Periodismo imprescindible Jueves 28 de Marzo 2024

Del Harlem para el mundo

En 1978 un grupo de jóvenes de East Harlem, Nueva York, limpió de criminales los edificios de su barrio para reconstruir las casas y hacerlas habitables de nuevo. Después, empezaron a darle oportunidades de empleo a los jóvenes y a eliminar el crimen. Así nació YouthBuild, que ahora se replica como un proyecto educativo en otros lugares del mundo, como México, a fin de romper los ciclos de pobreza y marginación
18 de Febrero 2018
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POR SEBASTIÁN SERRANO

Hace 40 años, los narcotraficantes se habían apropiado de muchos edificios en East Harlem, Nueva York. Hartos de la situación, algunos jóvenes sacaron a los delincuentes y reconstruyeron las casas para hacerlas habitables de nuevo. Con esto empezaron a darles oportunidades a los jóvenes de la zona, y con el paso del tiempo, se logró eliminar el crimen. Así nació el programa de acción juvenil YouthBuild. En 1990 los fundadores se dieron cuenta de que su experiencia podía expandirse por todo el planeta, con la finalidad de romper los ciclos de pobreza y marginación.

Como explica Emilia Ramírez, gerente de YouthBuild México, la filosofía de la organización es capacitar a los jóvenes que dejaron la escuela y no tienen empleo, para que aprendan diferentes oficios o continúen la educación que en muchos casos abandonaron por necesidad. Trabajan en comunidades en condiciones de marginación y violencia en Monterrey, Tijuana y Ecatepec, Estado de México.

El proceso con los jóvenes lo desarrollan mediante Centros de Juventud. Julia Ramírez, la coordinadora del de Ecatepec, me explicó más el trabajo que realizan: “El principal programa que llevamos es Desafío Jóvenes con Rumbo, en el que buscamos favorecer la inserción laboral de jóvenes entre los 17 y 25 años. Son chicos que viven en constante condición de riesgo, tienen problemas de adicciones y, por lo general, situaciones familiares complejas de violencia, abandono e incluso abuso”.

Lo que hace especial a este programa es el seguimiento y acompañamiento que el asesor realiza con los jóvenes. Beatriz Arias me describe su experiencia en el centro de Ecatepec: “Mi principal labor es apoyarlos en la construcción de su proyecto de vida, que valoren sus habilidades y fortalezas. A fin de generar acercamiento y confianza con ellos, es fundamental evitar prejuicios sobre su condición y experiencia de vida, no deben sentirse señalados. Cuando ellos se acercan, se requiere tener toda la disposición y una escucha activa, es la forma de acompañar la reflexión para que tomen sus propias decisiones”.

Edgar González, quien también trabaja como educador, me comentó que en un inicio era bastante escéptico con el programa, sobre todo por la desconfianza que existe de que las asociaciones siempre tienen un trasfondo económico. “Sin embargo, desde las primeras semanas de trabajo me encontré con un equipo muy comprometido con el bienestar de los jóvenes. En el trabajo fui viendo las oportunidades y transformaciones reales.”

Cuando le pregunto a Beatriz por un caso puntual que considere un ejemplo, me habla de una chica de 19 años que es madre soltera de dos niñas. Vive en casa de sus suegros, aunque ya no está con su pareja, ya que su situación familiar y de abandono es muy compleja: su papá está en la cárcel, su mamá se fue, su hermano –quien se dedicaba a la venta de drogas– fue asesinado, y el único lazo que le queda con su familia es su hermana que es adicta. “Una chica que en un inicio era muy introvertida, no hablaba de lo que sentía, de lo que la afectaba, pero en el grupo se fue generando la confianza y ha ido sacando su voz. Ahora está muy entusiasmada estudiando para ser asistente educativa. Antes no sabía utilizar una computadora, ni cómo encenderla, pero se le ha acompañado para que venza ese miedo, y ahora realiza las presentaciones de su proyecto de vida en Power Point y en Word”, me explica Beatriz emocionada.

En su etapa de formación, los jóvenes deben asistir seis horas diarias de lunes a viernes. Empiezan a las 9:00 am; al llegar anotan su nombre en una lista que está en la pared del salón; se evita pasar lista y cualquier interferencia del educador. Julia me explica que la jornada se desarrolla por medio de talleres dinámicos en donde trabajan su proyecto de vida, sin embargo, también se dan bases académicas, como lectoescritura o desarrollo lógico matemático. Esta actividad la complementan con cursos de formación técnica, que realizan a través de convenios con una institución externa, por lo general los Centros de Capacitación para el Trabajo Industrial (Cecati) de la SEP, en donde hay varias especialidades: Gastronomía, Soporte Técnico, Auxiliar de Oficinas, entre otras.

