Periodismo imprescindible Martes 23 de Abril 2024

Retos del capital natural

México es el quinto país más biodiverso del mundo y enfrenta serias dificultades para la conservación frente a la agricultura, la silvicultura, la pesca y el turismo
19 de Diciembre 2016
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Por Lucía Burbano

 

Entender el comportamiento de plantas y cultivos se antoja fundamental para conocer cómo la evolución del paisaje afecta a corto, medio y largo plazo a los recursos agrícolas. Kathy Willis, directora científica del Royal Botanic Gardens de Kew, en Inglaterra, y panelista del primer Foro de Negocios y Biodiversidad de la COP (Conferencia de las Partes) comparte los hallazgos de la ciencia en este campo y los retos a los que nos enfrentamos para asegurar un horizonte en el que la biodiversidad debe jugar un papel preponderante.

Integrar la biodiversidad en los sectores productivos para evitar o mitigar impactos negativos en el capital natural es el objetivo principal de la edición 13 de la COP que recién concluyó en Cancún, Quintana Roo.

Durante la COP 13, cerca de 10 000 participantes, entre representantes de los países parte, países observadores, organizaciones internacionales y otros interesados se reunieron en Cancún para negociar acuerdos y compromisos que impulsarán la conservación y uso sustentable de la biodiversidad, así como al cumplimiento del Plan Estratégico para la Diversidad Biológica 2011-2020 y las Metas de Aichi para la biodiversidad.

La mayor parte de las 391 000 especies de plantas conocidas hasta ahora se emplean en medicamentos y en materiales, según el reporte El estado de las plantas en el mundo publicado por Kew en mayo. La institución científica y de conservación británica lidera en todo el mundo investigaciones sobre el conocimiento de la botánica y el papel que juega en preservar la biodiversidad. Aunque el tercer uso es de alimento humano con 5 538 especies, el espacio dedicado a la agricultura es el que mayor proporción de suelo ocupa en el mundo con un 31 %. Dentro de esta categoría, la expansión e intensificación de los cultivos para abastecer la demanda global es la que mayor actividad genera.

“Debemos entender la agricultura desde una vertiente más amplia, no solo referida al cultivo, sino integrada dentro del denominado capital natural que se obtiene con la planeación de un paisaje biodiverso”, explica Kathy Willis, directora científica de Kew.

Willis participó en el panel de agricultura del primer Foro de Negocios y Biodiversidad celebrado en la COP bajo el título “La integración de la biodiversidad como oportunidad empresarial”. El objetivo de este panel es el de subrayar la importancia de la diversidad de los ecosistemas para minimizar o revertir el impacto negativo de las prácticas agrícolas.

El debate que se lleva a cabo ahora en México se inició a principios de este siglo con la Evaluación de los ecosistemas del milenio, cuyo objetivo es valorar las consecuencias de los cambios producidos en los ecosistemas y determinar las bases científicas que pongan en práctica acciones que mejoren la conservación y uso sostenible de los recursos. Reportes científicos indican que en los últimos 50 años los seres humanos han transformado los ecosistemas más rápida y extensamente que en ningún otro periodo de tiempo comparable de la historia humana, en gran parte para resolver las demandas rápidamente crecientes de alimento, agua dulce, madera, fibra y combustible. Esto ha generado una pérdida considerable y en gran medida irreversible de la diversidad de la vida sobre la Tierra.

 

Consenso urgente

Según el mencionado reporte de Kew, la agricultura tiene un valor de 5 trillones de dólares. “Es fundamental involucrar al sector privado porque es el principal dueño de la tierra, necesitamos crear una agenda donde las empresas trabajen en armonía con el paisaje para su beneficio y el de todos”, dice Willis. Este es el propósito de reuniones como la COP y por ello es fundamental que el sector cuente con representación entre ponentes y público, aunque en la mayoría de los casos los acuerdos más importantes se fraguan en las conversaciones informales que tienen lugar en los pasillos, comparte Willis.

La experta, que es uno de los siete miembros del comité de capital natural que asesora al Gobierno británico, lidera una serie de estudios enfocados en la relación entre la dinámica de la vegetación a largo plazo y los cambios ambientales. Su trabajo reciente se ha centrado en el desarrollo de tecnologías para medir y derivar los valores económicos y ecológicos de la biodiversidad, que pueden ser utilizados por las empresas para conciliar los objetivos de maximizar las ganancias financieras y minimizar los impactos ecológicos.

