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Una mala educación

02 de Septiembre 2018
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Por Valeria Galván

Cuando lo conocí pensé que era gay. Sus movimientos eran sutiles; y su tono de voz, femenino. Dos años después supe que era heterosexual, sobrecargo y muy mujeriego.

Tuve una amistad de WhatsApp y dos cafés con él. Creo conveniente exponer el ejemplo, ya que todos estamos expuestos a una falta de educación sexual de la que casi no estamos conscientes. Hablo de la que no se ve en las películas y series porque parece que el sexo es un asunto intrascendente, como compartir un helado o unas papas con salsa.

Hablemos en español. Durante una relación sexual o coito metemos y nos meten, hay un intercambio real de fluidos, y por muy sexy que parezca la situación no conocemos realmente el estilo de vida de nuestro “interlocutor”. Después de los 30 no basta con llegar a una relación monógama para estar sanos y salvos. La vida sexual de la pareja en turno debe ser un aspecto importante y debe tratarse con madurez y  responsabilidad si se quiere evitar el globito durante la fiesta.

Regresando a la historia de mi amigo, alguna vez tuve la puntada de preguntarle: “¿Has estado con un hombre?”. Él me respondió: “No con un hombre como tal pero si con una she male”. A lo que mi amigo se refería era a que durante una noche de copas, una noche loca, conoció a una hermosa chica con la que se fue a lo oscurito, y en medio de su apasionada acción descubrió que ella y el compartían el mismo tipo de órgano sexual. Eso no lo hizo detenerse. Lo demás es historia.

Las preferencias sexuales de mi sobrecargo no fueron las que me impactaron, más bien fue su mala educación con respecto a su sexualidad. Mi amigo es de esos que pasan por alto el uso de condón si su pareja del momento no lo sugiere o luce como una persona “sana”.

Es atractivo, y al parecer nadie se niega a un encuentro sexual con él. Su forma elegante de llevar mujeres a la cama ha provocado que sus amigos se pregunten qué le ven o por qué tiene tanta suerte. Labia, le llaman muchos. Una labia elegante y romántica que se termina en cuanto él termina.

El sobrecargo es de esos que comparte toda la información necesaria para hacerse el “ganador” frente a sus amigos en diferentes grupos de WhatsApp. Suele hablar de lo que pasa durante esos momentos de intimidad, y revela fotos o videos de quienes han estado con él.

Durante uno de nuestros cafés me contó sobre una chica con la que estaba manteniendo una relación sexual. “Siempre me gustó mucho, y cuando tuve la oportunidad de estar con ella no lo dudé, sólo que siempre quiere que usemos condón, y yo le digo que confío en ella porque sé que es cuidadosa”.

Mi reacción ante su percepción fue un “¡Te voy a aventar el café encima!. Obviamente ella no te hace evidente que es tu estilo de vida el que no le resulta del todo confiable, ella sabe que tienes varias parejas sexuales y que seguramente no sólo a ella le propones no usar condón, ella se protege. Efectivamente, es cuidadosa y tú no”, le dije molesta.

Lo último que supe es que su idilio sexual terminó. Ella tomó la decisión de abandonar las aventuras sexuales.

La educación sexual va más allá de métodos anticonceptivos, el kamasutra y la aceptación de las preferencias. Hay otra educación de la que casi no hablamos, una que nos hace detenernos a pensar que hay consecuencias más preocupantes que un embarazo no deseado. Para algunos, lo peor sería aparecer en YouPorn sin consentimiento, para otros –y debería serlo para todos– contraer algún virus con trascendencia por experimentar cinco minutos de placer en compañía de alguien mal educado.

*Buscadora de historias urbanas de sus contemporáneos millennials. Ponte atento, tu historia puede ser la próxima.

@valeria_galvanl

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