Periodismo imprescindible Viernes 29 de Marzo 2024

¡Ellas nos necesitan! (pero nosotros más a ellas)

Mientras los seres humanos no generemos comunidad entre nosotros, estos insectos tan importantes para nuestro país y el mundo seguirán en peligro
03 de Junio 2018
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POR GIOVANNA FRANZONI

Como si fuera un juego de Jenga, los seres humanos nos hemos dedicado a nuestras anchas a extraer, modificar y eliminar partes de los ecosistemas con los que convivimos. Pero como pasa con esa torre de madera cuando son menos sus piezas, el planeta cada vez se tambalea más; amenaza con caerse a pedazos.

Dentro de este juego que provocó el calentamiento global, hay un insecto que es parte esencial en el proceso de la fertilización de casi el 84 % de los alimentos que consumimos, y está siendo amenazado: las abejas.

Lo que predice esa estadística es que si movemos mal las piezas y acabamos con las abejas, no sólo nos vamos a quedar sin miel, sino sin más de la mitad de la comida que consumimos a nivel mundial. ¿Te imaginas el caos que provocaría miles de cosechas sin fertilizar? Adiós Jenga. Adiós mundo.

Y tal vez cuesta pensar que ese pequeño insecto que se pasea por la lata de tu refresco durante algún picnic, es también parte fundamental del ciclo que lleva comida a nuestras ciudades.

Pero es un error subestimarlas por su tamaño. Sin esas abejas que viajan durante el proceso de floración, no habría polinización de las plantas y las cosechas jamás serían fertilizadas. No más frutos, ni biodiversidad como la conocemos.

A pesar de que la preocupación por la escasez de abejas se ha convertido en un tema global, México debería ser uno de los países que mayor atención le prestara a la problemática. De las 20 000 especies de abejas que existen en el planeta, somos hogar de 12 000 de ellas.

En contraparte, está la importancia de la exportación de miel para México: de acuerdo con la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), durante el 2017 las ventas al extranjero de este producto alcanzaron un valor de más de 93 millones de dólares, que se traduce en volumen a 29 000 toneladas; mismo comercio que vio beneficiadas a 200 000 familias que viven de la apicultura y cuyo oficio es practicado en un 80 % por mujeres.

Lamentablemente, pese a que es el séptimo país que más importa miel a nivel mundial y es hogar de más de la mitad de las especies de abejas que mantienen el equilibrio del mundo, tanto estos insectos como quienes intentan preservarlos aún se enfrentan a muchos retos.

LA ABEJA MAYA

Yucatán es la región que cuenta con más especies de abejas nativas mexicanas. Para ser exactos, 17 variaciones de este insecto con panza de franjas negras. Sin embargo, la Melipona beecheii fue la única especie domesticada por la cultura maya debido a su falta de aguijón y su conducta pasiva.

En maya conocida como Xunan kab, la melipona obtuvo un valor importante en su religión y tradiciones debido al valor curativo de la miel que producen. Con tan sólo una cucharada de esta medicina color ámbar, los mayas restauraban el hun ol –en su idioma, “el bienestar y armonía de los corazones”–. Además, usaban la cera en ceremonias religiosas y el propóleo como remedio a enfermedades estomacales o respiratorias.

No obstante, la tradición de utilizar los productos generados por esta especie sagrada en la región se fue perdiendo junto con las colmenas.

“En 2010 había cero colmenas de meliponas en las comunidades de Tulum. Ha sido un trabajo de cuatro años, pero al día de hoy son ya 480 colmenas en ocho meliponarios”, me explica Stephan Palmieri, un apicultor francés que llegó al sur de nuestro país buscando meliponas, y descubrió que estaban a punto de extinguirse.

Con el objetivo de salvar a las pocas colmenas de meliponas que quedaban en la zona de Quintana Roo y Yucatán, decidió crear la Fundación Melipona en 2013, la cual trabaja en conjunto con universidades y apicultores de la zona a fin de salvar esta abeja ancestral.

Sin embargo, para Stephan esta labor no sólo ayudará a las comunidades mayas a tener otra fuente de ingreso o a recuperar la especie, sino que a su paso va generando consciencia colectiva:

“Hemos visto que el proceso de recuperación de las meliponas en las comunidades mayas los ha ayudado a valorar la biodiversidad con la que conviven, los ha motivado a recuperar otro tipo de tradiciones, como la siembra de diferentes maíces o la recuperación del jardín selva”.

