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Un viejo amigo

Es uno de los lugares más visitados en la Ciudad de México. Cada año cerca de 20 millones de personas visitan el Bosque de Chapultepec, un espacio con muchas historias por contar
23 de Septiembre 2018
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Durante generaciones, irse de pinta, echar novio, jugar, hacer ejercicio, pasear a la mascota, festejar un cumpleaños, visitar una exposición, conocer la historia de México o hasta disfrutar un espectáculo han sido actividades que pueden realizarse en este tradicional lugar; uno de los parques urbanos más grandes del mundo, como Central Park de Nueva York o Hyde Park de Londres.

Pero en sus más de 7.2 kilómetros cuadrados de extensión hay lugares e historias poco conocidas, incluso para quienes lo visitan constantemente. Y como Chapultepec es un viejo amigo, hay que conocerlo a fondo con el fin de entenderlo mejor. Conozcamos algunas de sus historias y anécdotas.

El Sargento

Uno de los árboles más viejos de la Ciudad de México se encuentra aquí, se trata de un ahuehuete que está prácticamente al pie del Castillo de Chapultepec, y la leyenda dice que fue sembrado por Nezahualcóyotl hace más de 500 años.

En la época prehispánica, además de una importante fuente de agua dulce para los habitantes de México-Tenochtitlán, Chapultepec era lugar de descanso para algunos gobernantes, como Ahuízotl, Moctezuma Ilhuicamina, Moctezuma Xocoyotzin y Nezahualcóyotl.

Se dice que este último plantó con sus propias manos, por ahí del año 1460, este ahuehuete como parte de una reforestación de la zona y que inclusive se trata de un árbol sagrado.

Para 1841, en el Castillo de Chapultepec se estableció la sede del Colegio Militar. Los cadetes apodaron a este ya desde entonces viejo árbol como El Sargento, nombre con el que todavía mucha gente lo conoce.

Este ahuehuete llegó a medir más de 40 metros de altura, no obstante, en 1969 se secó debido a la contaminación y la falta de agua. Hoy, este árbol que ya no está vivo desde hace casi 50 años, mide 15 metros de alto y 40 metros de circunferencia.

Es muy probable que en Chapultepec y otros lugares de la ciudad existan más ahuehuetes de la misma edad o, inclusive, más viejos que este, pero El Sargento es el más memorable.

El Escuadrón 201 y David

Junto a El Sargento se encuentra otro lugar poco visitado de Chapultepec, que es la Tribuna Monumental o el Monumento a las Águilas Caídas, el cual está dedicado a los héroes del Ejército Mexicano que formaron parte del Escuadrón 201, que participó junto con los aliados en el frente del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial.

Este hemiciclo de piedra blanca tallada tiene varios escalones en forma de tribuna romana, y contiene los más de 200 nombres de los mexicanos que pertenecieron a este escuadrón, además de varias placas conmemorativas.

A unos pasos de ahí se encuentra La Fuente de la Templanza. Originalmente, su nombre era La Gran Fuente, sin embargo, en 1931, el entonces presidente Pascual Ortiz Rubio la mandó a modificar para colocar una vieja estatua de un escultor del Porfiriato, Enrique Guerra, que adornaba el edificio del ministerio de Relaciones Exteriores en 1908, pero al ser demolido, permaneció guardada en una bodega durante varios años, así que decidió desempolvarla y darle una nueva casa en el bosque.

La escultura es la representación de David con su honda (con la que derribó a Goliat), mientras que la fuente de piedra, aunque suele lucir agua estancada gran parte del año, embellece el lugar.

Un remanso de paz

El punto más escondido de esa zona es uno de los pocos remansos de paz que hay en la Ciudad de México: el Audiorama.

Inaugurado en 1972, este espacio oculto entre árboles, permite sentarse en sus bancas ergonómicas con el propósito de relajarse un rato viendo el paisaje natural, leer un libro que ahí mismo puedes tomar prestado o simplemente escuchar música.

