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Indispuestos para quedarse

Le llaman ghostear al acto de desaparecer después de un encuentro, una relación o la experiencia de tener al otro, de estar con el otro. En línea o en la vida real. La gente sólo desaparece. Sin rompimientos, discusiones y ningún drama. Romeo nunca contesta. Julieta lo deja en visto. Como si nunca hubieran existido antes
11 de Febrero 2018
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POR ALEJANDRA DEL CASTILLO

Por fin la tragedia terminó. No más Romeos ni Julietas. Aquí nadie se muere de amor después de descifrar el sentimiento en cinco actos y pensar que cualquier historia se la podían ahorrar.

Romeo no volvió a contestar los mensajes. Julieta lo dejó en visto. Ambos desaparecieron y se convirtieron en los fantasmas de su relación. Una relación que se guarda como una foto de Instagram, recortada y enmarcando sólo un pequeño trozo de realidad, con filtros y la duración de un instante. No tenía por qué durar más.

En el presente, conectar es un suceso exponencial, sencillo y de respuesta casi inmediata. Dos personas que no se reconocerían presencialmente con la mirada ahora están charlando. Están a algunos metros de distancia, tal vez kilómetros o se han encontrado con un mensaje a la mitad del mundo. Sucede la conexión pero no por ello el vínculo.

Pertenecemos a una generación que privilegia la experiencia instantánea e inmediata para satisfacer alguna necesidad, entorpecer los atributos de la soledad, sucumbir a la fantasía o llenar el vacío de ilusión.

El amor es un producto consumible y desechable, lo dice un Romeo joven que reconoce ser hijo de una generación llena de carencias que ha encontrado la forma de hacer del amor un producto, de las relaciones una ilusión pasajera, inestable y que causa poco interés.

Entonces, ¿ya nadie quiere quedarse? Tal vez sí, pero las ganas de irse han superado a la práctica de confiar en los vínculos. Poseer la conciencia de que la relación se puede modificar o terminarse, delata el miedo que da quedarse. Romeos y Julietas huyen, evitan lo doloroso y con eso renuncian a la posibilidad de cercanía. Es así.

El orden de los productos sí ha alterado las relaciones. No es una situación matemática, pero sí la condición en el orden en el que se secuencian las historias.

A la mano se encuentran aplicaciones que permiten reunir a tantos desconocidos como resulte posible para conectarse. En un clic sucede la reunión. El éxtasis de conversaciones increíbles nunca antes tenidas en una primera cita y los acuerdos para los encuentros nunca fueron tan fáciles. Y esto también sucede en los encuentros que se inician en la vida 3D.

En la urgencia de hacer la conexión con el otro, la experiencia se acepta voraz. Los encuentros resultan un desencuentro encantador y después… el silencio.

Le han llamado ghostear al acto de desaparecer después de un encuentro, una relación o la experiencia de tener al otro, de estar con el otro. En línea o en la vida real.

La gente sólo desaparece. Sin rompimientos, discusiones y ningún drama. Romeo nunca contesta. Julieta lo dejó en visto. Como si nunca hubieran existido antes. Pero la respuesta a la ausencia y al ghosteo se descifra con las revelaciones de quién ha decidido desaparecer.

La falta de conexión es real, dice una Julieta, la provocas tú sola cuando ya te cansaste de sentir que te estrujan el corazón y viene el autosabotaje. No tienen tiempo para perderlo con otra persona y se quedan con ellos mismos, sustituyen a las personas con películas, libros o pasatiempos.

Así se bloquea a las personas de la vida. Sin avisos ni despedidas. Se apoltrona la incomodidad y al sentir que nada funciona, simplemente se van. Desaparecen. Después viene la tranquilidad ante la ausencia de conflicto.

Romeos y Julietas se liberan de la expectativa del otro. Ya no les preocupa recibir respuesta a las llamadas o los mensajes porque prácticamente han decidido no recibirlos y se declaran no culpables de nada. El deseo de trascendencia se acabó, tal vez nunca existió.

Esta generación no sabe querer, reconoce un Romeo que siente que la sensibilidad se ha deteriorado y lo único que queda es saciarse con los momentos. Y no es sólo evitar la tragedia y el drama, la apuesta es impedir a toda costa los desgastes anímicos y emocionales. Por eso se van.

No se acabó el amor, sólo es que nuestros vínculos humanos ahora son de baja calidad.

Algunos no saben ni lo que buscan explorando por alguna conexión. Otra Julieta confiesa que a veces únicamente busca un encuentro con otro cuerpo o distraerse, luego no se siente defraudada cuando sus objetivos han sido cumplidos. Disfruta ese tipo de relaciones que son tiernas, que no van en serio y, por eso, no piden más. Aunque, a veces, reclama la necesidad de ser vista, de que alguien más le dé existencia.

La fantasía de conexión es algo que no se niegan en la experiencia y están atentos al pronto desengaño. Ya no les sorprende encontrar nexos con personas que no son lo que parecían o mostraban ser. Luego, lo concluyen con sencillez: no tengo nada qué hacer aquí; con una despedida simple, sin avisar la retirada definitiva.

¿Dónde ponen todo lo que tienen por dar? Ni ellos lo saben, pero reconocen un diálogo de la película Las ventajas de ser invisible como su situación en el amor:

—¿Por qué la gente buena elige salir con la gente equivocada?
—Aceptamos el amor que creemos merecer.
—¿Podemos hacerles entender que merecen algo mejor?
—Podemos intentarlo.

¿Qué es el amor?, es mirar de lejos lo que queremos cerca, dijo una Julieta antes de marcharse.

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