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+ Glucosa y 
– gasolina

22 de Abril 2018
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POR ELIZABETH SANTANA*

“No voy lento, voy deteniendo el cambio climático”, frase de dominio popular, es una de mis premisas favoritas cuando hablamos de energía y medio ambiente, en particular, si se trata del esfuerzo físico que realizo al pedalear y que el automóvil que traigo detrás no percibe pese a que el artículo 17 del Reglamento de tránsito de la Ciudad de México dice que puedo usar el carril completo.

Aún dependemos en 80 % de los combustibles fósiles, y no lo digo yo, lo dice Al Gore, Fundador de The Climate Project, Premio Nobel de la Paz 2007 y ex vicepresidente de Estados Unidos. Además, es suficiente con girar la cabeza y observar el tránsito vial para corroborarlo. Y como narra el meme:

—¿Quién quiere menos tráfico?

—¡Yo! ¡Yo! ¡Yo!

—¿Quién usará menos el coche?

—(Silencio y nadie levanta la mano).

México es parte del Acuerdo de París, un instrumento para enfrentar de manera global el cambio climático, y que reorienta hacia un desarrollo sostenible a los 195 países que lo conforman. Como parte de este, existen distintas vertientes sobre las que se supone trabaja nuestro gobierno, no obstante, del 34 % de los fondos federales destinados a movilidad, el 79 % se invirtió en rubros que priorizan el uso del auto particular, y sólo el 21 % en proyectos de movilidad urbana sustentable.

Sin embargo, hace algunas semanas, en la inauguración de la Segunda Cumbre de Mujeres por el Clima o #Women4Climate con sede en la CDMX, alcaldesas de distintas partes del mundo, sociedad civil y demás personas apasionadas por la movilidad no motorizada, pedaleamos. El mensaje implícito que enviamos al planeta fue que movilizarnos en bici reduce las emisiones de CO2; y sí, por cada 1.8 km que alguien pedalea, reduce su huella de dióxido de carbono en 0.41 kilogramos.

Pese a las cifras mencionadas, no sé cómo expresar de manera tangible o en datos duros –como solemos cuantificar y validar nuestras afirmaciones los periodistas— la energía que en lo personal me provee mi pedaleo. No obstante, de algo estoy segura: no deseo adquirir un auto, y en las mañanas elijo la manera de abastecer mi cuerpo con “glucosa no gasolina”, mi segunda frase favorita de dominio popular.

Y es que, de acuerdo con los médicos, pedalear desencadena energía en nuestro cuerpo que es consecuente con el número de minutos arriba de una bici. Es decir, a los 20 minutos despierta nuestro sentido de alerta y liberamos cortisol (hormona del estrés), a los 40 el flujo de sangre y oxígeno al cerebro se eleva y el sistema inmunológico se activa, y a los 45 la serotonina y las endorfinas aparecen ¡y te sientes feliz! Aunque si pedaleas durante una hora, reduces hasta 50 % el riesgo de una enfermedad cardiovascular.

Entre ciclistas muchos consumen plátano debido al potasio que contiene –evita los calambres–, aunque a mí no me gusta. Y también es fuente de agua, vitamina A y C, y aminoácidos, como el triptófano, que sirven para producir serotonina y antioxidantes.

A propósito, Lupita, que es médica, me explicó que es importante difundir que las frutas se comen, no se beben, ya que para un jugo se necesitan mínimo cuatro naranjas, mientras que comer una sola da un aporte completo de fibra, agua, vitaminas, minerales y glucosa.

*Periodista. Autora de Rodada 2.0, marca que celebra la inclusión de la bici como estilo de vida en todas sus modalidades.

@ElixMorgana

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