que se piensa hay en todo el territorio.

Y el que el potencial de estas personas no sea identificado no es algo menor pues se traduce, entre otras cosas, en pérdidas económicas para el país. El CEDAT estima que  uno sólo de estos pequeños, que logre desarrollar sus capacidades, puede representar la contribución de un millón de personas en edad productiva para su nación.

A pesar de todo lo bueno que significaría esto, en México no existe aún una cultura que trate de localizarlos e impulsarlos y sí, muchas barreras sociales que impiden su desarrollo. Retraso, TDA, Asperger, autismo son algunos problemas que les suelen atribuir a estas niñas y niños antes de llegar a un diagnóstico correcto… si es que llega.

La odisea

Para Helena fueron años de brincar de una escuela a otra con su pequeño Erik. Primero fueron pruebas con el objetivo de descartar Asperger cuando apenas tenía un año, luego vinieron las múltiples escuelas a las que intentó que su pequeño se adaptara, pero en cada una de ellas todo resultó un desastre. Cada vez que lo dejaba en la puerta del colegio, Erik lloraba de manera inconsolable antes de aislarse en un rincón del salón sin hablar con nadie.

En una de esas escuelas le dijeron a Helena que su hijo no sabía nada. Llegaron a esa conclusión luego de estar 40 minutos con el niño sin lograr que contestara una sola de sus preguntas. “Yo sabía que él podía contestar todo lo que le preguntaban pero no entendía qué le pasaba. Algo dentro de mí me hizo sentir que quizá era sobredotado porque me recordaba mucho a mí cuando era niña, a mí también me molestaban en la escuela. Busqué en Internet y me encontré con el CEDAT. Desde que mi hijo va ahí su vida cambió por completo, ahora es un niño muy diferente y muy feliz”, me cuenta Helena.

Y es que, contrario a lo que podría pensarse, a estos niños y niñas no les va muy bien en la escuela.

Andrew Almazán sabe de esto porque también sufrió su vida en la escuela, y la historia para él, y para miles de niños, hubiera sido muy diferente si su padre, Asdrúbal Almazán, no hubiera decidido crear el CEDAT. Hoy en día Andrew es encargado del Departamento de Investigación y Psicología del CEDAT, y a sus 22 años ya cuenta con dos licenciaturas, un doctorado y varias especialidades.

“Los niños sobredotados suelen tener muchos problemas en la escuela debido a que no socializan con sus compañeros; mientras él está interesado en los dinosaurios, los planetas o la ciencia los demás quieren hablar de caricaturas. Tampoco les va muy bien con los maestros porque suelen corregirlos en clase o porque no obedecen las instrucciones. Se debe tener conciencia de que los niños sobredotados no son lo que se espera de un niño inteligente, no necesariamente sacan diez en la escuela y les cuesta mucho adaptarse porque se aburren tanto que se desesperan, se portan mal o no se integran”, explica el joven.

A fin de evitar que los niños atraviesen estos terribles momentos, que los pueden conducir a la depresión, Andrew recomienda a los padres y madres estar muy pendientes de sus necesidades. “Si notan que algo no anda bien, si ven que es muy inteligente y aun así tienen problemas en la escuela, podrían pensar en la posibilidad de que su hija o hijo sea sobredorado. Es muy importante que se les detecte en edades tempranas para aprovechar al máximo su capacidad”, advierte.

La edad ideal para empezar a trabajar con ellos es a los dos años aunque casi siempre llegan más grandes, sólo después de que no lograron adaptarse a la escuela tradicional. Con el propósito de diagnosticarlos, en el CEDAT se les realizan pruebas psicométricas y de inteligencia en las que deben obtener un IQ por encima de 130. Estas pruebas deben ser realizadas por un psicólogo calificado y especializado en el tema.

El gen de la inteligencia

¿Cómo puede una o un pequeño tener una mente gigante? Lo cierto es que la ciencia aún investiga el funcionamiento de sus cerebros para revelar el misterio. Lo que sí se sabe es que surgen como parte de un proceso de selección natural.

Fue Francis Galton quien hace más de 150 años propuso que en la humanidad siempre hay una curva de distribución en la población; por un lado está la media, de otro lado la parte más avanzada y de otro lado la gente que tiene retraso. Siempre existe un equilibrio en esta curva, por lo que se estima que 3 % de la gente debería estar en el rango de sobredotación.

“La sobredotación es algo genético, se nace así, pero tampoco es una garantía porque si el ambiente no es adecuado esta corre el riesgo de perderse. Por otro lado, se sabe que no es que posean más neuronas, sino que las que tienen se desarrollan más rápido y realizan más y mejores conexiones neuronales entre ellas. Es una diferencia genética que no sólo se manifiesta en lo intelectual, sino que también poseen más fuerza, son más altos e incluso con una mayor densidad ósea que el promedio. También tienden a desarrollar más alergias debido a que su sistema inmune es más agresivo”, comenta el joven psicólogo.

Tal como Andrew los describe, suenan como personas increíbles, no obstante corren el riesgo de perderse entre la multitud, y ver mermadas sus capacidades, si no se hace un esfuerzo por identificarlos. No hacerlo supone un riesgo para todos pues sin la gente inteligente, la media de la población disminuye y eso tiene efectos negativos, tanto sociales como económicos.

“Cuando se reduce el desarrollo intelectual la población tiende a resolver sus problemas de manera más violenta. Por otro lado, si una persona sobredotada se queda en México pero no es diagnosticada es probable que pierda su inteligencia por falta de estimulación, por la presión social a que se adapte o por medicación resultado de un diagnóstico erróneo”, explica Andrew.

Y aunque son pocos los niños que se ha logrado identificar, el avance ha resultado extraordinario. Antes del inicio del CEDAT se tenía registro de apenas 50 niñas y niños sobredotados, hoy se habla de 7 000. Con este número, y con el impulso que el CEDAT ha dado al tema, México se ha convertido en uno de los países más avanzados en la materia en América Latina.

Sigo siendo un niño

A pesar de que puedan resolver problemas matemáticos complejos o que hayan aprendido a leer a los dos años, siguen siendo niñas y niños, aunque con mentes brillantes. Sus padres y madres tienen la difícil tarea de impulsarlos y encaminarlos.

Helena lo sabe, y cuando el pequeño Erik quiere imponer su voluntad ella le explica el porqué de las cosas, y él parece entenderlo bien. “Aunque sean más inteligentes tú sigues siendo la madre o el padre, y se les debe educar con disciplina y con amor. Erik es un niño muy bueno, ‘Ok, mami’, me contesta cuando sabe que tengo razón”, asegura la madre de este chico cuyo IQ es de 165.

Eryx y Erik ya no se sienten solos o incomprendidos. Ambos piden legos en su cumpleaños y se preparan intensamente para el congreso de sobredotación que será el próximo mes de mayo. Ya no sufren en una escuela que no los entiende. Ahora estudian física, química, anatomía, astronomía y paleontología, además de tomar clases de música, idiomas, emprendimiento e innovación. Las restricciones sociales se acabaron, ahora el límite es su propia mente. Nos toca como sociedad apoyarlos e impulsarlos ¿Serán estos niños y niñas la esperanza que tanto necesitamos?

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