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El ADN de Dalí

24 de Julio 2017
Rogelio Segoviano
Rogelio Segoviano

Decía Salvador Dalí, quien oficialmente nunca tuvo descendencia: “Los hijos de los genios son idiotas. Esas criaturas infértiles nos deshonran y ostentan nuestro apellido sin haber comprendido siquiera quienes fuimos”. Lo anterior viene a colación, porque en las últimas semanas un tema acapara poderosamente la atención del mundo cultural en España: la exhumación del cadáver del pintor.

Como si se tratara de una historia surrealista, Pilar Abel, una vidente de 61 años, desde 2015 insiste ante la ley en que ella es hija no reconocida del excéntrico artista catalán, y ya ha ofrecido, en cuatro ocasiones, muestras de su ADN. Los tres primeros exámenes los realizó por su propia cuenta, y el cuarto se lo hizo en un laboratorio madrileño de toxicología y ciencias forenses designado por un juzgado.

Al parecer, el ADN de la mujer ya ha sido comparado con el de uno de sus hermanos con el propósito de saber si son hijos del mismo padre, pero oficialmente no se ha informado aún el resultado. Sin embargo, la juez María del Mar Crespo ha ordenado que también se realice la exhumación de los restos del artista, los cuales descansan en un mausoleo del Teatro Museo Dalí, en Figueres (Cataluña), para extraer material genético y confrontarlo con el de su supuesta hija.

El cuerpo de Dalí, quien murió en 1989, fue embalsamado por expertos forenses. No obstante, aunque la juez pidió que abrieran la tumba el 20 de julio, la alcaldesa de Figueres, Marta Felip, señaló que sería imposible hacerlo en esa fecha, pues antes debía realizarse un estudio técnico a fin de levantar las dos lozas de concreto que cubren la fosa (de dos toneladas cada una), sin dañar el resto del Teatro Museo, que es considerado por el gobierno español como un Bien Cultural de Interés Nacional.

Curiosamente –y aquí es donde se pone interesante el periplo surrealista–, el extravagante pintor  siempre estuvo obsesionado con los avances científicos del  ADN y las formas de hélice con las que se representaba. Incluso dedicó uno de sus cuadros –“Galacidalacidesoxiribonucleicacid”, realizado en 1963– a James Watson y Francis Crick: los científicos ganadores del Premio Nobel de Medicina en 1962 gracias a que descubrieron la estructura molecular del ADN, y en el que Dalí aseguraba ver la obra de Dios.

Según Pilar Abel, su madre, quien actualmente padece demencia senil, hace mucho le confesó la verdad sobre su paternidad. Al investigar un poco, encontró que su madre, cuando tenía unos 25 años, era empleada doméstica en casa de unos artistas españoles a los que Dalí (en ese entonces, de 51 años) visitaba con cierta frecuencia.

Pero en otro apunte por demás surrealista, algunos biógrafos del pintor dicen que era estéril y se obsesionaba con mirar sin tener relaciones sexuales. Así pasó con sus modelos, con las mujeres que conocía y con Gala, su esposa, de ahí  que fuera conocido en su círculo más íntimo como “El gran masturbador”.

Al morir, Dalí le heredó unas 4 000 obras al Gobierno –valuadas en 5 000 millones de pesetas en 1984–, las cuales están en resguardo de la Fundación Gala-Dalí, que también administra el Teatro Museo. Dice Pilar Abel que ella no busca fama ni dinero, que sólo quiere honrar el apellido Dalí, sin embargo, en caso de que se compruebe que es hija del excéntrico pintor, tendría derecho a una cuarta parte de su legado, bueno, siempre y cuando los abogados de la fundación lo permitan, porque la telenovela surrealista aún está lejos de acabar. 

*Periodista especializado en cultura.

@rogersegoviano

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