Periodismo imprescindible Jueves 18 de Abril 2024

Los que levantan la palabra al viento

Esta es la historia de un hombre a quien le enseñaron a hablar ombeayiüts desde pequeño. Aprendió el español al entrar al preescolar. Su maestra sólo hablaba español y la única manera de platicar con ella era en castellano. Con el profesor Guillermo era diferente porque compartían la misma lengua. Su escuela era medio día en español y medio día en ombeayiüts. Hoy él también se dedica a la educación, y esta es su historia
25 de Febrero 2018
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POR ALEJANDRA DEL CASTILLO

Aga ongwiiüts küy tingial andeakar me dijo Saúl en ombeayiüts. Significa: “esta noche estoy hablando contigo”, y con esas sencillas palabras, abrió el universo de los ikoots para mí.

Saúl nació en San Mateo del Mar en el Itsmo de Tehuantepec, Oaxaca. Es un joven ikoots, maestro de profesión, que siempre ha mostrado arraigo a su tierra y se siente orgulloso de su cultura.

Al presentarse comparte: “ikoots” significa nosotros; y “ombeayiüts”, nuestra lengua.

A él le enseñaron a hablar ombeayiüts desde pequeño. Recuerda que aprendió el español cuando entró al preescolar a los cinco años. Su maestra, Catalina, sólo hablaba español y la única manera de platicar con ella era en castellano. Con el profesor Guillermo era diferente porque compartían la misma lengua. Su escuela era medio día en español y medio día en ombeayiüts.

Su lengua materna, la describe con un tono muy suave y un sonido que le representa respeto. Es difícil seguirlo, pero sus palabras suenan como el tamborileo de un caparazón de tortuga, instrumento que con la flauta de carrizo y el tambor prehispánico crea la música de San Mateo del Mar.

Conocen las historias de los sabios porque se las contaron sus padres: la tradición oral de su comunidad sucede siempre en el presente. Cuando van a pescar con papalote, les cuentan de la cosmovisión, el viento, las estrellas y la técnica de la pesca. En sus celebraciones sólo puedes escuchar la música festiva una vez al año.

En el día de Todos Santos llaman a sus muertos con los papalotes a fin de que vengan a su altar. Si enferman y no tienen nada, van con el curandero para que les cure a sus nahuales.

El ombeayiüts es la puerta de entrada al universo de los ikoots. Su lengua es un pilar muy importante que los distingue por su manera de pensar, de trabajar el mar, de conocer la connotación de las estrellas; les permite entender norte, el sur, el este y el oeste.

Saúl piensa en ombeayiüts y lo expresa en castellano sin problemas. Dice que funciona como un procesador, pero sus pensamientos pertenecen a su lengua materna.

En su comunidad, cuando hablan en público mantienen un ritual. Piden perdón, ita perdon, y permiso para levantar unas palabras; al finalizar les desean el bien a todos: tamtamiün ijlüy.

Al pueblo huave se le considera una comunidad migrante, y la tradición oral refiere sus orígenes hacia el año 1606; se cree que emigraron de Nicaragua o Perú.

San Mateo del Mar, San Dionisio del Mar, San Francisco del Mar y Santa María del Mar conforman los pueblos ikoots y cada uno habla una variante dialectal diferente: ombeayiüts, umbeayajts, umbeyajts y umbeyujts, respectivamente.

En sus semejanzas y diferencias, Saúl cuenta que los habitantes de San Mateo y Santa María pueden entenderse claramente e incluso con los de San Dionisio, aunque con dificultad; pero con San Francisco ya no logran la comprensión. San Francisco y San Dionisio, sin embargo, se entienden muy bien. Cada variante dialectal guarda consigo una identidad cultural en sus palabras.

En la historia de los pueblos indígenas, después de la Revolución Mexicana, la política educativa trató de “mexicanizar” y “modernizar” a los indígenas mediante la castellanización, se pensaba que ese era el proceso de transformación que debían seguir para convertirse en ciudadanos nacionales.

Hasta 1939 el Departamento de Educación y Cultura Indígena reconoció que el método indirecto de la castellanización a través de las lenguas maternas registra al indígena como ser social, capaz de integrarse a la nación sin menoscabo de su cultura.

Como Saúl lo cuenta no es como aparece en el registro de la historia. Sus antepasados decidían mandar a sus hijos al campo a trabajar y no a la escuela, porque decían que a los niños les pegaban y ellos no iban a mandar a sus hijos a sufrir. No se les permitía hablar en su lengua materna y así comenzó a generarse el rechazo.

Hablar ombeayiüts empezó a ser malo, generaba rechazo, les representaba no ser aceptados o no encontrar trabajo.

Saúl lo vive diferente debido a que nunca negaría sus orígenes, y aprender el español es una herramienta porque sabe algo más. Reconoce que el rechazo a su lengua madre es una decisión: mientras él la habla orgulloso, algunos prefieren expresarse únicamente en español.

Piensa que las razones para no hablarlo son aceptarse como inferior o atrasado, y tratar de evitar el rechazo y el menosprecio a toda costa.

Dice que a veces la sociedad lo pone a prueba en el momento de presentarse, pues sólo con decir que es de Oaxaca lo miran diferente. Peor tantito si dice que es indígena, y con ese temor es como ocultan su primera identidad.

A últimas fechas ha descubierto que en la escuela primaria más grande de San Mateo del Mar los niños están divididos en cuatro grupos: los que sólo hablan ombeayiüts, los que hablan ombeayiüts y español, los que conocen el ombeayiüts y prefieren el español, y los que sólo hablan español.

Los niños piensan que es mejor hablar español y no quieren hablar ombeayiüts, hablar solamente español les despierta una sensación de superioridad y de que reciben cierto reconocimiento.

Si el ombeayiüts desaparece, con ello se irá la cultura de todo un pueblo, y ni la celebración del Día Internacional de la Lengua Materna los podría salvar.

No únicamente es reconocer las lenguas maternas, es trabajar en el orgullo de las mismas y cuidar el patrimonio cultural que ellas representan en sus pueblos y para el mundo.

De acuerdo con Saúl, si se pierde el ombeayiüts se pierde una manera de pensar, de ver y de vivir el mundo.

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