Periodismo imprescindible Sábado 20 de Abril 2024

Transgresores de élite

Los políticos llenan sus discursos diciendo que no son santos ni demonios, simplemente humanos. Lo cierto es que sus fallas no son meros errores, pues de sus acciones depende el cielo o el infierno para millones 
de mexicanos
01 de Abril 2018
No disponible
No disponible

POR ÓSCAR BALDERAS

 

Pereza

Enrique Peña Nieto

El actual presidente inició una carrera de seis años como un Ferrari con tanque lleno, y a meses de llegar a la meta parece que se le acabó el combustible.

Inició con el pie en el acelerador: en sus primeros 20 meses de gobierno, gracias al Pacto por México, firmado en el día dos de su sexenio, logró 11 reformas estructurales que parecían imposibles. La nueva administración causó tanta impresión con su dinamismo que la influyente revista Times le dedicó el esolgan “Saving México”.

Pero en el camino aparecieron grandes baches que le restaron velocidad al bólido y lo convirtieron en carcacha: corrupción, conflictos de interés, desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales. Una gran parte de los analistas coincide en que tras los escándalos del gobierno y la derrota del PRI en las elecciones de 2015 el presidente Peña Nieto conduce el país en piloto automático. No hubo más reformas, grandes legislaciones, ambiciosos programas sociales. Cansado y ojeroso, al presidente parece no molestarle que la pereza sea el legado de su último tramo de gobierno.

 

Avaricia

Ricardo Anaya

El candidato presidencial Ricardo Anaya tiene dos apodos dentro de Acción Nacional. “El chico maravilla”, cosido a su pecho por su ascenso meteórico al poder: hace sólo nueve años era un diputado local queretano de 30 años recién cumplidos y ahora busca la Presidencia de la República con buenas posibilidades de lograrlo; y “El cerillo”, por el tono pelirrojo de su cabello casi rapado y porque, según sus detractores, “incendia todo lo que toca”.

Con el propósito de llegar hasta la nominación presidencial, Anaya ha sido acusado de quemar sus naves: ha traicionado a un largo grupo de políticos, incluyendo a su mentor Gustavo Madero, y ha salido ileso de esas batallas. Sin embargo, parece que el fuego de su avaricia podría quemar su aspiración a Los Pinos.

Anaya tiene una singular riqueza para ser un hombre de 39 años que sólo ha trabajado en el servicio público: negocios y propiedades familiares con valor de, aseguran, más de 100 millones de pesos; 100 000 pesos mensuales en viajes a Atlanta, donde vive su familia en una residencia de lujo; y hasta un entramado legal donde participaría Anaya en el lavado de 54 millones de pesos. Sus simpatizantes dicen que todo es comprobable; sus detractores dicen que la avaricia de Anaya es muy conocida, y que esa ambición puede transformar en ceniza sus aspiraciones.

 

Gula

Rosario Robles

Desde el sótano de la política, hundida por su turbulento paso por la presidencia nacional del PRD, a Rosario Robles le tomó nueve años subir a un gabinete presidencial. Como secretaria de Desarrollo Social, de ella dependía la Cruzada Nacional Contra el Hambre, que buscaba erradicar la desnutrición en el país.

El programa logró un presupuesto anual de más de 160 000 millones de pesos que parecían la esperanza de 30 millones de mexicanos en pobreza alimentaria. Sin embargo, el programa sólo alimentó las ambiciones de un puñado de glotones: la Auditoría Superior de la Federación concluyó que al año siguiente de su implementación hubo un fraude que involucró a universidades públicas y empresas fantasma que malversaron 845 millones.

El dinero que se destinaría para comedores gratuitos, comida y redes de nutrición se gastó en globos, gorras y hasta un concierto de rock. Mientras miles morían de hambre, Robles y su equipo engordaban por acción u omisión las carteras de funcionarios públicos empanzonados por la corrupción.

 

Lujuria

Este pecado capital tiene dos formas de leerse: la clásica, como el deseo sexual incontrolable; y la moderna, como el deseo apasionado que esclaviza a hombres y mujeres. En este segundo plano están cientos de candidatas y candidatos que salivan con lo que el Instituto Nacional Electoral ha llamado “la elección más grande en la historia de México”.

