Periodismo imprescindible Martes 19 de Marzo 2024

‘Pues si no te gusta, vete en taxi’

La CNDH establece que el derecho a la movilidad es un deber del Estado, con el fin de proporcionar los medios para que las personas puedan desplazarse, por ejemplo, a través de las distintas modalidades del transporte público o privado, pero ¿qué tan real y humano es el ejercicio 
de este derecho?
09 de Diciembre 2018
No disponible
No disponible

La frase del título, de tanto escucharla, se volvió un lugar común que solamente evidencia la falta de argumentos de quien la dice; suele escucharse cuando alguien comete “el atrevimiento” de reclamarle al chofer de un transporte colectivo que maneje más despacio o que no pierda tiempo “haciendo base”. A veces también se oye –increíblemente– en voz de otro pasajero cuando alguien más “se atreve” a empujarlo para bajar del Metro, violando “su derecho” a estar parado en la puerta obstruyendo el paso.

Yo aprendí a manejar hasta los 35 años. Antes de eso, desde que estaba en la prepa, prácticamente todos los días de mi vida usé el transporte público como única opción para trasladarme a la escuela, las fiestas, la casa de la novia, el trabajo y al cine. En los años previos, en mi casa no hubo coche, así que todas las salidas con mi mamá eran también en trolebús, Metro o camión.

Por todo eso me volví una especie de experto en transbordos y dominaba los andenes del Metro Toreo, además de que no había ruta de microbús del norte y centro de la ciudad que no dominara, aunque jamás la hubiera tomado.

Lo malo es que eso también me volvió “exigente”, por lo que no soportaba que la gente no se comportara correctamente al subir al Metro, que el chofer del micro trajera sus cumbias a todo volumen o que el del trolebús frenara intempestivamente en cada esquina. Gracias a eso, el “pues si no te gusta, vete en taxi” se convirtió en una frase muy escuchada –o más que otras, como un “te amo” o “ya depositaron la quincena”.

Hoy, que ya sé manejar, no tengo un coche para mí solo, por lo que la mayoría de las veces todavía viajo en transporte público, aunque desarrollé un gusto por caminar distancias más largas con el fin de evitar subirme a un microbús y me decidí por el camino del home office, por lo que no estoy obligado a salir todos los días, a la misma hora y por la misma ruta.

Y es que usar el transporte público de la Ciudad de México me parece ofensivo, ineficiente y poco productivo debido a que es insuficiente, viejo, mal planeado y digno de cualquier país tercermundista, ya que en muchos lugares no tiene diferencia alguna con el que he tenido oportunidad de ver en otras partes del mundo, como India, por ejemplo (aquí es cuando el lector puede decir “pues si no te gusta, vete en taxi”).

Es un derecho

Lo cierto es que viajar dignamente en el transporte público es un derecho que tienen los ciudadanos y una obligación del gobierno; sin embargo, como los primeros se conforman con que para ellos “no esté tan peor”, los segundos no hacen nada con el propósito de mejorarlo (sí, si no me gusta, tengo la opción de irme en taxi, sí).

En el artículo 13 de la Constitución de la Ciudad de México (por si alguien no lo recuerda, el 5 de febrero de 2017 se promulgó una Constitución chilanga) se garantiza el derecho a vivir en una ciudad habitable, lo cual incluye un transporte público adecuado.

Un apartado de ese artículo establece el derecho a la movilidad, lo cual contempla que “las autoridades adoptarán las medidas necesarias para garantizar el ejercicio de este derecho, particularmente en el uso equitativo del espacio vial y la conformación de un sistema integrado de transporte público (…) respetando en todo momento los derechos de los usuarios más vulnerables de la vía, el cual será adecuado a las necesidades sociales y ambientales de la ciudad”.

Además, la Comisión Nacional de Derechos Humanos establece que el derecho de movilidad es un deber del Estado con el fin de proporcionar los medios para que las personas puedan desplazarse, por ejemplo, a través de las distintas modalidades del transporte público o privado, estableciendo requisitos específicos con qué acceder al mismo.

Por otra parte, cuando Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la Ciudad de México, presentó su Plan de Movilidad, afirmó que integraría los distintos sistemas de transporte público de la ciudad, mejorando la infraestructura y los servicios existentes con el objetivo de proteger a los usuarios “a través de la provisión de infraestructura y servicios incluyentes, dignos y seguros”.

