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Amor… un negocio

11 de Febrero 2018
valeriagalván
valeriagalván

Anteriormente, había platicado aquí sobre Violeta, ¿la recuerdan? La misma que se metió ansiolíticos para lidiar con la ruptura de su larguísima relación de ocho años. Pues me encontré con ella hace unos días con el propósito de ir al cine a ver The Shape of Water (una película hermosa, por cierto), la noté más guapa y con una actitud muy relajada. Me platicó acerca de sus romances otoño-invierno, con ese tono sarcástico que la caracteriza, y sobre la posibilidad de declarársele a un hombre que según ella es el único que le llena lo suficiente el ojo como para imaginarlo como el padre de sus chamacos.

Estábamos esperando para entrar cuando me dijo:
—¿Sabes amiguita chula? Me he vuelto más cara, estoy al alza.
—¿Cómo?
—Te explico: todo está cambiando, todo es inmediatez, un contrato, un negocio y el amor no está fuera de esto. El amor es una empresa, y si los socios no están dispuestos a invertir continuamente, el business se viene abajo. Pero antes de cerrar el trato, ¿estás de acuerdo que uno debe convencer al otro de asociarse e invertir? Pocas veces dos socios piensan al mismo tiempo en juntarse ¡eso sólo pasa en películas! La vida real es diferente. Generalmente una persona pretende a la otra y no es cuestión de género sino de interés.

Mientras mi amiga comparaba a una empresa con el amor, se me hizo un nudo en la garganta pensando que esa mujer tenía razón de alguna manera porque ¿cuántos amores son realmente correspondidos?, ¿cuántas personas están con alguien que no les gusta del todo, aunque cerraron el trato por considerarlo una ganga? Malos negocios que terminan en quiebra tarde o temprano. No digo que todos, pero conozco muchos casos.

Violeta es más rara que la media, es tan retro como evolucionada; a veces parece que vino de una época muy antigua, y otras que llegó del futuro.

—Yo nunca conquisto, no puedo, no es lo mío. A mí me gusta que me lleguen, que me seduzcan, que me presenten un negocio jugoso. Si yo fuera de las que saben ligar sería lo contrario. Pero puedo negociar bien, puedo “vender” para después invertir.

Cuando me dijo esa palabra, ¡me escandalicé! Se escuchaba tan fría, y al mismo tiempo muy segura de lo que estaba hablando. ¿Se trataba de una revolución del oficio más viejo del mundo? WTF!

Para cerrar con broche de oro, me dijo: “Conocí a alguien, muy poco seguro, con muchas deudas, con muchos complejos; y pensé que podía cerrar el trato con él si lo veía esforzarse, si veía interés genuino y me convencía de que su microempresa tenía potencial para convertirme en socia mayoritaria ¡Pudo lograrlo! Pero tiró la toalla muy rápido”.

Por fin entramos al cine, y mientras yo veía la película más nominada de este año, pensé en todo lo que mi amiga me había dicho ¿Era acaso consecuencia de lo que le había pasado hace un año?

Terminó la función y se encendieron las luces. Miré a Violeta y me di cuenta de que había estado llorando discretamente durante toda la película. Secó sus lágrimas y me dijo: “¿Ves, amiga? Este tipo de amor sólo pasa en la películas”. La miré con tristeza.

Esa misma noche, en cama, reflexioné. Todos tenemos derecho al amor, a la manera en la que queramos vivirlo y experimentarlo. Con reglas o sin reglas, ¡como uno quiera y punto! No existen cosas buenas o malas. Solterones, sexistas, feministas, machistas, anticuados, cabrones. ¿Para qué tanto término cuando sólo deben existir dos? Amorosos y amados.

*Buscadora de historias urbanas de sus contemporáneos millennials. Ponte atento, tu historia puede ser la próxima.

@valeria_galvanl

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