Como buena científica, Willis considera que los resultados basados en la evidencia son la mejor herramienta, pero admite que el lenguaje debe ser más accesible para que a un negocio le resulte más atractivo incorporar estas medidas dentro de su estrategia. A las empresas les pide que no se basen solo en baremos económicos, sino que piensen más a largo plazo y en los beneficios que reporta la biodiversidad en la consecución de un paisaje más resiliente a los cambios.

“En México se está apostando por las renovables”, afirma. “Parte de la estrategia es entender qué tipo de árboles hay que plantar, la densidad de su tronco o la profundidad de sus raíces y cómo todos estos elementos contribuyen a una agricultura climáticamente inteligente”, profundiza Willis.

Considera que la controversia sobre los transgénicos ha perdido relevancia en los campos científico y político y que en la actualidad es un debate que corresponde al consumidor. “Los transgénicos son interesantes desde el punto de vista de la seguridad alimentaria, ya que permite plantar cultivos más resistentes a, por ejemplo, las sequías”, dice la experta. Pero esto es solo una parte de la estrategia que debe considerar la inclusión de los cultivos orgánicos, que son los que atraen a polinizadores. “Estos insectos solo pueden volar un kilómetro y medio como máximo, por lo que es aconsejable combinar plantaciones genéticamente modificadas con aquellas de origen natural para que estos polinizadores puedan hacer su trabajo”, advierte.

 

Interpretar el pasado

Descifrar de qué manera afecta el cambio climático al paisaje es fundamental para evaluar la supervivencia y adaptación de las variedades de cultivo. Con la ayuda de satélites, Willis y su equipo han recogido datos desde el año 2000 que muestran la evolución del suelo en pixeles de un tamaño de 5 km por 5 kilómetros.

“Si queremos asegurar nuestros recursos naturales debemos conocer qué variedades son más resilientes al cambio climático”, advierte la experta. Kew publicó el resultado de catorce años de investigación en la revista Nature y ahora lo presenta en México. Basado en parámetros como la temperatura del aire, la disponibilidad de agua y nubosidad, se determina qué zonas resisten mejor al clima y cuáles han sufrido una mayor recesión, señalados por los colores verde y rojo respectivamente. “Es como una examinación forense, ya que esta transición se da en zonas de, por ejemplo, África, donde se genera una gran producción agrícola”, dice Willis. Esto podría ser consecuencia de las variaciones climáticas pero también de la sobreexplotación del suelo o de las sequías provocadas por sistemas de riego que agotan el agua del subsuelo. El maíz, un elemento básico en la dieta del continente africano, se encuentra en recesión, al contrario que el ñame o la mandioca.

En el supuesto de que estos cultivos no sean lo suficientemente resistentes, podría significar un cambio de hábitos alimentarios, y es “sumamente complicado” –según Willis– que la población lo asuma de la noche a la mañana. “No debería ser el trabajo del regulador permitir o prohibir el consumo de ciertos alimentos, pero son la educación y el conocimiento los mecanismos que logran la reflexión y eventualmente, un cambio de hábitos”, argumenta.

Ante la amenaza de que algunas especies desaparezcan para siempre, Kew cuenta con el mayor banco de semillas del mundo denominado Millennium Seed Bank, donde se custodia un 20 % del total de las plantas del mundo gracias a su colaboración con 50 países.

En el caso de México, Willis dice que la dependencia de ciertos cultivos para una población tan extensa hace que sea fundamental contar con un plan de contingencia que permita introducir estas especies de nuevo en el ecosistema en caso de que se produzca algún riesgo medioambiental. Es por ello que Kew trabaja en el país desde 2002 en colaboración con la Ubipro, FES-Iztacala, UNAM, y la Conabio en proyectos en Baja California y San Rafael Coxcatlán. Hasta el dia de hoy, un 7 % de la flora mexicana se encuentra guardado en su banco de semillas, lo que equivale a 986 especies.

“México es el quinto país más biodiverso del mundo y está experimentando retos derivados de la agricultura, silvicultura, pesca y el turismo”, advierte Willis. Kew aprovechará su presencia en la COP para firmar un acuerdo con el Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza a fin de apoyar un proyecto de dos años de duración en zonas áridas de Baja California que se encuentran en peligro por la pérdida de hábitat, el cambio climático y la presencia de especies invasivas.

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