Periodismo imprescindible Viernes 29 de Marzo 2024

Las manos que nos alimentan

Cuando pensamos en comida, lo primero que se nos viene a la mente es dónde comprarla. Vamos al súper, al tianguis, a la tienda, pero no pensamos de dónde salió, quién la sembró, nutrió y cuidó. Nuestro alimento ha perdido su cara y sus manos porque  desconocemos a las personas y el trabajo que están detrás
10 de Diciembre 2017
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POR SEBASTIÁN SERRANO

Raúl es un chavo de palabra fácil, charlatán y chistoso, parece más un politólogo que un emprendedor que buscar reivindicar el trabajo de los campesinos. Su familia es del norte de Guerrero, nada más ni nada menos que de tierra caliente. Vinieron a vivir a la ciudad cuando él era pequeño, aunque todas las vacaciones iban a la parcela de su abuela, por eso desde siempre supo que tenía que volver a conectarse con la tierra. Lo que en un principio veía como una diversión, se convirtió en un aprendizaje de vida.

Quiso empezar su proyecto de emprendimiento en Guerrero, con productores de mezcal, sin embargo, la inseguridad lo hizo mirar hacia la zona agrícola en donde había pasado sus 28 años de vida: Xochimilco.

“La Ciudad de México tiene 60 % de territorio rural pero no lo vemos, se trata de 3 delegaciones (Xochimilco, Tláhuac y Milpa Alta) que están rezagadas, abandonadas, están produciendo comida para ti, en tu ciudad”, dice con certeza.

Más allá del tráfico y los bloques de edificios que siguen creciendo, la Ciudad de México (CDMX), una de las urbes más grandes del mundo, tiene la suerte de tener una zona agrícola, rica y productiva, que todavía se mantiene a flote con la técnica milenaria de la chinampa. No obstante, esa comida difícilmente llega directamente a la población, y no se reconoce la labor que desempeñan los productores al mantener este patrimonio de la humanidad y los servicios ambientales de conservación. Rezagamos nuestro entorno, pues mientras que Xochimilco se seca, en esta zona existen aproximadamente 2 600 hectáreas abandonadas. Los jóvenes ya no quieren cultivar la tierra, porque cuando quieren vender lo producido les pagan una miseria. Las chinampas podrían garantizar la seguridad alimentaria de la CDMX, pero cada vez hay menos personas dispuestas a mantenerlas.

Raúl comenta que al crecer comprendió que el campo mexicano está abandonado, no le dan oportunidades de integrarse a la cadena de valor, pues todo el dinero se lo llevan los intermediarios. Por eso trabaja con el Proyecto Ahuejote para recuperar la zona chinampera de Xochimilico. Busca primero la reactivación agrícola y que los productores retomen sus tierras; su siguiente meta es hacer un trabajo comunitario que mejore las relaciones entre lo urbano y lo rural. Para conseguir este objetivo desarrollan un esquema diferente de comercialización que no dependa de los regateos de los grandes mercados, ya que es mejor generar canales directos entre productores y consumidores. Entonces, ellos venden los alimentos mediante comunidades de consumo, es decir, grupos de personas que se organizan y realizan un pedido (entre más personas se unan el transporte es más barato y se puede conseguir un mejor precio). Así la comida va a un solo sitio y de ahí el grupo de interesados lo distribuye entre ellos. Y por último, quiere llevar a las personas a las chinampas, que vean y que conozcan dónde y cómo se produce su alimento, que confíen en el campesino local y corroboren que se trata de comida de calidad.

¿Se puede comer orgánico?

Eduardo es agrónomo y trabaja en la zona productora de Zamora, Michoacán. Está convencido de que se deben hacer las cosas de otra forma. Cuando le pregunto por los cultivos orgánicos, cambia el tono de voz y me dice con desánimo: “Más que orgánico se requiere que el cultivo sea sustentable y respete el medio ambiente. Muchas empresas que tienen los certificados de productos orgánicos traen camiones de tierra de bosques vírgenes, quitándoles la capa de tierra que tiene los nutrientes, lo cual termina provocando erosión y acaba con la vida del bosque. La gente compra pensando que está promoviendo un consumo ecológico y realmente están apoyando la desertificación de la tierra. La agricultura industrial a gran escala no puede ser sustentable, 200 hectáreas de fresas orgánicas no son sustentables jamás.” Si se siembra un solo producto y no hay rotación de cultivo, la tierra pierde sus nutrientes.

Por eso Eduardo está más a favor de una agricultura biodinámica; esta sigue una forma de producción que retoma la relación con la tierra y todos los elementos que intervienen en el ecosistema, incluso los ciclos de la luna, la posición de los planetas y las estaciones. Además, toma en cuenta la interrelación entre suelos, plantas y animales; trata el conjunto como un sistema en equilibrio y evita el uso de fertilizantes, pesticidas y herbicidas industriales, aunque este tipo de producción sólo se puede dar a pequeña escala.

“Los compradores en general no sabemos de este tipo de prácticas y alimentos porque para que puedan venderse al precio que valen, requieren una certificación. Sin embargo, una idea general de las personas que están en la alimentación es que las certificaciones no son 100 % confiables. No están de acuerdo con estas, porque por lo general se concentran en que no tenga pesticidas o agroquímicos, pero dejan de lado otros factores fundamentales como que no afecte el entorno, no provoque deforestación y sobre todo que no exploten a los trabajadores. Es muy difícil validar que se están cumpliendo los requisitos. Existe el caso de productores que tienen la aprobación, pero para vender más, agregan otros productos que no siguen los mismos estándares”, me explica Eduardo.

