Periodismo imprescindible Jueves 28 de Marzo 2024

Esto es para guerreras

El 8 de marzo de 2015, más de 100 mujeres de comunidades indígenas del Estado de México se congregaron con el objetivo de jugar futbol, 
y sólo fue el principio, ya que hoy el torneo ‘Jugando por mis derechos’ 
es un proyecto de largo plazo porque las mujeres quieren al futbol 
en sus vidas pues les da lo que otros les han quitado: libertad
27 de Mayo 2018
18-19
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POR ALEJANDRA DEL CASTILLO

Guadalupe García ama el futbol. Lo ama porque la cancha para ella era un refugio que la llenaba de libertad, y se convirtió en un motivo de lucha que la impulsó a salir adelante.

Nació en San Juan Coajomulco en el Estado de México, y por sus venas corre la sangre mazahua. En el mapa de sus orígenes también está trazado un destino para las mujeres: desde muy pequeñas dejan la escuela con el propósito de aventurarse a trabajar como empleadas domésticas; continuar con su educación no es una opción.

Durante generaciones sucedió así en la familia de Guadalupe. Su mamá, tías y hermanas siguieron ese camino. Al terminar la secundaria y con 14 años, llegó a la capital con la ilusión de ir más allá de las montañas que la vieron nacer, deseaba conocer otros lugares y ganar su propio dinero.

Con su corta edad experimentó vivir en malas condiciones; fue testigo de injusticias, discriminación, salarios mal remunerados y el maltrato que padecían algunas de sus compañeras. Por su inexperiencia la corrieron de su primer empleo, pero no desistió; consiguió uno nuevo, se decidió a trabajar mucho y lo logró, aunque no imaginó que el mundo de los libros de la casa donde trabajaba comenzaría a llamarla por su nombre.

Un día se atrevió a tomar uno ellos, y la lectura le gustó tanto que cada noche volvía para tomarlo. Al amanecer se levantaba sigilosamente a fin de ponerlo en su lugar, de modo que nadie supiera que estaba leyendo; al final, la descubrieron.

La corrieron porque la patrona no quería alguien que leyera, quería alguien que hiciera el quehacer y limpiara, nada más.

Y aunque Guadalupe pudo buscar un nuevo empleo, no lo hizo y regresó a casa. Al volver, le dijo a su madre que quería seguir estudiando, pero como eso no estaba en los planes familiares, con toda sorpresa y ante la petición, su madre tuvo que pedir permiso a los hombres de la casa con el propósito de que su hija pudiera volver y retomar sus estudios.

Guadalupe regresó a casa, volvió a la escuela y también al contexto de violencia en el que vivía, ahí comenzó su lucha por cambiar las condiciones en las que su vida se desarrollaba.

Según ella, el futbol ha representado siempre un acto de rebeldía. Cuando pedía permiso para irse a la cancha, su mamá le exigía que antes de marcharse terminara una serie infinita de labores, y al final lo conseguía. Al llegar a la cancha, era señalada por marimacha, por puta o por loca. Cuando volvía a casa se enfrentaba al alcoholismo de su padre, a verlo tirado en la calle o a que en la madrugada pateara la puerta con toda violencia. Podría pasar el mundo encima de ella, pero siempre estaría la cancha para volver al estado de libertad que le daba el futbol.

Guadalupe no se detuvo, ni en la cancha, ni en la escuela, y así, terminó la licenciatura en Ciencias de la Comunicación.

Hace tres años inició el proyecto “Jugando por mis derechos” con la organización Mujeres: Lucha y Derechos para Todas. Celebrarían el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, con un torneo de futbol con las mujeres de diferentes comunidades.

A fin de convocar, visitaron a 10 autoridades comunitarias, todos eran hombres y los pretextos que les dieron para negarse a invitar a sus mujeres iban desde la negativa simple hasta “ya ve señorita que luego somos un poco machistas y aquí las mujeres no van a jugar futbol”, otro les dijo que si fuera para hombres él si le entraba, pero como era para mujeres, entonces no se comprometía.

Las mujeres no desistieron y siguieron tocando puertas. De 10 invitaciones que hicieron, sólo lograron convencer a dos autoridades comunitarias.

Sin embargo, eso no sería todo. A días del torneo sólo tenían un equipo inscrito, y cuando investigaron la razón todo cobró sentido: las autoridades nunca le avisaron a sus mujeres.

Sin renunciar, las chicas de la organización, voluntarias y enlaces en las comunidades comenzaron a pegar convocatorias por todos lados.

El 8 de marzo de 2015, más de 100 mujeres se congregaron con la finalidad de jugar futbol. Ese día de la mujer fue sólo el inicio porque el torneo “Jugando por mis derechos” se convirtió en un proyecto, ya que las mujeres comenzaron a pedir futbol en su vida.

Si bien “Jugando por mis derechos” las congrega en la cancha, el futbol es sólo una pieza importante de la gran red de apoyo que han forjado Guadalupe y todas las mujeres que participan en Mujeres, Lucha y Derechos para Todas.

Para Guadalupe el futbol ha significado una forma de empoderamiento en su vida, su persona y su cuerpo; su forma de compartirlo y replicarlo es convocando a las niñas a vivirlo, en la cancha, en sus mentes y sus cuerpos.

Las niñas que son invitadas al proyecto poco a poco rompen con todas las herencias que han recibido por ser mujeres en una comunidad en la que no tienen derecho a decidir sobre su futuro; además, deben ser estudiantes, deben tomar para ellas la cancha y al final de los entrenamientos, las esperan sesiones donde abordan temas de derechos sexuales y reproductivos, autoestima, valores, no discriminación, empoderamiento, lucha y derechos humanos.

Las canchas donde juegan las mujeres y niñas del equipo se convierten en un estado de tránsito porque la organización coordina visorias para que equipos, clubes, escuelas y universidades fichen a las niñas y les otorguen becas académicas y deportivas para que puedan seguir estudiando.

En dos años han trabajado con más de 500 niñas; el objetivo de la organización es crear la primera academia de futbol para niñas mazahuas.

Si todo esto no es una gran noticia, sólo hay que pensar que esos campos de futbol que resguardan a las niñas a fin de cambiar su destino se ubican en el Estado de México, el lugar de la República con el mayor índice de feminicidios.

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