Si bien al inicio sólo se oía música clásica, hoy cada día de la semana tiene una selección diferente, que van desde new age y chill out, hasta jazz y ritmos tradicionales mexicanos. Es un espacio para pasar un largo rato sin prisas y conectarse con la naturaleza. Sí, en pleno bosque de Chapultepec.

Ahí cerquita está la Caverna de Cincalco, una gruta que en la época prehispánica era utilizada como puerta al inframundo, es decir, para transitar del mundo de los vivos al mundo de los muertos (sí, algo así como en Coco).

Los lagos

Ya del lado concurrido, se encuentra el Lago de Chapultepec. Bueno, en realidad, aquí hay cuatro lagos: dos en la primera sección y otros dos en la segunda.

Aunque en la época prehispánica y parte de la Colonia Chapultepec era una importante fuente de agua dulce, primero para México-Tenochtitlán y luego para la Ciudad de México, debido a que ahí se encontraban grandes manantiales, los actuales lagos no son naturales (no es un secreto, pero hay mucha gente que todavía no lo sabe).

El llamado Lago Mayor de la primera sección de Chapultepec fue mandado a construir por Porfirio Díaz entre 1895 y 1906, y está hecho de concreto. La intención de ese entonces era embellecer la Ciudad de México con el fin de convertirla en una especie de “París”, por lo que también se realizaron obras para embellecer otros sitios del bosque.

Díaz se propuso convertir a Chapultepec en uno de los parques urbanos más bellos de la época y el primero de su tipo en todo América Latina. Con el propósito de construir los dos primeros lagos, se importó concreto del Reino Unido y se desarrollaron diversas obras de ingeniería que eran muy avanzadas en esa época.

Aunque prácticamente desde su inauguración se ha podido remar en él, el popular servicio de renta de lanchas se introdujo hasta la década de los 50.

Ya en épocas más modernas, en 1962, se inauguró el Lago Mayor de la segunda sección, el cual también es de concreto; se construyó aprovechando el espacio de unas minas que ya existían previamente en ese terreno.

En 2006, de manera inesperada, se abrió un hoyo en el fondo de este lago y se vació por completo, provocando además la muerte cientos de peces. Tomó varios meses reconstruirlo, pero hoy es uno de los espacios más bellos, no solo de Chapultepec, sino de toda la Ciudad de México, y que muchos vecinos aprovechan para ejercitarse o pasear a su perro.

Por cierto, regresando a la primera sección, otro bello rincón es la Casa del Lago, la cual fue construida a principios de siglo con el objetivo de albergar al Club del Automóvil, una asociación cuyo propósito fue reunir a aquellos afortunados que podían tener un coche en esos años.

Tiempo después, Adolfo de la Huerta la expropió y vivió en ella hasta que la cedió a la Secretaría de Educación; finalmente, en 1930, ahí se instaló el Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México.

En la década de los 60, se transformó en el primer centro cultural extramuros de la Universidad, todo a instancias de quien también fuera su primer coordinador: Juan José Arreola, en cuyo honor fue bautizada años después.

Un poco de Canadá

Más adentro del bosque, se encuentra el imponente Tótem Canadiense. Se trata de una escultura de madera de 11 metros de altura tallada en cedro rojo y que fue donada por Canadá en 1960 para conmemorar el 150 aniversario de la Independencia de México.

Fue hecho por integrantes de la nación Kwakwaka’wakw, un pueblo originario de la provincia de la Columbia Británica, y expresa su relación con fuerzas misteriosas de la naturaleza. Tiene un águila, un halcón, una ballena y un castor, además de que está coronado por un pájaro del trueno.

En 2014, con motivo del 70 aniversario de las relaciones entre México y Canadá, le dieron una restauración a fondo, ya que se encontraba desgastado; ahora adorna con su colorido esta zona de Chapultepec que es ideal para, por ejemplo, un día de campo.

Una historia de amor

Por último, hablemos de una historia de amor. No tiene final feliz, pero se desarrolló en Chapultepec.

