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Editorial

10 de Julio 2017
Revista Cambio
Revista Cambio

Hay cosas que llegaron para permanecer intactas durante siglos, pero en su momento impactaron de tal forma la vida de las personas que hoy mismo, al estar tan acostumbrados a su presencia en nuestras vidas modernas, ni siquiera podemos mirar su lado innovador.

Grandes inventos, como la locomotora, la imprenta o la mismísima rueda, generaron en su tiempo bruscos cambios, rupturas que reencausaron el rumbo del desarrollo económico, social y hasta político o religioso de la humanidad.

Sin embargo, no todos los grandes descubrimientos o inventos podrían hoy considerarse disruptivos. Algunos llevaron años de paulatinos avances, lentos procesos de ensayo y error antes de ver la luz. Y la disrupción no es eso. No es un sinónimo de innovación. Se trata de un rompimiento brusco que sacude nuestras vidas e impacta más de una industria. Aunque este término se asocia mucho más a los avances tecnológicos, lo cierto es que un modelo de negocio, un proceso, una campaña política, un estilo de vida y hasta una persona en sí misma, pueden ser  disruptivos, siempre y cuando representen una ruptura brusca y contundente, un parteaguas.

Hoy no podríamos imaginar nuestra vida sin Internet, es cierto, pero ese es el gran avance tecnológico. ¿Lo disruptivo? Google y su capacidad de sacar el máximo provecho a la enorme cantidad de datos que a través de Internet comenzamos a generar e intercambiar en todo el mundo. Otro ejemplo de disrupción es, sin lugar a dudas, Facebook. No es que otras redes sociales no sean innovadoras, sin embargo, fue la red pensada originalmente para la comunidad estudiantil a la que pertenecía Mark Zuckerberg la que originó toda la revolución y no sólo en las comunicaciones interpersonales, su impacto ha sido tal que un “inocente” juego de jóvenes universitarios hoy ha puesto en seria crisis a la industria publicitaria entera y a los medios de comunicación tradicionales que ya no saben cómo competir con el rey de los social media.

Esta es una edición inspirada por aquellas personas que decidieron dejar de preocuparse y comenzaron a ocuparse. Rompieron con algo viejo para dejar en el mundo algo nuevo. Su disrupción bien pudo ser un legado artístico, como ocurrió con la obra de José Luis Cuevas, pintor y escultor fundador del movimiento de La Ruptura en el arte mexicano, quien murió unos días antes del cierre de esta edición. Hay también nuevos disruptores, como el joven Pedro Kumamoto que quiere cambiar la forma de hacer política, o la escena Drag Queen, artistas del performance urbano, o Amat Escalante, un cineasta que se ha atrevido a crear lo que pocos en México.

Todos podemos ser disruptivos, porque somos una generación a la cual le toca romper al mundo, transformarlo porque ya no tenemos otra opción. No podemos seguir ignorando que aunque el popote fue disruptivo en su tiempo, contamina los mares; hoy podemos y debemos cuestionar lo que nos dijeron que simplemente así debía ser, ¿por qué?, porque no queremos ser una generación más que diga “los que vienen lo cambiarán”. Entonces, tú qué dices, ¿la rompes?

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