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María: la valedora

En plena era digital, María desafió los pronósticos y reunió a cinco mujeres para crear el primer street paper hecho en la Ciudad de México y así rescatar a personas en situación de calle
24 de Diciembre 2017
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En una ciudad como Londres, es común encontrar en las zonas turísticas a hombres y mujeres que ofrecen publicaciones a la venta por 2.50 libras. Casi 92 000 personas se benefician con esta actividad en la que hasta ahora en esa ciudad se han vendido 200 millones de ejemplares y se han recaudado más de 115 millones de libras. Pero lo que venden no es cualquier publicación, se trata de lo que ellos llaman street papers.

La fundación británica The Big Issue, nacida en 1991, pertenece a la red mundial de la organización INSP (International Network of Street Papers), que se dedica a apoyar a gente en situación de calle a la cual le ofrece una oportunidad de obtener un empleo mediante la venta de revistas de corte social-entretenimiento; y eso es algo que ahora ya existe en México.

MI VALEDOR

Pese a la batalla que tratan de librar la tinta y el papel en plena era digital, María Portilla tuvo la valentía de emprender y lanzar el primer street paper hecho en la Ciudad de México. María estudió la carrera de Pintura en Escocia, y en 2012 volvió a México, su tierra natal. Conoció las publicaciones callejeras en el Reino Unido y eso la animó a contactar al INSP, y a realizar diversos estudios de mercado durante todo el año siguiente. Hacia 2014, gracias a una campaña de crowfunding, en 2015 el proyecto de María vio la luz a mediados de ese año con un equipo conformado por cinco jóvenes mujeres que parieron juntas a Mi Valedor.

Moldearlo al estilo que requerían los lectores de la Ciudad de México resultó un reto para la producción de contenido original, ya que las situaciones de indigencia en las calles de Londres son realmente distintas a las de la capital mexicana. Lo primero que se necesitaba era un nombre sencillo y corto que enalteciera el valor de la amistad, y eso es lo que significa valedor en el argot capitalino: amigo.

Han pasado ya dos años y hasta ahora esta publicación callejera cuenta con 12 ediciones publicadas.  Cada revista tiene un costo de producción de 15 pesos. Y la edición tiene un tiraje de 4 000 ejemplares que son vendidos en las calles de la gran urbe por hombres y mujeres que viven en situación de calle y han decidido convertirse en “valedores”.

La mecánica consiste en que cada “valedor” adquiere algunos ejemplares por 5 pesos y llega a un punto geográfico establecido para venderla en 20 pesos.

“A veces es difícil vender la revista, me cuesta trabajo. La gente te humilla y te sientes mal. Ayer me pasó con 10 personas, pero yo solito me inyecto energía. Creo que tengo carisma y los convenzo. Pienso que de 100 que digan que no, otros 20 me dirán que sí. No me doy por vencido”. Comenta Alfredo quien antes de volverse un “valedor” se encontraba inmerso en adicciones y problemas familiares, hasta que fue a dar al albergue Mixcoac de la Ciudad de México.

La vida de Alfredo Villena cambió hace un par de años. Las chicas fundadoras de esta revista visitaron el albergue y le ofrecieron una nueva oportunidad de salir adelante mediante una actividad digna y que le daría no sólo dinero para vivir, sino un espacio y reconocimiento en un proyecto social.

Hoy Alfredo se dedica a vender en las calles chilangas la revista Mi Valedor. Con este nuevo trabajo ha logrado mudarse a un hospedaje más cómodo y seguro en la colonia Guerrero, tener un ingreso fijo y una vida más digna.

“Mi vida era sola, vacía, solitaria. Mi mamá murió, vivía con mi hermana, pero tuve problemas con ella; tomaba, me drogaba. Ella me dijo: ‘¡Te vas de la casa y ya no regresas!’. Vivíamos en una vecindad en La Lagunilla con dos recámaras, junto con mi sobrina y su esposo. Ella les da prioridad. Yo ya la perdoné, ahora le echo ganas, saben que trabajo en la revista y a veces les hablo y los visito, aunque ya no me ayudan”.

Es jueves por la mañana, uno de los días en que toca participar en la serie de talleres culturales y prácticos que les imparten en su sede, como una de las tantas actividades que incluye el proyecto. En esa ocasión llega una instructora alemana llamada Holly, quien les habla de su país, su cultura y les enseña un poco de su idioma del que quedan asombrados. Los “valedores” desarrollan entre ellos un ambiente educativo y de camaradería que no sólo tiene que ver con ser un voceador.

La filosofía de Mi Valedor es incluyente. Cualquier persona mayor de edad puede acercarse y trabajar como “valedor”. La mayoría han conocido el proyecto cuando sus fundadoras visitan albergues y comedores comunitarios. Los rangos de edad oscilan entre los 30 y 70 años, y actualmente cuentan con 20 distribuidores de los cuales sólo una es mujer. María Portilla explica que es más complicado convencer a las mujeres, ya que se sienten más vulnerables en las calles, más obligadas a la crianza e incluso emocionalmente más trastornadas.

“Cuando llegué vendía 10 revistas diarias, fui el que vendió más, ahorita ha bajado, luego salieron sólo una o dos. Pensaba: ‘No te desanimes, sigue adelante’. Quien habla es Camaxtli Ortíz, “la voz de la calle”, conductor de un podcast que suena en la página oficial de Mi Valedor. “He participado en todas las revistas. Todos los talleres nos han ayudado a superarnos, a ser menos nerviosos y ahorita estoy en el Museo Tamayo”. El equipo de chicas descubrió su talento para las ventas.

“Yo siempre he estado en familia porque algunos de mis compañeros sí han estado en la calle, durmiendo en bancas y yo no he llegado a eso”. Aunque la situación de Camaxtli difiere un poco de la del resto de sus “valedores”: este celayense cuenta con una familia y una madre de más de 90 años, fue reclutado en el albergue Coruña y se ha mantenido como otro de los integrantes más perseverantes. Es de los que prefieren pescar en vez de obtener el pescado de forma inmediata.

A futuro, Camaxtli no pierde la esperanza de superarse como persona, se avizora como dueño de un negocio particular, con un hogar y empleando a mucha gente. Tanto él como Alfredo comparten este deseo, respectivamente. “Me gustaría tener mi propio negocio, mi casa, darle trabajo a muchos. Esa es una de mis ideas: tener una fábrica, ayudar a la gente en situación de calle. Tampoco regalarles todo para que se valoren, porque además se vuelen ociosos, hay quienes nada más estiran la mano en lugar de que te lo ganes. El dinero sabe hasta más sabroso cuando te lo ganas tú”.   

*La versión original de esta historia fue escrita por Miriam Canales y fue publicada el 16 de julio de 2017 en la edición núm. 795 de CAMBIO.

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