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Matando abejas

03 de Junio 2018
valeriagalván
valeriagalván

Que hace 10 años o más, cuando viajar en transporte colectivo era menos inseguro que ahora y yo podía ir de mi casa a la escuela y de la escuela al trabajo en camión, combi o micro sin problemas.

En una ocasión durante mi trayecto escuela-chamba, bajo una calurosa tarde de verano, yo iba en lo mío –en mi música y en mis pensamientos– cuando me percaté de que una abejita había quedado atrapada dentro del transporte en el que yo viajaba.

La separación entre esa abejita y la persona que podía liberarla (yo) era una mujer mal encarada que iba platicando con un señor. Su perceptible mal humor me hizo temer el peor destino para el pobre animalito.

Traté varias veces de alcanzarla con la finalidad de ayudarla a salir, pero todo mi esfuerzo fue inútil. Estaba muy lejos de mí. Me limité a ver cómo luchaba contra la ventanilla sin posibilidad de escapar.

Para mí, la vida de cualquier ser que contribuya al sano desarrollo de nuestro ecosistema debe ser respetada. Soy amante de los animales y no puedo soportar el maltrato. Esto incluye crueles asesinatos a hormigas, arañas, abejas etc. Sí, soy de las que puede tomar a una araña de las patitas y dejarla libre en algún jardín.

Liberar animales pequeños e indefensos va más allá de mi fascinación por esas grandes vidas en cuerpos pequeños. Eso era antes. Ahora el sentido es otro: la importancia de estas especies para el ecosistema.

Probablemente muchas personas no lo sepan, pero las abejitas son los agentes polinizadores más importantes del ecosistema. Y yo quería salvar a una, ser una heroína.

Me vi en una situación inútil. El transporte iba a reventar, el calor era aún más intenso y la humedad humana que se respiraba me hizo caer en un trance de angustia mientras fijaba mi vista en la señora de adelante, que continuaba hablando pestes de sus semejantes sin percatarse de la presencia de la abeja que intentaba huir.

El momento que a continuación describiré sigue en mi memoria y retrata de manera individual una muestra de la inconsciencia humana colectiva que nos da en la madre mientras el tiempo sigue pasando.

La abejita, en el momento más equivocado de su vida, fue percibida por su verdugo. Empezó con una mirada de desprecio, de odio hacia un inocente animalito que luchaba por su vida, seguido de un puño cerrado que lo impactó contra la ventanilla. Una, dos, tres, cuatro veces hasta que cayó. Cayó muerto.

La saña asesina de la mujer me pareció familiar, la he visto en películas: un hombre matando a otro a palos, a balazos o a cuchilladas con la mirada enajenada y puesta en el objetivo a desaparecer de la faz de la tierra.

Después de aquel asesinato la mujer, sin saber el daño que ocasiona matar a una abeja, continuó con su plática. Su semblante mal encarado había cambiado. Al parecer la abejita cumplió un cometido diferente al que estaba destinada. Fue blanco perfecto de descarga para la ira de una mujer que refleja nuestra triste inconsciencia humana colectiva.

Hace 10 años la situación para las abejas no era tan grave, sin embargo, hoy en día las estamos perdiendo. Es tan alarmante la situación que fundaciones y medios se valen de una teoría que al parecer es falsa, ya que asegura que Albert Einstein afirmó “Si las abejas desaparecieran de la faz de la Tierra, el ser humano no tardaría ni siquiera cuatro años en desaparecer”. Todo indica que Einstein no lo dijo, pero aunque esto parezca falso podría no estar tan alejado de la realidad. Tal vez, si seguimos siendo como aquella mujer, nosotros terminemos matándonos a golpes mucho antes.

*Buscadora de historias urbanas de sus contemporáneos millennials. Ponte atento, tu historia puede ser la próxima.

@valeria_galvanl

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