Periodismo imprescindible Viernes 29 de Marzo 2024

Rodar es para todos

Más que una cuestión de salud, rodar en bicicleta es una decisión que impacta tu calidad de vida y al planeta
21 de Enero 2018
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En diciembre de 2013, el gobierno de la Ciudad de México anunció el aumento de la tarifa del Sistema de Transporte Colectivo Metro, de 3 a 5 pesos. Las protestas comenzaron, y surgió el movimiento #PosMeSalto, organizado en las redes sociales. Según Erik López, quien no dudó en saltarse los torniquetes cuando las
protestas esporádicas coincidían con su ida a la escuela, esta decisión también representaban un golpe a su economía. Hizo cuentas, y su gasto diario en pasajes aumentaba a 40 pesos, 100 pesos a la semana, 1 000 al mes.

Fue así que con esos 1 000 pesos pudo comprar su primera bicicleta.

“Mi decisión no fue ni ambiental, ni para mejorar mi salud, simplemente fue económica”, dice. Con el paso del tiempo, Erik también entendió que no sólo ahorraba dinero y tiempo al moverse en la ciudad sobre su bicicleta, también su decisión era mucho más sustentable.

“Para mover una bicicleta, sólo utilizas energía metabólica, es decir, energía proveniente del cuerpo humano. Olvídate de las emisiones de CO2 y del tráfico”, comenta.

A lo anterior hay que añadir que este transporte no utiliza combustibles, tampoco emite gases de efecto invernadero, produce niveles de ruido inferiores a los de los vehículos motorizados y, claro, es reutilizable.

Así como Erik, también Ruth y su hijo son fieles usuarios de la bicicleta, y es que Ruth, a los 14 años, vivía en Berlín, una ciudad muy amigable para andar en bicicleta, y la ocupaba con la finalidad de ir a la escuela. Luego, cuando tenía 20 años, se mudó al norte de Francia, donde tampoco tuvo problemas en usar a su compañera con el propósito de trasladarse a la universidad.

Un lustro después, llegó a México y fue aquí que decidió donar su bicicleta a una amiga.

“Creía que era imposible andar en bicicleta en esta ciudad, pero años después vi pasar a un grupo de ciclistas por debajo de mi casa, eran los Bicitekas, y eso me abrió la mente y dije ‘¡wow!, sí hay gente que rueda en la Ciudad de México’”. Ruth no esperó más. Al día siguiente, acudió al Centro, a la calle de San Pablo, y compró una bicicleta.

Durante años, ella no soltó las dos ruedas; incluso, luego de tener a su hijo León, no dudó en contagiarle esta afición. Le compró una bicicleta entrenadora sin pedales. Después lo acomodaba a bordo de su bicicleta para llevarlo a la escuela, y finalmente le compró una a fin de que él solito rodara rumbo al colegio. Hoy en día, la vida laboral de Ruth le impide andar en bicicleta. Trabaja en Santa Fe, y llegar a esa zona en dos ruedas es una labor titánica, no sólo por la distancia y la altura, también porque no hay rutas seguras. Por eso intentó comprar una bicicleta eléctrica, sin embargo, algunos de sus amigos probici no se lo recomendaron: simplemente, no hay una vía adecuada. Eso la frustra un poco, pero después de todo no se aleja de la bici, la ocupa diariamente para transportar a León a la escuela.

En una ciudad como la capital de México, moverse en un vehículo le puede costar a una persona hasta tres horas de su tiempo; sin embargo, si se monta a una bicicleta, este tiempo se puede reducir incluso a más de la mitad.

El promedio de velocidad que puede alcanzar un ciclista en la Ciudad de México es de 20 kilómetros por hora – uno de mayor experiencia puede incluso llegar a los 25 kilómetros–, mientras que la de un vehículo es de 6 kilómetros.

Erik no se había percatado que de su casa, en la Ciudad de México, a la FES Aragón, había tan sólo cinco kilómetros.

Regularmente tardaba 50 minutos o una hora en el transporte público, pero el primer día que usó la bicicleta hizo sólo 20 minutos; a la tercera semana, 15 minutos. “No lo podía creer”, me dice.

Y es que ahorrar más de media hora de cada traslado no era el único beneficio.

“Por las mañanas, en el transporte público me dormía un rato, y llegaba con sueño o de malas a clases, pero el  primer cambio que noté en mí es que me concentraba más en las clases, llegaba muy despierto y con mejor humor, e incluso ponía más atención”.

¡Muévete!
Erik, hasta ahora, no entiende por qué la gente prefiere estar dos o tres horas atorada en el tráfico, arriba de su vehículo, cuando podría andar en bicicleta y ahorrar tiempo. Ruth no difiere mucho de esto, asegura que los minutos extra que te da la bicicleta los puedes ocupar en tomar tranquilamente un café o platicar más tiempo con las personas que estés.

Para quienes tengan el propósito de usar la bicicleta como medio de transporte, Ruth recomienda que comiencen con traslados de 5 kilómetros, una distancia muy corta para rodar, que también te permitirá ir reconociendo tu entorno. Ella lo nota día a día con Leo, quien a sus siete años tiene identificado todo su camino a la escuela –las personas, las calles, los negocios– sin problema alguno. Erik también menciona el uso de la tecnología.

“Hay aplicaciones que sirven para diseñar rutas más seguras; y en caso de que te dé miedo salir a la jungla de asfalto, utiliza avenidas con infraestructura de ciclovías, dan más seguridad a los ciclistas”.

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