La primera actividad del día es el círculo de la mañana, un tiempo para que los jóvenes comenten las condiciones en las que inician la jornada –desde cosas básicas como que no desayunaron o tuvieron una discusión familiar, hasta cómo se sienten, o los avances que han logrado–. Esta actividad es esencial porque permite que establezcan vínculos más cercanos.

Beatriz me habla sobre el taller de habilidades para la vida que imparte. “Se sigue un proceso de tres módulos, el primero es de autoconocimiento, reconocen sus fortalezas y áreas de oportunidad. En el segundo se desarrolla la dimensión social y comunitaria, cómo se relacionan con los demás, cuáles son y cómo están los vínculos con la familia, pareja, amigos. Queremos que se sensibilicen sobre la realidad en la que viven, y cómo los afecta su entorno y su participación en este, para que identifiquen oportunidades y tomen la iniciativa, sean proactivos y generen ideas para mejorar su comunidad. Finalmente, el tercer módulo abarca la empleabilidad, se ve mucho la vocación, el interés laboral y elaboran su carta de presentación. Además se ofrecen tips sobre los contratos, reconocer falsas ofertas de trabajo, así como sus derechos y obligaciones laborales”.

Edgar lleva el taller de lectoescritura, y me comenta que es muy notorio el contraste entre el nivel académico de los participantes, desde chicos que no habían terminado la secundaria hasta algunos que tenían cursado un semestre de universidad. “Al reconocer que tienen diferentes niveles, los que saben más apoyan a los que tienen dificultades. El desconocimiento es un motivo de vergüenza, así que intentamos que este no sea un obstáculo para aprender; se les explica que la ignorancia es una condición natural y que romperla requiere esfuerzo, que no se deben sentir avergonzados por no saber, y es ahí donde se ve el primer avance, en la capacidad de enfrentar abiertamente las dificultades”.

Los jóvenes que están actualmente en el programa de desafío, terminan su etapa de formación el 23 de febrero. Julia me explica que luego de esta fase tienen que realizar un mes de práctica profesional, y se espera que sea el paso gracias al cual logren insertarse en la empresa, lo que generalmente sucede. “Por ejemplo, la primera generación del programa empezó en noviembre de 2016, y de los 21 jóvenes que terminaron, 18 iniciaron una experiencia laboral. También existe la posibilidad de que quieran seguir el proceso de capacitación, entonces se busca la institución educativa para que continúen. De la primera generación, 10 retomaron sus estudios, la mitad a nivel universitario y la otra mitad a nivel técnico medio superior”.

Emilia me comenta que aproximadamente 70 % de los jóvenes que terminan el programa se inserta de forma exitosa en el mercado laboral. Una vez terminado el programa, se da un seguimiento a los jóvenes en un periodo de entre 3 a 6 meses, en el cual los asesores siguen teniendo contacto con ellos, ya sea vía telefónica o mediante las redes sociales.

El reto de seguir adelante

De acuerdo con Edgar, una de las principales dificultades es el financiamiento que permita la continuidad del programa, ya que la mayoría de los recursos depende de apoyos de Estados Unidos. “Hasta que no se acepten los fondos, no hay claridad de cómo van a poder continuar las próximas generaciones, todo depende de los casos de éxito que se logren. En las cifras duras es donde se juega la continuidad financiera del programa, aunque en muchos casos el diseño de las exigencias es totalmente incompatible con la realidad”.

Beatriz considera que el programa tiene una visión muy ambiciosa (búsqueda integral, conciencia comunitaria, plan de vida) para jóvenes que vienen de condiciones muy complejas. Además, dependen mucho de la disposición del joven. “Llegan jóvenes con muy poca motivación por la vida, deben encontrarle pasión, el reto más difícil es descubrir el sentido para la vida futura. Por esto es fundamental generar resiliencia en los jóvenes, que identifiquen los elementos que les permitan superar situaciones adversas; ubicarse en la realidad y lograr enfrentar los problemas y retos poco a poco”.

Edgar considera que es el que más ha aprendido del grupo. “He conocido muchas cosas a partir de la experiencia de estos jóvenes, y es muy inspirador y enriquecedor. Me ha permitido reconocer mis propios privilegios. Nací en una familia pobre, nada me ha sido regalado, pero siempre he tenido una familia que me ha apoyado. En los jóvenes veo que muchas dificultades se originan en su núcleo familiar. Por eso en este proceso lo más importante es la implicación emocional, el valor de la empatía. Aunque ejercerla a veces implica frustraciones, golpes emocionales, si te mantuvieras invulnerable no podrías acercarte para apoyarlos como se requiere. Pero es una gran satisfacción cuando ves los logros”.

YouthBuild es un espacio digno, donde los jóvenes que han crecido en un ambiente de alta adversidad y marginación pueden reconstruir su futuro, con el apoyo, la cercanía y la atención que muy probablemente nunca habían conocido.

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