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Detrás del jersey y el pódium

27 de Mayo 2018
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POR ELIZABETH SANTANA*

Recuerdo que cuando escogí mi bicicleta de ruta, el vendedor me preguntó si no tenía problema con el color rosa, y le dije que no. Ella, mi bici, lucía hermosa, y el sello de la UCI (Unión Ciclista Internacional) era lo más bike porn que había tenido en toda mi vida, al menos, después de la bicicleta híbrida (con características de montaña y de ruta) que me robaron en el pasado.

Tardé mucho tiempo en seleccionarla. Semanas en las que comparaba modelos, el tipo de frenos, el cuadro y demás. No era fácil, pero resultaba entretenido y desafiante. Como buena autodidacta consulté un montón de marcas, de sitios web, y finalmente a personas cercanas, expertos en ciclismo y bicicletas. De lo que aprendí, sólo hay rastros en mi cabeza; me queda la satisfacción de que elegí a conciencia.

Sin embargo, el esfuerzo y aprendizaje de mi autonomía parecen desvanecerse cuando los chicos se acercan a explicarme qué tipo de bicicleta traigo para finalizar con un condescendiente “traes una bici buena”. Una situación que es un tanto recurrente, una validación que no solicité, y un comentario al que sigo pensando cómo enfrentar de manera asertiva; y al que actualmente sólo respondo con una sonrisa y un “Gracias, sí, por eso la escogí”.

Comento esto desde la humildad, porque me costó trabajo aprender a adquirir esta herramienta deportiva, porque el terreno de los deportes también es un tema de mujeres, y porque es desagradable tratar con quienes asumen que no sabes y no se toman la molestia de platicarte de los componentes de una bici como lo harían con un hombre, o hasta te retan con la finalidad de evidenciarte; por ejemplo, al no nombrar cosas tan importantes como la diferencia entre un grupo de frenos y otro, o el tipo de cadena.

Lamentablemente, las cosas pueden ir más allá. Ana Puga, ciclista competitiva amateur, me platicó que un día le negaron un patrocinio por no bajar de peso, y de un día que ciertos comentaristas fueron incrédulos con el éxito de una competidora juzgándola también por la forma de su cuerpo. Por eso, para ella es necesario que más mujeres nos atrevamos a pararnos en la línea de salida. “Somos mejores de lo que nos consideramos”, me dijo antes de que colgáramos el teléfono.

Además, las pocas categorías que existen en el ciclismo femenil se cierran por falta de quórum, y aunado a ello los premios no son equitativos, o desmerecen, como el día que ella ganó una competencia y el accesorio que le otorgaron no era de mujer sino de hombre. Por eso el compartir, construir, y demostrar por qué portas un jersey, le parece que sería importante para que el medio ciclista femenil fuera más competitivo, y así nunca nos conformáramos con sólo salir en la foto del pódium; y también fomentaría la admiración entre nosotras.

ONU Mujeres señala que la última Copa Mundial de Futbol Femenino fue de 15 millones de dólares, contra los 576 millones de dólares de la última Copa Mundial de Futbol Masculino. Y narra cómo en los Juegos Olímpicos de París 1900, de 997 atletas sólo 22 eran mujeres, mientras que en Río 2016 la representación de ellas creció ya a un 45 por ciento. Además, las Olimpiadas de Londres 2012 fueron las primeras en las que se presentaron chicas a fin de competir en todos los deportes.

Celebro que la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible reconozca que el deporte facilita el empoderamiento de las mujeres, y estoy segura de que estamos en un proceso que nos llevará a una mejora.

*Periodista. Autora de Rodada 2.0, marca que celebra la inclusión de la bici como estilo de vida en todas sus modalidades.

@ElixMorgana

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