Periodismo imprescindible Jueves 18 de Abril 2024

Rayando el encierro

Entre 2013 y 2015, el Dr. Lakra y 10 artistas corporales impartieron talleres de tatuaje en el Centro de Tratamiento Especializado para Adolescentes de San Fernando, con ello se buscó dotar de capacidades a los internos a fin de que ejerzan un oficio más próximo a su entorno, a su realidad como jóvenes, y para que les abra camino hacia la reinserción social
26 de Noviembre 2017
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FOTOS GABRIELA GUTIÉRREZ M.

Las obras del Dr. Lakra, uno de los artistas plásticos contemporáneos más reconocidos, han sido expuestas en importantes galerías de la Ciudad de México, Estados Unidos y Europa, así como en el MoMA de Nueva York y… en la cárcel.

Entre 2013 y 2015, el Dr. Lakra y otros 10 “artistas corporales” (tatuadores), en coordinación con el promotor cultural Geoffroy Plantier, impartieron ocho talleres de tatuaje en el Centro de Tratamiento Especializado para Adolescentes de San Fernando, con la finalidad de ofrecer una alternativa de empleo, una vez que los internos sean liberados.

Dr. Lakra no se hace ilusiones: “Hay chavos que vienen de familias que venden drogas o roban desde hace tres generaciones, un taller más no va a cambiar eso”, dice. “Se trata de darles una llave para que, si quieren, abran una puerta y ahí encuentren otras llaves”.

El taller de tatuaje en San Fernando terminó ya que la población bajó drásticamente debido a las https://essaysbuy.net/essay-writing writingyouressay.com writingyouressay.com preliberaciones de los internos que no cometieron algún delito grave; y por lo mismo, sólo quedaron aquellos considerados de peligrosidad. Ahora el proyecto se movió a Francia, en la Penitenciaria del Sur, en París, explica Plantier.

Los talleres de tatuaje en el encierro buscan ofrecer un oficio más próximo a su entorno, a su realidad, que les pueda abrir camino hacia la reinserción social.

“Un tatuaje les puede dejar en un ratito dos mil pesos. Depende de qué tan buenos sean”, los intenta seducir, mientras que charla con los internos.

“Si te conviertes en un tatuador profesional y montas un estudio, te conviertes en un gerente de tu propio negocio. Queremos que las personas de adentro tengan estas opciones en el horizonte”, agrega Plantier.

Con esta misma perspectiva, este promotor busca reunir recursos a fin de emprender un nuevo taller de tatuajes, esta vez en los reclusorios para adultos de la Ciudad de México.

Durante el taller, los jóvenes internos pintaban sus demonios y sus santos, desde lo que les pasó en la calle hasta la santa muerte o una “Campanita” (Tinker Bell) para su hija, como Cristian, quien dejó de ir a las citas obligatorias para mantener su libertad condicional con la intención de que lo volvieran a encerrar y así alejarse de las drogas: “Estando aquí es la única manera en la que dejo el vicio, y ya me lo advirtió mi chava, si no lo dejo, me deja ella a mí. A ver si ahora sí puedo”.

Y aunque por motivos de seguridad ningún joven interno fue tatuado ni estuvo en contacto directo con las agujas, por lo menos un par ya comienza a considerar el oficio de tatuador como una opción real de vida.

Comprender la mente de un adolescente que delinque es complicado: por un lado luchan entre ellos por ser el más duro, el más fuerte o el más valiente, y por el otro, se pueden matar por ver quién tiene una cobija de Spiderman o de Superman, por eso ahora todas las cobijas son lisas y de color café o azul.

Quizá, lo primero que habría que comprender es que cuando un menor delinque, hay una larga lista de instituciones que fallaron previamente, explica Daniel Cujanma, criminólogo especializado en delincuencia juvenil: la escuela falló, el Gobierno y hasta su familia. “Los jóvenes delincuentes no son un mal, son el síntoma de una sociedad enferma”, dice.

  1. LAKRA: UN LIENZO VIVIENTE

Hijo del artista plástico Francisco Toledo y de la reconocida antropóloga Elisa Ramírez, el Dr. Lakra, además de ser artista tatuador, es un lienzo viviente con 80 % de la piel rayada por al menos 100 artistas. Su imagen, por la que muchos lo ven raro y no falta el que cambie de banqueta cuando se va a cruzar con él en la calle, le ayuda a entablar un diálogo y ganar la confianza de los jóvenes y adultos en conflicto con la ley.

Con cerca de 1.60 metros de alto, ojos cafés, voz ronca, prefiere comunicarse en el papel o la piel de alguien, mejor que hablando. Su voz, áspera y baja, tiende a disminuir hasta apenas convertirse en un murmullo en los talleres de tatuajes que imparte.

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