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Editorial: hablemos en masculino

04 de Febrero 2018
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El domingo 4 de febrero de 2018 se conmemoró el Día Mundial contra el Cáncer, una de las principales causas de morbilidad y mortalidad en el mundo. Y el panorama no pinta para mejorar, ¿las razones? Son diversas, por ejemplo, que en México, como en muchos otros países, hay un subregistro de casos, y que las estadísticas son imprecisas; o, peor aún, porque seguimos sin avanzar en materia de cultura de la prevención.

El alto número de decesos por cáncer se deriva de un diagnóstico tardío que además incrementa el costo del tratamiento considerablemente, sin que ello signifique una reducción en las muertes originadas por esta pandemia.

Aun con la imprecisión de los registros, organismos internacionales y nacionales manejan que son más las víctimas femeninas del cáncer que las masculinas, sin embargo, la diferencia no es tan amplia, y en los casos más severos los hombres mueren por no haber acudido a exámenes de rutina que podrían haber salvado su vida.

Por ello, esta semana el equipo de CAMBIO se enfocó en buscar historias que nos explicaran esto; el resultado lo tienen en estas páginas.

Encontramos a quienes nos relataron cómo algunas posturas asociadas a la cultura machista impidieron a un paciente acudir a revisiones para prevenir el cáncer de próstata que finalmente le costó la vida; también encontramos a hijos que perdieron a sus padres, aunque en sus últimos meses pudieron ver cómo liberaron su capacidad de expresar las emociones que por años habían reprimido.

¿Qué tanto afecta al género masculino haber sido educado para ser fuerte cuando enfrenta un diagnóstico fatal? ¿Aplica entonces aquello de que los hombres no deben llorar?

Exploramos cómo el miedo y la falta de acompañamiento psicológico en muchos casos son los principales obstáculos que impiden a los hombres acudir al médico ante la sospecha de tener algún tumor.

Así, mientras no se tome conciencia de que la masculinidad no es algo de cristal que pueda romperse frágilmente con algunas pruebas incómodas, ni con manifestar emociones y temores, no habrá campaña que funcione.

El miedo no tiene género, igual que el amor, la comprensión o la necesidad de apoyo. Tal vez, si dejamos de ver al cáncer como un monstruo que nos arrebatará la vida, y comenzamos a verlo como una oportunidad para estar más cerca de quienes nos aman y que no nos dejarán solos, tal vez podamos comenzar a mirar la medicina preventiva como lo que es: un camino hacia la vida.

Además de perder el miedo a acudir al médico, es importante considerar que los malos hábitos pueden marcar la diferencia cuando de cáncer se trata. ¿Cómo podemos entonces reducir el riesgo? Eligiendo hábitos de vida saludables como no fumar, evitar el consumo problemático de alcohol, comer de forma sana, mantener un peso saludable, realizar actividad física a diario y no exponerse al sol sin los cuidados necesarios. Según la Organización Mundial de la Salud, por sí mismas, estas conductas pueden prevenir un tercio de los cánceres más comunes.

Como pasa con el resto de los grandes problemas del mundo, el cáncer puede vencerse desde nuestra propia trinchera que, en este caso, es nuestro cuerpo. El autocuidado es el primer paso. Estamos seguros de que la ciencia seguirá avanzando y algún día el cáncer dejará de ser un problema de salud tan grande, pero debemos poner de nuestra parte. Por eso, la gran pregunta, la que tratamos de dejar como una reflexión en este número especial es, ¿podremos vencer nuestros prejuicios y miedos para realmente ganar la batalla contra el cáncer? Sólo cada uno de nosotros conoce la respuesta.

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