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Pupitre en casa

La falta de satisfacción con lo ofrecido por las escuelas, los deseos de viajar y aprender en familia y hasta las creencias religiosas provocan que niños y niñas sean educados en casa, pero ¿cómo se vive esta experiencia?
28 de Agosto 2017
Foto: GABRIELA GUTIÉRREZ M.
Foto: GABRIELA GUTIÉRREZ M.

Ruth y Ana comienzan su día a las ocho de la mañana, cuando despiertan. Después de vestirse, bajan a desayunar. Una vez que recogen los platos, la mesa en la que desayunaron se convierte en su pupitre. Las paredes del comedor son un pizarrón vivo o un periódico mural en el que orgullosas ellas y su mamá, Rosa María Velasco, pegan dibujos, mapas, o cualquier otra herramienta que acompañe ese día la lección.

Rosy, como la llaman sus amigos, decidió que tomaría las riendas de la educación académica de su familia hace casi 10 años, cuando la escuela a la que asistían sus hijos mayores, Denisse y Obed, hoy de 22 y 19 años, cerró.

“Lejos de tener miedo, sentí que era emocionante”, dice Rosy. “Lo que buscábamos era evitar que los niños sufrieran malas influencias en todos los aspectos, de bullying o de creencias diferentes a las que compartimos como familia”, dice.

Rosy y Alfredo Gutiérrez, su esposo, entonces se acercaron al Colegio Hebrón, que además de brindar libros académicos a fin de aprobar las asignaturas, también ofrece estudios bíblicos, lo que para la familia Gutiérrez era de suma importancia.

Adicional a la educación académica, para los Gutiérrez es muy relevante la educación musical, pues estimula el desarrollo intelectual. Obed toca el violín. Mientras que Denisse, Ana y Ruth el piano, esta última, a sus 14 años, ya compuso una sonata.

Con el propósito de fomentar su sociabilidad, los menores acuden a campamentos y otras actividades en la iglesia a la que pertenece la familia. Y en cuanto a la actividad física, patinaje es la disciplina preferida.

“Buscamos que la educación de nuestros hijos sea integral y creemos que ninguna escuela les podría ofrecer lo que tienen en casa”, dice Alfredo.

Rosy, la responsable directa de la educación en casa, advierte que el homeschooling, como se conoce en el mundo a esta tendencia educativa, no sólo es un deber, sino un reto que la emociona: “A algunos padres podría darles miedo no saber qué hacer o qué decirles a sus hijos si les preguntan algo y no saben la respuesta. Para mí ha sido muy enriquecedor ir aprendiendo junto con ellos. Cuando no sé algo, lo investigamos juntos y aprendemos en familia”.

La familia Gutiérrez vive en el Estado de México y está contenta de poder destinar el dinero que gastaría en colegiaturas, uniformes y útiles a vacaciones, actividades extraescolares y esparcimiento. “Cada curso nos cuesta 50 dólares. El ahorro en comparación es enorme”, dice Rosy.

AL ALZA

El sistema educativo tradicional basa su metodología en el aprendizaje visual y auditivo, reconoce las aptitudes lógico-matemática y lingüísticas, así como un comportamiento ordenado y disciplinado. “Si tu hijo tiene estas características, seguramente transitará con éxito su educación escolarizada”, dice Laura Castellaro, fundadora de Aprende con Alas, un grupo de apoyo y asesoría para familias decididas a adoptar el homeschooling.

“¿Pero qué hay del resto de los niños? Niños inquietos, kinestésicos, musicales, deportistas, naturistas, distraídos, espaciales, autistas, asperger, emocionales, de lento desarrollo o de altas capacidades, quedan excluidos, jamás serán ‘buenos alumnos’ en el sistema tradicional, simplemente porque no encajan con el modelo que se pretende reproducir. Salen del sistema con la convicción de que no son lo suficientemente buenos, cuando en realidad es el propio sistema el que es incapaz de darles lo que ellos necesitan. Para ellos, en especial, el homeschooling es una buena alternativa”.

La educación en casa tiene su origen moderno en Estados Unidos, donde se estima que unos 2 millones de menores de 12 años cursan sus estudios por esta vía, con crecimiento sostenido en las últimas décadas de 5 % cada año. Aunque en México no hay datos oficiales, Castellaro asegura que la tendencia es creciente: “Como en México el homeschooling no está regulado, no existen padrones mediante los cuales podamos saber cuántas familias han optado por esta modalidad educativa. Tampoco las familias han formado alguna asociación que los reúna, así que sólo podemos darnos cuenta del gran crecimiento que el movimiento está experimentando a través de los grupos de apoyo virtuales, en los que día a día se inscriben muchísimas nuevas familias que empezaron a hacer homeschooling o están considerando hacerlo. Por darte un ejemplo, en la página pública de Alas hay entre 40 y 50 nuevas familias que piden acceso cada semana. Esto en contraposición a las 18 o 10 familias que lo hacían hace dos años”.

La educación en casa no es fácil ni es para todas las familias, pues requiere la dedicación de tiempo completo de al menos uno de los padres.

Las razones principales por las que cada vez más familias optan por brindar la educación académica en casa son muy variadas, y generalmente tiene que ver más con una mezcla de ellas: desaprobación del nivel del sistema escolar; deseo de ofrecer una educación individualizada a sus hijos, para explorar y desarrollar sus talentos; o temor a que sufran bullying, religiosas, o incluso económicas.

Además, según el Instituto de Investigación Nacional de Educación en Casa de Estados Unidos, los niños que hacen homeschooling son evaluados en exámenes de conocimientos generales, entre 15 y 30 puntos arriba de los que cursan sus estudios en sistema tradicional.

Ana y Ruth son sociables, risueñas, ninguna de las dos lamenta cursar sus estudios en casa. “Así nos podemos levantar más tarde”, dice Ana, mientras sonríe y abraza a su mascota, un cuyo que le chilla cuando lo deja de abrazar.

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