Periodismo imprescindible Viernes 19 de Abril 2024

Sí, las mujeres también gozamos

“El hombre llega hasta donde la mujer quiere”, “Una señorita decente no se acuesta con el novio”, “Si pasa algo es porque tú lo permitiste”. Estas y otras muchas frases han formado parte del imaginario femenino mexicano durante generaciones, ¿pero cuál es el sentir actual de las mujeres respecto a la sexualidad? ¿El deseo todavía es considerado pecaminoso?
01 de Abril 2018
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POR MIRIAM CANALES

El disfrute de la sexualidad femenina va más allá de “yo cojo con quien quiera”. Lo ideal sería que en defensa de esta actividad existiera una responsabilidad, cuidando las emociones, decisiones y proponiéndolo como un juego consensuado sin relaciones de poder que lo entorpezcan. El cuidado fisiológico es esencial, así como la plena consciencia de con quién se comparte el placer o encontrándolo mediante el autoerotismo. Puede ser utópico decir “yo soy muy liberal”, pero algunas mujeres opinan cómo han repercutido las imposiciones con las que crecieron en su familia o entorno inmediato para ejercer su sexualidad en la etapa adulta.

El que por su gusto muere hasta la muerte le sabe. Esa frase me la decía mi mamá si yo salía, o llegaba más tarde de lo acordado o si tenía un novio. No me decía ‘oye, cuídate que te puede pasar esto o aquello’. Tampoco me daba herramientas para que fuera capaz de afrontar ese tipo de situaciones a las que estamos expuestas; eran amenazas”. Karina tiene 25 años, ha vivido por su cuenta desde una edad temprana, alquiló un departamento de manera independiente que luego abandonó con la finalidad de compartir otro espacio con su actual novio, de su misma edad. Sin embargo, aunque a ambos les resulta práctico en lo sentimental y económico, sus respectivas familias no están de acuerdo con su unión: “Ahora que vivo con él y vamos de visita con ellos lo que nos dicen es ‘¿Cuándo se casaron y no nos invitaron?’. Una tía nos dijo: ‘Para mí esto ya es un matrimonio’, con el típico interrogatorio sobre en qué trabaja él. Y su familia nos sugiere ‘que mejor hagamos las cosas por el camino correcto’, lo que se refiere a una boda e hijos”.

Y es que la sexualidad femenina es un tema espinoso incluso en pleno siglo XXI. El común denominador de algunas de estas mujeres entrevistadas es que no se sienten completamente libres de practicarla, en especial por los principios morales que les fueron inculcados. Una de ellas es Rocío, arquitecta de 48 años, que relata haber tenido un matrimonio prematuro y fallido: “Mi obediencia incipiente dio como resultado salir de mi casa sólo vestida de blanco, acostarme virgen con un marido virgen y fue una situación que derivó en divorcio. Me hacían sentir que cargaba yo sola con una gran responsabilidad, con culpa”. Al terminar su relación logró conseguir un acervo de amantes con quienes divertirse. Hoy se desenvuelve como madre soltera, pero aunque su familia la apoya, intuye que hubieran preferido mantenerla casada. “Una mujer tiene derecho al sexo por la única y verdadera razón existente: porque quiere y porque puede. El cuerpo es un instrumento para muchas cosas y una de ellas es el placer”, asegura.

El caso de María José es contrastante, está en su etapa treintañera y se siente satisfecha de haber logrado un despertar sexual más provechoso desde muy joven: “Yo tuve la fortuna de tener una vida sexual muy sana desde los 17 años, la cual compartí con quien fue mi novio en esa época. Fue un sexo adolescente y alocado”. Sin embargo, después de que emigró a la Ciudad de México su percepción cambió con sus relaciones sociales masculinas: “Muchos de los hombres que hoy conozco, cuya edad va de 35 a 45 años, crecieron en entornos donde la discriminación femenina no era cuestionada. Me topaba con algunos que aseguraban ser los más liberales y progresistas y, al mismo tiempo, los escuché expresarse de las mujeres con un desprecio brutal, alardeando de haberse cogido a alguien, revelando su nombre y demás detalles de su encuentro”.

“Antes de dividirnos por género debemos entender que la sexualidad es un derecho de cualquier individuo y que las mujeres podemos decidir por nuestro cuerpo”, opina Fabiola a quien, a mediados de sus treintas, su familia aún intenta imponerle moralismos que ella repele.

Por otro lado, Tatiana, de 34 años, quien ha denunciado públicamente haber sufrido acoso y hostigamiento durante años por parte de un colega llamado Arturo Mendoza Mociño, no ha visto menoscabado su ímpetu ni su autoestima: “Mi cuerpo es mío. Yo decido sobre él. A partir de mis espantosas experiencias, he decidido a mi edad que mi placer conlleva responsabilidad. La responsabilidad de decidir con quién comparto mi placer y con quién no. Porque existen imbéciles, locos, machos con los que no me interesa ni tantito compartir cama”.

En la Encuesta Nacional de Género, publicada por la Universidad Autónoma de México, llamada Géneros asimétricos. Representaciones y percepciones del imaginario colectivo, publicada en 2017, se observa un marcado contraste en las maneras actuales de conducirse entre hombres y mujeres. Una de ellas es el hecho de pedir permiso a la pareja, relacionada con una cultura de respeto a los padres. Resulta que todavía el 33 % de las mujeres encuestadas busca el consenso de su pareja a fin de usar anticonceptivos y el 49 % para salir sola de noche.

“Los hombres también pierden”, dice Josefina Flores, sexóloga educativa y terapeuta existencial. Ella define cómo las relaciones humanas se degradan cuando el hombre no pone de su parte. “Si como mujer quieres probar con todos, primero quiérete mucho, conócete y pregúntate a ti misma”. A su vez, observa una serie de conductas inseguras en sus pacientes femeninas acerca de cómo pedir sexo a sus parejas o encontrarlo ellas mismas mediante juguetes. Esta especialista apuesta por practicar más la “sororidad”, un término definido como la hermandad y solidaridad entre las mujeres para crear redes de apoyo que permitan cambios sociales.

De este modo, esta historia no cuenta con un punto final en el contexto mexicano. Aunque las mujeres sigan en busca del placer como un derecho humano, desempeñándolo con satisfacción y madurez, lo cierto es que todavía este ejercicio pleno es algo en proceso de construcción.

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