Entonces ¿por qué el transporte público de la Ciudad de México sigue siendo tan malo, ineficiente, insuficiente e incómodo? (sí, ya casi pido mi taxi porque no me gusta). La respuesta más clara es: porque los usuarios lo han permitido durante años.

Sí, decir que es eficiente un Metro en el que los vendedores ambulantes se colocan en pleno andén o un microbús en el que pueden asaltar o asesinar a alguien a plena luz de día, es conformarse con lo menos malo en vez de exigir un servicio digno.

Se piensa mucho, se dice poco

Para que no solamente quede aquí que lo digo yo, le preguntamos a varias personas si opinan que el transporte de la Ciudad de México es digno, y esto es lo que mencionaron.

Elizabeth dice que no vive en una zona alejada de la Ciudad de México y que no tiene necesidad de usar el transporte público en horas pico, pero sabe que llegar a Santa Fe o llegar desde el Estado de México es una odisea. Propone que la solución a la movilidad en la capital podría ser impulsar el transporte multimodal, es decir, que puedas hacer conexiones fáciles entre, por ejemplo, el Metrobús, el Metro y Ecobici.

Jessie da en el clavo en otro punto importante: “El transporte es sucio y deficiente; sin embargo, me parece que gran parte de la responsabilidad es del usuario”, lo cual también es muy cierto, ya que si este no tira basura, es cortés con los otros pasajeros y se comporta educadamente, el viaje podría ser menos caótico.

Pedro dice que el transporte público le parece “increíblemente deficiente y vergonzoso por el estado en el que se encuentra, además de la pésima cobertura y conectividad que presenta”; apunta que también es necesario dejar atrás el apego irracional que mucha gente tiene por los autos. Esto último es como el huevo y la gallina, aunque mejorar el transporte público siempre ha sido una solución en todo el mundo para mejorar las condiciones de tránsito de las grandes ciudades.

Otras personas consideran que el transporte público de la Ciudad de México es bueno, como Marco: “Tan lo es, que por lo mismo no he aprendido a manejar”, afirma.

Lo peor

En lo general, las opiniones que recibí son negativas, como la de Roxana: “Es una mentada de madre, hacen lo que se les da la gana y manejan que parece que llevan vacas. Son quienes provocan la mayor parte del tráfico al pararse en doble y hasta triple fila, y, de pasada, nosotros que queremos que nos bajen en la puerta de la casa o lugar a donde vayamos. ¡Frustrante!”

En contraste, muchos de los comentarios en contra van más allá de una simple opinión superficial, ya que tienen que ver con la seguridad personal, como el caso de Estefanía: “Hay acoso, sobre todo en el Metro, y los hombres no respetan los vagones exclusivos. En el Metrobús te quitan tu celular tiro por viaje y se me hace insuficiente”.

Es por eso que algunas personas, como Gabriella, hoy hacen todo con tal de no volver a usarlo a menos que sea sumamente necesario: “Yo usé el transporte público cuando era adolescente y tenía la energía para lidiar con eso porque buscaba libertad, y la encontré, pero a cambio me manosearon, me robaron, me caí al piso mientras bajaba porque el camión arrancó bruscamente; al cumplir 18 juré no volverme a subir”. Cuando escucho esto, pienso: si la hija de alguien le cuenta esto a su papá, ¿le diría “pues si no te gusta, vete en taxi”?

Por último, David resume: “Lo cierto es que de digno no tiene nada. Ir tan apretados, expuestos a faltas de respeto y todo tipo de violencia es un atentado contra los derechos humanos”.

La solución: cumplir

La solución a todo esto es que se cumpla lo que promete el gobierno, que se siga lo que recomienda la Comisión Nacional de Derechos Humanos y que documentos como la Constitución de la Ciudad de México sean claros en el tema.

Además, los usuarios deben ser más exigentes en la calidad del servicio que reciben porque, al final, lo están pagando. No hay que conformarse y pensar “bueno, hay micros peores que este”, porque el transporte público es un derecho.

La solución al transporte público de la Ciudad de México es más compleja que responder “pues si no te gusta, vete en taxi”, y hay que empezar a mejorarlo ya. ¡Suben!

Recientes