Mientras la crianza en comunidad aumenta, tanto la melipona como las otras 16 variaciones de abejas que hay en la región de Yucatán, que permanecen en estado silvestre, se ven amenazadas por los intereses que hay de desmontar la selva de la zona.

Eso, aunado a la falta de interés por documentar la adaptación, evolución y necesidades de estas especies, pues muchas de ellas no producen miel, ocasionan que sea difícil dimensionar el riesgo en el que se encuentran o cuál es la mejor forma de preservarlas.

LA ABEJA NACIONALIZADA

La Apis mellifera, especie que se caracteriza por ser increíblemente rápida en la producción de miel, llegó a México por primera vez durante la época de la conquista (1521).

Cuatro siglos más tarde, en 1980, la abeja africana (una variación de la Apis mellifera) llegó al país en un intento de mejorar la especie europea con la que se producía miel en ese entonces.

La adaptación de esta nueva especie no fue sencilla debido a su comportamiento agresivo, pero valió la pena pues es la que actualmente produce la mayor cantidad de miel a nivel nacional; representa un pilar muy importante para los apicultores y agricultores mexicanos.

De acuerdo con Arlette Gómez, una de las fundadoras de Save The Bees y activista, el mayor riesgo que enfrentan la Apis mellifera y los apicultores que las crían en nuestro país son los pesticidas usados en los campos de cultivo, la falta de consumo de miel a nivel local y lo mal pagadas que son las familias que la recolectan.

Es por ello que el objetivo con Save The Bees es generar un impacto directo en los pequeños apicultores a nivel marketing, crianza de abejas y acompañamiento en procesos de venta, con el propósito de que sus condiciones de vida mejoren, y también las de las abejas que viven con ellos.

ELÍXIR DE LA COLMENA

La miel mexicana se exporta principalmente a Alemania y el Reino Unido, en donde cuenta con gran demanda por su sabor y consistencia. Allá es a donde va a parar la mayoría de este producto que, lamentablemente, el mexicano ha perdido la cultura de consumir.

De acuerdo con un artículo publicado por la Sagarpa en mayo de 2017, un mexicano consume en promedio únicamente 200 g de miel al año a pesar de ser el único endulzante no dañino para el organismo y el que más se produce dentro del país. Por otro lado, el 68 % de la miel mexicana es exportada a otros países.

La falta de demanda de ese alimento a nivel nacional complica la tarea de colectivos o cooperativas que intentan vender productos derivados de la miel en sus localidades, dejándole un solo camino a los pequeños apicultores: recibir una remuneración injusta por este “oro líquido” por parte de los coyotes.

Es así como el elíxir que resguardan las colmenas mexicanas termina perdiendo sus propiedades en el proceso de industralización, donde es rebajada con jarabe de maíz y otras sustancias edulcorantes no naturales; y peor aún: genera un beneficio nulo para la preservación de las abejas y quienes las trabajan.

“El acopiador es como un coyote que reúne la miel de las pequeñas familias apicultoras, la mezcla y el producto se va al extranjero. Pero el dinero que le llega a estos pequeños apicultores es nada, lo que los tiene viviendo en situaciones horribles. Ellos llegan a vender un litro de miel en 40 pesos”, comenta Arlette.

HAY QUE ACTUAR

Arlette y Stephan coinciden en que la única forma de asegurar que las abejas meliponas y la Apis mellifera vivan en las condiciones óptimas para su preservación, es actuando en colmena.

“Si bien la preservación de las abejas es un tema muy complejo, sabemos que ayudando y dando voz a quienes trabajan con ellas de manera directa, las oportunidades para especies como la Apis mellifera son más”, me dice Arlette, convencida de que la cultura de comercio local es la que ayudará a salvar a esta especie fiel a la producción de miel y la polinización.

El primer paso, sugieren, es concientizar a quienes estén a nuestro alrededor sobre la importancia de este insecto para el planeta; y ser partícipes en la resistencia nacional a la deforestación, fomentando el comercio local de la miel y consumiéndola.

Ahora te toca a ti compartir este artículo, reemplazar el endulzante de tu alacena por miel nacional y unirte a la causa. Para salvar a las abejas mexicanas necesitamos crear comunidad, como lo hacen ellas.

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