El trabajo del campo suele ser muy ingrato, es un gran esfuerzo y una simple modificación en el clima puede echar a perder el trabajo de meses. El productor depende de muchos factores ambientales que no puede controlar, más allá de las sequías y lluvias: el viento, el granizo, la humedad de la tierra, que a los cultivos no los ataquen hongos o plagas. Por otro lado, una vez que tiene su cosecha, cuando intenta venderla quieren aprovecharse y pagar lo menos posible. Entonces le echan a la tierra, a los cultivos, lo más barato y en algunos casos lo más agresivo; lo importante es evitar las plagas y maximizar lo más posible la cosecha.

Por otro lado, a los supermercados les gusta comprar barato, en la mayoría de los casos adquieren los alimentos rechazados que no cumplen los estándares exigidos para la exportación. La Central de Abastos se maneja de forma parecida y de ahí se abastecen los tianguis, así que tampoco son garantía. “En México no existe ningún monitoreo por parte del gobierno, hay muy poca regulación, por ejemplo, no hay una lista de pesticidas permitidos, aquí se siguen utilizando sustancias que en Europa llevan prohibidas más de 10 años.

Tampoco existe una autoridad que verifique a los supermercados, nadie se cerciora de que los límites mínimos se estén cumpliendo. No conocemos todas las porquerías y pesticidas, los residuos que tiene lo que consumimos”, agrega Eduardo desencantado con lo que ve día a día.

Cuando le pregunto cómo se puede romper este sistema tan disfuncional, en donde el productor se muere de hambre, mientras que los compradores comemos veneno y el dinero se va en transportar la comida, los intermediarios y los puntos de venta, me responde que “debemos reconectarnos con los alimentos, con la tierra, con el proceso de cultivar, cuidar y ver crecer; comprender el flujo de energía: lo que cuidas es lo que recibes. Necesitamos retomar el vínculo con las plantas, con lo que comemos y cómo lo preparamos.

Hemos perdido el ritual de la comida, nos alimentamos por necesidad, por eso muchas veces se come de más por ansiedad o por estrés, pero realmente no hay una consciencia de lo que estás digiriendo. Se requiere un movimiento más profundo, estamos inmersos en un consumo irresponsable que tiene que cambiar, que ha desvirtuado toda la cadena y fomentado una industria llena de malas prácticas. Por eso en la medida de lo posible siembra lo que te comes. Y en lo demás sé muy cuidadoso de qué y cómo eliges lo que te vas a llevar”.

Precisamente, otra de las malas prácticas que podemos modificar a nivel casero es evitar el gran desperdicio de comida. El 30 % de los alimentos en el mundo se tira a la basura, mientras 11 % de la población sufre hambre, de acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Si nos acercamos a México, la situación es más infame, pues se desperdician 10 430 000 toneladas de alimentos cada año, que evitarían el hambre que padecen más de 7 000 000 de mexicanos, según el Frente Parlamentario Contra el Hambre.

Se requiere más conciencia y educación. En México estamos acostumbrados a pagar mal por lo que comemos. Nos quejamos porque los alimentos están carísimos, por eso comemos las sobras de la industria alimenticia; lo de mejor calidad, lo realmente bueno que cumple las regulaciones internacionales se exporta, mientras que lo generado por productores locales se revende en las subastas de los mercados a precios de miseria.

En Xochimilco tenemos la fuente de alimento para la ciudad, que además sigue manteniendo la tradición de la chinampa, comida fresca y conservación natural; no debemos darle la espalda a nuestros productores. Además, insiste Eduardo, si quieres realmente saber qué comes, también es importante hacerte responsable y tener tu huerto de traspatio, lo que esté a tu alcance. Deberíamos tener la capacidad de generar algo de lo que comemos, de conocer su proceso, sus ciclos, de reintegrarnos con la tierra y las manos que nos alimentan.

 

¿Dónde comprar comida sana y justa?

Proyecto Ahuejote

En el proyecto trabajan seis productores que en la actualidad tienen cuatro chinampas en donde producen 37 hortalizas (lechuga, col, jitomate, cebolla, entre otras). Organizan visitas para conocer los cultivos y por medio de un sistema de pedidos por Facebook pueden llevar la comida a tu casa.

Contacto: Raúl Mondragón.

Dirección: Xicoténcatl 120, Del Carmen, Coyoacán, CDMX, 04100, 
Ciudad de México.

E-mail: [email protected]

Tel: 01 55 7160 5857.

 

Productores vegetales y hortalizas en sistema de chinampas

Contacto: David Jiménez Garcés.

Dirección: Belisario Domínguez 60 A. San Gregorio Atlapulco, Xochimilco.

E-mail:
[email protected]

Teléfono: 55 2512 7130.

 

El buen campo

Contacto: Julio Mora Flores.

Tel:  5271 0099.

email:  [email protected]

http://www.elbuencampo.com/

 

Productores de granos, hortalizas, leguminosas, frutas y verduras

Dirección: Belisario Domínguez 47, Barrio Atenco, Pueblo San Gregorio Atlapulco, Xochimilco, México D.F. C.P 16600.

Contacto: Pedro Ríos García.

Email: [email protected]

 

Comunidad de Alimentos de Chinamperos Productores de San Gregorio Atlapulco, Xochimilco, Mexico D.F.

Contacto: Pedro Ríos García.

E-mail: [email protected]

Teléfono: 55 5843 9717.

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