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Una vida dedicada a las mujeres

13 de Octubre 2016
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Por PATRICIA MERCADO SÁNCHEZ

 

“¡Se me fue la nota!, y es la primera que se me va en la vida”, dice con una sonrisa y los ojos llenos de lágrimas Sara Lovera, al contar cómo se enteró de que había ganado el Premio Nacional de Periodismo en la categoría de Trayectoria.

“No lo podía creer. No es algo que esperara, no es algo por lo que peleé, fue una sorpresa absoluta”.

Y es que Sara, una periodista y feminista con más de 40 años de historia, alguna vez fue propuesta para obtener el Premio Nacional de Periodismo y no ganó. “Fue un asunto muy doloroso. Ese día enterré cualquier aspiración; entendí que era político y que no me importaba”.

A lo largo de su vida, Sara ha obtenido más de 30 reconocimientos y premios. “Chiquitos, grandes y medianos, pero todos como periodista”, aclara.

Aunque no ha hecho solo eso. Ha sido editora, política, organizadora de cientos de encuentros, conferencias y talleres, escritora de libros y consejera de cientos de mujeres, periodistas y activistas.

 

Los orígenes

Sara Lovera López vive en la colonia Narvarte en un iluminado departamento, lleno de plantas, cuadros y recuerdos. Lugar especial guardan sus colecciones de cajitas y de brujas, así como múltiples fotos familiares.

Todo el espacio esta lleno de mujeres. En cuadros, en fotografías y en presencia.

Su historia comenzó muy temprano, cuando Sara entendió lo que era el feminismo, quizá aún sin saber definirlo como tal.

Su abuela Sara, una india mazahua, le enseñó lo que significaba la independencia y la autonomía. “A los 11 años me explicó que una mujer sin dinero no vale nada y si no se gana la vida, no vale nada. Supongo que esa es mi raíz feminista. Me educaron así, ella y mi madre, dos mujeres absolutamente modernas, trabajadoras, con una clara visión de su propia vida”.

Nació en la ciudad de México en 1949, en una familia de comerciantes que tenía jarcierías en la zona de la Merced; fue a una escuela de monjas y era la más pequeña y la más consentida.

Mientras da pequeños sorbos a su café recuerda cómo, cuando era pequeña, su hermano compró una libreta de 200 hojas que no utilizó, y entonces la pequeña Sara lo lleno de bolitas y rayitas. “Quería escribir”.

El periodismo apareció en su vida cuando tenía entre 9 y 10 años y se dedicaba a preparar niños para el catecismo. Ahí conoció a la familia del maestro Alejandro Avilés y Sara, siendo aún una niña, preparó a sus hijas para la primera comunión.

“Un día no fue Lupita (esposa de Avilés) por ellas a la escuela y yo las pasé a dejar; y me enamoré de la biblioteca”.

Con su curiosidad de niña preguntó a qué se dedicaba el dueño de los libros, y Lupita le contestó que su marido era periodista y director de una escuela de periodismo, y en ese momento pensó: “Yo quiero ser periodista, yo quiero leer como loca”. Y así encontró el camino.

A los 15 años entró a estudiar una carrera técnica de periodismo en la escuela Carlos Septién García.

Cuando terminó la carrera obtuvo su primer trabajo en el periódico El Día, que recién se había creado, y que –cuenta Sara– era considerado el primer periódico moderno en la oposición frente a los grandes periódicos como El Universal, El Excélsior, Novedades y La Prensa.

Más tarde, fue fundadora y reportera en La Jornada, y pasó 11 años dirigiendo el suplemento La Doble Jornada, además de haber participado en la creación de agencias, organizaciones y medios en México y el mundo.

“El periodismo y el feminismo los traigo junto con pegado”, comenta Sara, al responder cómo se cruzaron en su camino ambas pasiones.

“He sido una de las personas más afortunadas en el sentido de que combiné mi vocación muy masculina de ganar la nota, y al mismo tiempo he podido militar en el feminismo que es solidario, no competitivo”.

Para Sara Lovera, el periodismo con perspectiva de género ha sido el motivo de su vida.

Dirigir el suplemento La Doble Jornada durante 11 años sirvió para que, junto con un grupo de mujeres, fundara la agencia de noticias CIMAC (Comunicación e Información de la Mujer, A. C.), que tenía como objetivo producir contenidos periodísticos con perspectiva de género, que pudieran usar los medios de todo el país.

“Mi fracaso es que (muchas periodistas) se volvieron feministas y se salieron de los medios”.

También la realidad cambió para Sara, pues tuvo que dejar CIMAC por un asunto personal. A su marido le diagnosticaron cáncer y ella se dedicó a cuidarlo durante tres años, hasta su fallecimiento. El proyecto se detuvo, tomó otro camino, opina Sara, y “se volvió una ONG”.

“Ya hay una semilla sembrada, estoy segura. Muchos de los temas que están ahora en los diarios tienen que ver con ese impulso”.

La emociona cada paso, cada logro, y está llena de historias, cifras y análisis sobre el periodismo y las mujeres.

Su último orgullo: impulsar que en el calendario cívico oficial se incorporen 82 efemérides relacionadas con las mujeres.

Desde hace años es corresponsal del Servicio Especial de Noticias (SEM) y coordinadora regional de la agencia Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y el Caribe.

En marzo del año pasado, impulsó la construcción de una nueva plataforma informativa, ligada a SEMlac, llamada Semmexico (Semmexico.org) y es la administradora de la Casa de los Derechos de Periodistas en la Ciudad de México.

Para Sara el Premio Nacional de Periodismo llega en una coyuntura muy particular. “Estoy en una etapa de transición, en donde no estoy segura de qué quiero hacer”.

Se toca sus dedos llenos de anillos de plata y jade, y nos confiesa: “Quiero viajar con mi novio”, y sonríe.

Es un momento para reflexionar. “Debo decidir o trabajo como burro editando o uso esta coyuntura para avanzar en mis asuntos históricos”.

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