El Castillo de Chapultepec es un lugar icónico, uno de los sitios más visitados de toda la Ciudad de México, y es muy conocido por tener un museo dedicado casi en su totalidad a mostrar la forma de vida de los emperadores Maximiliano y Carlota.

Esa pareja, que llegó de Europa con el fin de gobernar a México en un tiempo en el que todo era caos, no tuvo éxito en su función política, y en el amor tuvo un desenlace más trágico todavía.

Pero vamos por partes. En 1785, el virrey Bernardo de Gálvez mandó a construir un castillo real en la parte más alta del Bosque de Chapultepec para, supuestamente, usarlo como casa de campo. En España eso generó muchas dudas, y llegaron a sospechar que sus verdaderas intenciones eran independizar a la Nueva España y autonombrarse monarca. Todo ese sospechosismo terminó cuando murió de manera repentina y en condiciones bastante extrañas.

El castillo, que era el primero en América, se quedó abandonado durante décadas, e incluso se intentó vender varias veces sin éxito, hasta que en 1833 se instaló ahí el Colegio Militar. Sin embargo, tras la invasión estadounidense (cuando nació el capítulo de Los Niños Héroes) en 1847, otra vez se desocupó durante un buen rato.

En 1864, cuando Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota llegaron a México con el propósito de instaurar el llamado “Segundo Imperio Mexicano”, tras ser invitados por la Junta de Conservadores, pretendían vivir en el Palacio Nacional, pero se dieron cuenta de que no era un lugar digno para que viviera alguien de su importancia (literalmente, era un lugar que apestaba).

Así fue como Maximiliano dio con el Castillo de Chapultepec; quedó encantado al verlo y ordenó de inmediato que ahí se construyera su residencia.

Maximiliano y Carlota se habían casado en 1857 –cuando tenían 25 y 17 años, respectivamente– y su relación había sido más bien fría, dicen que debido a que él estaba enamorado de otra mujer que había muerto un tiempo antes.

Sin embargo, Carlota venía de una familia de abolengo, por lo que se dice que fue ella quien lo instruyó a él en temas de gobernanza y comportamiento aristocrático.

El Castillo de Chapultepec se volvió así la residencia de la pareja, se trajeron muebles de Europa, se diseñaron jardines y se construyó un balcón que daba hacia el Paseo de la Reforma. Unos dicen que era para que Carlota pudiera despedirse de su amado todos los días cuando iba al trabajo a la Ciudad de México; otros cuentan que era por celos, ya que Maximiliano solía poner de pretexto las inclemencias del camino con el objetivo de no llegar a dormir a casa.

No tuvieron hijos; según los rumores, era debido a que no podían tenerlos o que tras un aborto la pareja no había “vuelto a tener intimidad”, pero como eso podía ser un riesgo para la sucesión real, adoptaron al nieto de Agustín de Iturbide, primer emperador de México en 1822.

La relación de la pareja terminó deteriorándose con el tiempo y, tras un par de años, Europa dejó de apoyar a México, por lo que Carlota decidió viajar a Francia y al Vaticano con la finalidad de conseguir apoyo, el cual no logró, por lo que extendió su estancia para encontrarlo, manteniendo siempre el objetivo de regresar a América.

En junio de 1867, Maximiliano fue fusilado, aunque Carlota no se enteró de su muerte sino hasta noviembre de ese año, cuando el cadáver del emperador fue embarcado hacia Europa. Ella vivió sola durante los próximos 60 años. Cuentan que perdió la razón e, inclusive, se dice que tenía un maniquí en su casa, el cual vistió con la ropa de Maximiliano.

La trágica historia de amor terminó con su muerte, sin que ella regresara jamás a su casa de Chapultepec.

Pero como tú si puedes regresar a Chapultepec, puedes visitarlo ahora que ya sabes más sobre su vida; seguramente todavía quedan muchos secretos por descubrir de él: ¡salúdalo de nuestra parte!

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