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Huella de carbono ¡Mea culpa!

11 de Marzo 2018
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POR ROGER VELA

Antes de dormir coloco libreta y pluma a mi lado. Mañana me acompañarán durante horas. En las páginas blancas anotaré con tinta negra cada detalle de mi día: los alimentos que voy a consumir, el transporte que usaré y hasta la ropa que me pondré. El objetivo: medir mi huella de carbono. La idea es reflexionar sobre mis hábitos y su impacto en el medio ambiente. Un ejercicio necesario que nunca había realizado. ¿Tú lo has hecho?

 

 

7:12

Abro los ojos adormilado y reconozco inmediatamente mi habitación. A pesar de la poca luz del exterior, después de tallarme los ojos durante algunos segundos, veo todo perfectamente. Desde hace años –no recuerdo cuántos–, duermo con las luces encendidas. Son tres: la lámpara del mueble junto a la cama, la de luz tenue del cuarto y la de la ventana que da al patio trasero. Me doy cuenta de que la computadora sigue prendida pero en reposo: acostumbro dormir viendo Netflix.

+1.4 kg de CO2

 

9:36

Después de dar algunos likes en Facebook, de escribir algo en Twitter, revisar historias de Instagram, ver algunos videos en YouTube y leer noticias en internet, prendo el calentador del agua a su máximo nivel durante casi tres minutos.

+0.027 kg de CO2

 

9:39

Me ducho durante 15 minutos. Mido el tiempo tomando en cuenta que sonaron cuatro canciones en Spotify mientras me bañaba.

+1.1 kg de CO2

 

9:57

Seco mi cuerpo y me visto con jeans negros Old Navy, tenis Zara de lona y una playera marca Pull & Bear de algodón. Todo lo compré en plazas comerciales donde abundan las boutiques de fast fashion.

+1.017 kg de CO2 (abarca la fabricación de las prendas, su transportación y hasta el fin de su vida útil, calculada en promedio de 45 días).

 

10:23

Bajo a desayunar. Busco qué hay dentro del refrigerador de dos puertas que tiene más de 10 años de antigüedad. Me preparo una pechuga de pollo con queso chiapaneco, aguacate michoacano y un té de menta que, de acuerdo con la envoltura, fue fabricado en Estados Unidos. La estufa permanece prendida durante unos tres minutos por cada hornilla.

+5 kg de CO2

 

11:02

Debo aprovechar el clima, así que meto mi ropa blanca a la lavadora. Mi setting favorito es: lavado principal, dos enjuagues, centrifugado de 800 y temperatura fría. Eso sí, sin secado porque maltrata la ropa. Agrego jabón y suavizante de telas. Durante casi una hora, playeras y calcetines dan vueltas, hasta que una alarma avisa que es hora de sacarlos y tenderlos al sol.

+1.95 kg de CO2

 

11:52

Ahora el mismo procedimiento con la ropa de color. Otra vez a girar.

+1.95 kg de CO2

 

13:13

Debo salir de casa, pero la temperatura sube y no quiero sentir el bochorno sofocante del metro. Pido un Uber para acudir a mi primera cita del día. El traslado al centro de la ciudad dura una media hora, el chofer y yo acordamos no encender el aire acondicionado.

+2.3 kg de CO2

 

13:45

Realizo una entrevista, y durante la conversación me invitan algo ligero de comer pero rechazo la invitación, lo que tengo es sed porque el calor de la Ciudad de México no da tregua. Me ofrecen una bebida y acepto una agua embotellada de un litro.

+0.16 kg de CO2

 

15:16

Salgo de la entrevista. Tengo hambre y tiempo para comer. Mi próxima reunión es hasta dentro de dos horas. Camino por las calles del centro y decido comer una pizza mientras reviso mi celular. La comida es acompañada del agua del día: limón con chía.

+0.3 kg de CO2

 

16:24

Subo al metro rumbo al oriente de la ciudad con la finalidad de evitar el tráfico. Después, llego al metro San Lázaro para recoger el cargador de mi celular que olvidé hace dos días.

+0.28 kg de CO2

 

17:46

De nuevo regreso al centro de la capital en metro. Hay asientos disponibles, así que me pongo cómodo. Veré a dos amigos en una marisquería cerca del metro Bellas Artes así que al salir, caminaré.

+0.28 kg de CO2

 

18:17

Pido al mesero una cerveza bajo el pretexto de “uff, qué calor hace en el metro ¿no?”.

+0.10 kg de CO2

 

20:39

Anochece y mi plan es ir al cine. No puedo perderme la nueva película del director mexicano nominado al Oscar de la que todo el mundo habla. De nuevo solicito un Uber. Ahora rumbo al Cinemex más cercano a mi casa.

+2.3 kg de CO2

 

21:26

Mi estómago está casi satisfecho, pero ir al cine sin comer palomitas es casi un pecado. Y palomitas sin refresco: ¿dónde se ha visto? Como es costumbre, el líquido es servido en un vaso desechable con el popote y la tapa de plástico que no pueden faltar.

+0.35 kg de CO2

 

23:49

Es hora de volver a casa. Aunque podría regresar caminando porque estoy muy cerca, decido otra vez tomar un Uber porque “ya es noche”.

+0.76 kg de CO2

 

00:03

Enciendo la estufa durante tres minutos para prepararme un té, esta vez de hierbabuena.

+0.05 kg de CO2

00:29

Entro a mi habitación. Prendo las tres luces. Enciendo la computadora. Es hora de dormir. Fue un día agitado para mí, pero sobre todo para el medio ambiente. Mañana sabré cuánto daño le hice. Cierro los ojos.

Mi rutina generó cerca de 19.324 kilogramos de emisiones CO2 en menos de 24 horas.

Despierto con las luces encendidas.

¡Qué he hecho!

 

Crónica de un fracaso anunciado

Al final del ejercicio pude medir el impacto ambiental de buena parte de mis actividades, pero fue imposible calcular la huella de carbono de algunas cosas: las palomitas del cine (o sea, ¿cómo saber si el maíz venía de Estados Unidos o no?), su recipiente de cartón y la mantequilla que contienen; la de la generación de energía para la proyección en la pantalla grande o la infraestructura que hace que llegue a mi casa el agua que usé al bajar la palanca del inodoro, lavarme los dientes o las manos. Ya si nos ponemos más exagerados, pues el proceso de fabricación y transporte del jabón que usé para bañarme, el de lavar la ropa y sus respectivos envases… ¡uf! A pesar de ello, logré saber que en un día generé 19.324 kilogramos de emisiones de CO2.

Al investigar las cifras oficiales reportadas por México, supe que el promedio por persona en 2015 fue de 10.191 kg; es decir, con mi estilo de vida de millennial urbano promedio ¡yo produje casi el doble de la media! ¿Cómo lo explico? No lo sé, tal vez se deba a que vivo en la Ciudad de México y aquí nuestro estilo de vida afecta más al medio ambiente que en las zonas rurales, o quizá es por mis malos hábitos; seguro es la combinación de ambas cosas. Es difícil saberlo, y ese fue mi gran descubrimiento.

Aunque esta fue una misión casi imposible para mí, también lo es para cualquier ciudadano, debido los deficientes mecanismos de medición que proveen las empresas y gobiernos. Sin duda, esa falta de información que nos impide conocer adecuadamente nuestra huella de carbono, también le ocasiona mucho daño a nuestro planeta porque, ¿cómo nos vamos a involucrar si no tomamos consciencia plena de nuestro propio impacto? Les dejo la pregunta sobre la mesa.

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