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Editorial

24 de Julio 2017
Revista Cambio
Revista Cambio

La tarde del pasado 28 de junio la Ciudad de México vivió una lluvia intensa que colapsó durante casi cinco horas la zona de Polanco, Reforma y Lomas de Chapultepec, cuyas principales arterias se convirtieron literalmente en ríos que fluían veloces buscando su cauce.

Una de las zonas más fotografiadas entonces fue el cruce entre el Circuito Interior y el Paseo de la Reforma, donde el agua se estancó y cubrió los autos. Los cuerpos de rescate tuvieron que intervenir. No fue casual que el agua que corría desde la zona de Nuevo Polanco llegara a asentarse justo en ese punto. El agua desea llegar a donde la naturaleza y su memoria le dictan. Lo que busca es un lago que fue sustituido por concreto.

Sí, la capital mexicana fue construida sobre una zona lacustre y, por lo tanto, que se inunde constantemente no debería extrañarnos. Lo lamentable es que al tener una ubicación privilegiada en la geografía y al recibir altas cantidades de centímetros cúbicos de lluvia en cada temporada, todavía no aprendemos  a cosechar agua pluvial ni a aprovecharla. Es común escuchar a los capitalinos quejarse del caos que las lluvias y las inundaciones provocan, igual que se lamentan cuando una calle se cierra para realizar obras de mantenimiento a la infraestructura hidráulica urbana, sin embargo, ¿acaso no nos hemos enterado que de seguir así a esta gran urbe apenas le queda medio siglo de agua potable?

La crisis hídrica es inminente. El panorama, apocalíptico de por sí, empeora conforme crece la mancha urbana y a esto se le suma ahora el cambio climático. Aun así, cuando en época de lluvias se realizan labores de desazolve, toneladas de basura son extraídas de las coladeras. Quienes nos quejamos o permanecemos atrapados en nuestros autos durante una inundación, ¿somos parte de los millones que a diario llenan de basura las calles de la Ciudad de México?

Todos aquellos que llegamos empapados a casa aquella noche de junio, cuando finalmente el aguacero cesó, deseábamos tomar un largo baño caliente bajo la ducha, pero ¿nos detenemos a pensar en toda el agua que dejamos correr mientras sale esa deliciosa agüita tibia que nos hace sentir tan cómodos?

Si para 2050 se espera que 90 % de la población de Latinoamérica viva en ciudades, es momento de dejar de esperar que alguien más venga a solucionar la crisis hídrica en las grandes urbes. Por ello esta edición no sólo está dedicada a plantear problemas, sino a compartir soluciones; historias de emprendedores sociales, organizaciones civiles y ciudadanos que decidieron dejar de pensar para comenzar a actuar. Entonces la pregunta resulta inevitable: ¿tú qué haces para rescatar al agua cada día? Tal vez no haces nada, o quizá mucho pero… ¿será suficiente? 

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