Periodismo imprescindible Viernes 29 de Marzo 2024

Pasión ciega

¿En qué planeta una selección que jamás ha llegado 
al quinto partido fuera de tierras aztecas tenía como obligación ganarle a la cinco veces campeona del mundo, que jamás ha faltado a un Mundial? En el de los mexicanos
06 de Julio 2018
No disponible
No disponible

POR JULIÁN VERÓN

Fracaso. Esta palabra es más bien odiosa y simplona. ¿Qué significa realmente fracasar? ¿Habrá manera de llamar a la RAE e inventar una palabra que sea más fácil de digerir que esta, y que ayude a nombrar situaciones de una forma sutil? Ver a México caer eliminado ante Brasil –la siempre Brasil–, hizo poner esa palabra dentro de la boca de miles de periodistas y opinadores alrededor del futbol mexicano. ¿Por qué? No lo sabremos nunca. México es un país ciego y enamorado del futbol, y que está dentro de esta relación con tantas ganas, que a veces se ciega y exige a sus futbolistas más de lo que física, mental y tácticamente están capacitados para dar. ¿En qué planeta una selección que jamás ha llegado al quinto partido fuera de tierras aztecas tenía como obligación mortal ganarle a la cinco veces campeona del mundo, que jamás ha faltado a un Mundial? En el de los mexicanos.

Este es el séptimo Mundial consecutivo que México es eliminado en el cuarto partido (1994, 1998, 2002, 2006, 2010, 2014, 2018). Y quizás lo más doloroso de esta eliminación fue cerrar un torneo que comenzó de la manera más espectacular posible para México: 30 minutos de futbol glorioso contra la vigente campeona del planeta: Alemania. Chicharito, Carlos Vela, Lozano, Guardado, Héctor Herrera y compañía parecían una máquina de contragolpeo made in Real Madrid, y la ejecución del plan de juego ideado por Juan Carlos Osorio dejó en evidencia a un técnico del tamaño de Joachim Löw.

Ese partido nos puso a soñar egoístamente. La superioridad y sabiduría de cómo sufrir cuando se tenía que sufrir, hizo pensar a más de uno que, esta vez, México sí iba a pasar del cuarto partido, y que más bien ya se tendría que hablar de un sexto o séptimo encuentro. Así somos los humanos, y así es el futbol. Nos pone a soñar haciéndonos creer tonta e inocentemente que siempre habrá un segundo tiempo, otra oportunidad, donde quizá todo ya parezca decidido y definido, pero cinco minutos después no: aparece una especie de varita mágica que salva lo que ya veíamos bien muerto; una ficción de que no se terminó aún, de que es posible salvar esa pizca de esperanza necia. Por eso así el marcador contra Brasil estuviese ya 2-0, aún muy dentro de nuestro corazón sentíamos que México podía quebrar la Brasil de Tite y clavarle a Alisson su segundo gol en contra en este Mundial.

¿Qué diferencia al fracaso del éxito? ¿No será una tarea del ojo que la mira? La cantidad de cosas que se le exigen al futbolista mexicano merecen un análisis más fuerte que estas palabras baratas que escribo. A cualquier jugador de futbol mexicano se le pide más que al presidente de la nación. A Juan Carlos Osorio le solicitamos cosas que ni siquiera nos atreveríamos a pedirle a Andrés Manuel López Obrador. Queremos que cambie el pasado, presente y futuro del futbol mexicano; que haga que baje el dólar por la felicidad que un gol de Lozano puede generar, y que por fin meta a la selección en el terrible y satanizado quinto partido.

Si de repente encontramos un niño en una calle y nos preguntara “¿Cuáles son los ocho mejores equipos de futbol en el mundo?”, jamás en nuestra cabeza saldría el nombre de México. La selección mexicana no es un equipo de tradición en los Mundiales, no tiene alguna estrella en el pecho y, además, cuenta con el penoso dato de ser el conjunto en la historia de los Mundiales con más partidos perdidos. Sí, históricamente, la selección de México ha cometido graves errores (como perder 0-3 contra Suecia) que determinan un futuro mucho más difícil en el Mundial. Si México hubiese empatado contra Suecia, hoy estaríamos hablando de un posible encuentro en el quinto partido contra Inglaterra, luego de jugar octavos de final contra Suiza.

Penales en contra, expulsiones, “grupos de la muerte”… usted nómbrelo. A la selección mexicana siempre la persiguen este tipo de cosas en los Mundiales. Pero en esta ocasión México no fue un fracaso; ni de cerca: 30 minutos que estarán en todos los ojos de las generaciones venideras, como prueba de que sí se puede ganar a campeones del mundo; 60 minutos de garra y aguante ante Kroos, Özil y compañía; una victoria de oficio contra Corea del Sur (selección que luego asesinó a Alemania) y una derrota estúpida contra Suecia que terminó definiendo el destino de la selección al juntarla contra Brasil. La pregunta es, ¿le vamos a exigir al Tri ganarle a Brasil? Juan Carlos Osorio puede hacer milagros tácticos, sin embargo, no puede regalar el talento individual que, al día de hoy, no está cercano al de Brasil. La verdeamarela tenía en el banco a Coutinho, Marcelo, Danilo, Fernandinho, Fred, además de Dani Alves lesionado en casa, y a Douglas Costa fuera del partido por lesión. Un equipo formidable en el que daba envidia ver lo lleno de calidad individual que estaba dentro y fuera del campo.

México le plantó un partido digno a Brasil. Le jugó de tú a tú el primer tiempo, aunque apenas empezó el segundo bastó lo que le basta a los equipos grandes para definir partidos toscos e incómodos: calidad. Neymar de taquito se la dio a William, este prendió la moto y desbordó con el fin de tirar un centro que ya iba a encontrar a Neymar solo, en una jugada que parecía salía de futbol sala más que de futbol de 11 contra 11. México trataba de apretar, pero simplemente no tenía con qué contestarle a Brasil. Y es que, repito: Brasil es Brasil. Apenas vez el ordem e progresso de su bandera en la playera ya sabes que todo será más difícil. Es una selección que inicia ganando todos los partidos antes de empezarlos; su camiseta pesa más que ninguna.

México llegó hasta donde podía llegar. Este equipo no tenía el nivel que se requiere para estar dentro de los ocho mejores conjuntos del Mundial. Juan Carlos Osorio maximizó el potencial de cada jugador que tenía a su disposición, pero no pudo ser. Si los jugadores mexicanos eliminaban a Brasil tendríamos que hablar de ellos como posibles candidatos a ser campeones del mundo. Porque sí: ganarle a Brasil y eliminarla de un Mundial te pone dentro de ese lugar.

El gol de Lozano a Neuer se va a repetir millones de veces en las inferiores mexicanas. Otra mentalidad empezará a crecer dentro de las cabezas de los posibles representantes de la selección mexicana del futuro; de los próximos Rafa Márquez y Memo Ochoa. Este Mundial fue todo menos un fracaso: fue un reflejo exacto y real de dónde se encuentra el futbol mexicano actualmente; un espejo en el que hay que mirarse con la finalidad de saber en qué áreas hay oportunidad de mejoría y en cuáles está más difícil. Y eso no es un fracaso: es una realidad.

Recientes