Periodismo imprescindible Viernes 29 de Marzo 2024

¿Y si tu casa funcionara con orina?

El momento wow! ocurrió en el baño, tras haber bebido demasiada cerveza. Desde entonces, la idea de generar energía a partir de los desechos del cuerpo humano no dejó de rondar la cabeza de este joven mexicano
13 de Noviembre 2017
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Por Roger Vela

A finales del año 2006, Gabriel asistió a una fiesta en el norte del país. Como es costumbre en la región, prepararon una carne asada y tenían cervezas y refresco para acompañarla. Con el paso de los minutos, su cuerpo le pidió vaciar parte del líquido que había consumido. Gabriel fue a orinar. Ahí, de pie, en ese momento reflexión/relajación en el que entra el cuerpo cuando desecha lo que ya no le sirve, se le ocurrió la idea que cambió su vida y que colocó su nombre en la mira internacional.

“Podemos usar la orina para crear energía”, pensó antes de salir del baño. Regresó al festejo pero en su mente la idea no dejaba de dar vueltas. Al día siguiente realizó un experimento en un frasco con orina con el propósito de encontrar el hidrógeno que permitiera generar biogás y este, a su vez, energía eléctrica. ¡Eureka! El resultado fue positivo.

En ese entonces, el joven investigador de la Universidad Estatal de Sonora (UES) apenas comenzaba a acercarse al tema. Dos años después, ya tenía un prototipo más avanzado. Había diseñado una celda de combustible –una especie de caja transparente– en la que se puede provocar electrólisis; es decir, separar las moléculas de oxígeno en la orina, a fin de generar biogás con las de hidrógeno. Eso le permitió manejar de mejor manera el combustible y utilizarlo para hacer funcionar una estufa pequeña, de las que se usan en los pícnics.

Desde entonces, Gabriel Luna-Sandoval creó dos o tres prototipos distintos por año, cada uno mejor que el anterior,  y siempre inspirado en la innovación tecnológica, en los problemas que su modelo podía resolver y en los beneficios a mediano y largo plazo que podría generar. Poco a poco perfeccionó el mecanismo,  y atrajo la atención de varias universidades alrededor del mundo.

—Nos dimos cuenta de que era viable, sobre todo en las comunidades rurales a las que no les llega el gas natural o LP, o que incluso no cuentan con servicio de energía eléctrica. Por eso pensamos en un proyecto que impactará positivamente a la sociedad menos favorecida.

—¿Con este mecanismo, qué cantidad de orina se necesita para que una estufa funcione?

—Una persona adulta orina en promedio entre 1 y 1.4 litros al día, con eso sería suficiente para calentar durante 15 minutos el desayuno, 1 hora la comida y otros 40 minutos la cena. Si se usa esa misma cantidad en un calentador de agua, se podrían bañar hasta cuatro personas durante 7 minutos diariamente. Para un restaurante pequeño, bastaría con el desecho líquido de cuatro o cinco personas, a fin de mantener encendida la estufa durante unas 10 horas.

El proyecto resulta atractivo dado que la orina es un desecho que los seres humanos generamos diariamente. Sin embargo, no lo hemos sabido utilizar. Todos los días tiramos al desagüe litros y litros de líquido que podría ahorramos la factura mensual de luz y de gas. Energía que además de calentar nuestra comida y nuestra agua, podría cargar nuestros celulares, computadoras y dotarnos de luz eléctrica durante las noches.

El investigador, nacido en San Luis Río Colorado, Sonora, todavía plantea retos en su investigación. Apuesta por un uso y un aprovechamiento mayor de su modelo de generación de energía. Están por lanzar un plan piloto en la UES, el cual consiste en producir, sólo con orina, la energía eléctrica suficiente para alimentar un edificio de tres plantas que cuente con 11 aulas, dos oficinas, dos baños y una cafetería.

—¿Estamos hablando del primer edificio en el país que funcionaría mediante orina?

—El primero en el mundo. Los desechos líquidos de los baños serían suficientes para que funcione la red eléctrica de las aulas, oficinas y las estufas de la cafetería. Lo que no podemos asegurar aún es el abasto por completo del aire acondicionado, pero estamos trabajando en ello.

A pesar de que se ha mostrado la viabilidad del proyecto en varias ocaciones y la patente está lista desde 2013, todavía debe pasar por ciertas normas de calidad y seguridad para su uso comercial y, sobre todo, obtener los recursos con qué cubrir su financiamiento, unos siete millones de pesos para contar con una nave industrial, la materia prima y la maquinaria necesaria para su funcionamiento, calcula el investigador.

Gabriel Luna-Sandoval explica que el proyecto no sólo busca hacer la vida más fácil a las personas más vulnerables, sino mostrar una alternativa a la generación de energía en el planeta. Incluso piensa a largo plazo y proyecta que si el modelo es aceptado y continúa en desarrollo, podría utilizarse en los autos y con eso reducir las emisiones de dióxido de carbono así como los efectos del cambio climático. “Buscamos que este modelo pueda codearse con otros que están surgiendo en el mundo, siempre con un sentido ecológico, sustentable y social”.

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