El 1 de julio de 2018 se juegan 3 400 cargos de elección popular, entre ellos 2 000 ayuntamientos, 500 diputados federales, 128 senadores, 30 congresos locales, 16 alcaldías en la capital del país, 9 gobernadores y un presidente de la República. Nunca antes se habían apostado tantos espacios de gobierno.

La campaña durará 90 días, y al final la decisión de qué pecadores estándares llegarán al poder estará en manos de 87.8 millones de votantes. Ellos elegirán entre conceder el perdón o condenar al infierno de la vida sin fuero.

 

Ira

Margarita Zavala

El 7 de junio de 2017, el país vio una faceta que no conocía de Margarita Zavala. Durante un mitin de Acción Nacional en Coahuila, el entonces presidente del partido, Ricardo Anaya, buscó la mano de Zavala a fin de enviar un mensaje de unidad. Ella quitó el brazo y se apartó con enojo. Tres meses después, la exprimera dama renunció al PAN y anunció la búsqueda de una candidatura presidencial independiente.

Tras un largo proceso de recopilación de firmas, parece que Margarita Zavala sí estará en la boleta, aunque su sendero hasta la Presidencia de la República luce empedrado. Hoy, el promedio de las encuestas le da una preferencia de entre 5 y 8 por ciento.

¿Qué escenario veríamos si Margarita Zavala hubiera usado su ira para conquistar la candidatura blanquiazul? Una encuesta del diario El Financiero, en octubre de 2017, mostró que con el PAN Margarita Zavala cosechaba el 28 por ciento. Un empate técnico con el primer lugar. Pero la ruptura con la cúpula provocó que Zavala hiciera un movimiento político que le costó cerca de 20 puntos y caer del segundo escaño a un sotanero cuarto lugar. Como dice el dicho: la que se enoja… ¿pierde?

 

Envidia

José Antonio Meade

El candidato presidencial del PRI, José Antonio Meade, ya hizo historia en el tricolor, con una buena y una mala noticia para él. La buena: el partido más viejo del país nunca había postulado a Los Pinos a un hombre sin militancia. La mala: tampoco habían tenido un candidato que, con el respaldo del oficialismo, empezara la carrera presidencial en un distante tercer lugar.

Meade, cinco veces secretario de Estado, ha intentado propulsar su campaña bajo una imagen de político veterano y eficaz, pero el mensaje no lo ha elevado en las encuestas. Ha tenido siete logotipos, al menos seis cambios de esolgan, fichado a pesos pesados de la política… y aún así no logra alcanzar ni siquiera el segundo lugar. A menos de 100 días de la elección, Meade sólo tiene dos caminos de cara a la jornada electoral: envidiar el triunfo ajeno o conquistarlo para sí mismo.

 

Soberbia

Andrés Manuel López Obrador

En 2006, el ex jefe de Gobierno era un hombre idealista: creía que podía llegar al poder sin más alianza que sus seguidores y desdeñando hasta las campañas de radio y televisión. En 2012 era un hombre amoroso: supuso que los besos y la República Amorosa enamorarían a los electores. En 2018, es un hombre pragmático: con tal de ganar, ha recibido a aquellos que alguna vez llamó “la mafia del poder”. Mucho ha cambiado López Obrador en tres intentos, pero algo se mantiene en él: su creencia de que si llega a ser presidente, el país se alineará a sus valores. El puntero en las encuestas ha insistido en una tesis imposible de verificar: si él se convierte en la cabeza del gobierno, la honestidad se derramará desde la Presidencia hasta los municipios y se lavarán los pecados de la corrupción, peculado y hasta el “huachicoleo”.

Su círculo cercano aplaude su seguridad y tenacidad; sus malquerientes le llaman mesianismo y ego descontrolado. Y quienes lo conocen le advierten sobre un mal trago que ha saboreado dos veces: si la soberbia lo engulle, y de nuevo no escucha a sus consejeros, el tabasqueño pasará este verano en el rancho La Chingada.

Recientes