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De Luzia a Tabarnak

22 de Septiembre 2018
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Desde hace 16 años, la Ciudad de México se ha convertido en una parada casi obligada para los diferentes espectáculos que presenta la compañía canadiense Cirque du Soleil. Tanto los dueños del circo como los empresarios nacionales, saben que el público de nuestro país es generoso, entregado y, sobre todo, de alto consumo, de ahí que este no repare ni haga pucheros por tener que pagar siempre los boletos más caros de cada gira que se presenta.

Es decir, mientras que en Las Vegas, Nueva York, Miami, Londres o Tokio el promedio que se paga por cada entrada a un determinado show del Cirque du Soleil es de 40 dólares, aquí, por esa misma representación, tenemos que apoquinar casi 60 dólares. Y ya no digamos si queremos ir a las zonas VIP o Platino, porque las entradas se disparan a los 170 o 200 dólares.

Más allá de lo impresionante, bello, mágico y poético de cada uno de sus números acrobáticos, de danza aérea y contorsionismo, el Cirque du Soleil se ha convertido en una auténtica máquina de hacer dinero; una marca registrada que, aseguran algunos analistas financieros, genera casi 1 500 millones de dólares anualmente con todos sus espectáculos itinerantes por el mundo o establecidos de manera permanente en alguna ciudad, hotel, teatro o parque de diversiones determinado.

Lejos quedó aquel momento en el que tres amigos –Guy Laliberté, Gilles Ste-Croix y Daniel Gauthier– decidieron hacer una caminata de 90 kilómetros en zancos para solicitar un apoyo económico al gobierno canadiense con el cual pudieran echar a andar un proyecto cultural que ayudara a preservar el folclor de su país, con la participación de artistas de la calle.

En ese lejano 1984, ni siquiera sabían qué nombre le darían a su naciente compañía, y mucho menos pensaban que esta se transformaría en una auténtica mina de oro, al grado de que importantes consorcios financieros y del mundo del entretenimiento terminarían por adquirirlos y desplazarlos a puestos de consultores creativos.

“No nos lo tomábamos tan en serio en los primeros espectáculos, sólo queríamos pasar un buen momento y tratar de vivir de eso. El propósito en ese entonces era sencillo: vive, ama y sé feliz”, declaró el propio Ste-Croix.

En unas semanas el Cirque du Soleil volverá a la Ciudad de México, esta vez con el show Luzia, en el que, muy a su estilo, rinden tributo a la cultura y a las bellezas naturales de nuestro país. Este proyecto lo ha realizado la compañía canadiense por encargo de la Secretaría de Turismo de México, cuyo titular, Enrique de la Madrid, cree que así vendrán más personas a visitar nuestras playas y zonas arqueológicas. Un convenio por el que se pagaron, por adelantado, casi 50 millones de dólares, y por el que Cirque du Soleil se compromete a tenerlo de gira por el mundo hasta 2023. Lo dicho, esos cirqueros-financieros no dan paso sin huarache.

Por cierto, para los que tenemos un presupuesto más limitado y como alternativa al Cirque du Soleil, en estos días se presentará en el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris”, en el marco de su centenario, la extraordinaria compañía quebequense Cirque Alfonse, con su espectáculo Tabarnak, que combina tradición con modernidad.

Dicha representación se nutre de números de circo con acrobacias, música en directo y mucho humor. Dirigido por Alain Francoeur, Tabarnak reflexiona sobre lo sagrado, el cielo y el infierno. En ese show, los artistas ofrecen su propia visión de lo sagrado y lo profano e invitan a los espectadores a pensar sobre sus respectivas creencias, pero sin ocultar una gran sonrisa en el rostro.

*Periodista especializado en cultura.

@rogersegoviano

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